No estrechar la mano, no chocarla tampoco en eventos deportivos, evitar actos multitudinarios o no viajar a ciertas zonas del mundo son algunas precauciones que tomamos ante epidemias, como la actual del virus del COVID-19. Especies como los vampiros comunes (Desmodus rotundus), unos murciélagos con fuertes vínculos sociales, actúan de manera similar.

Para comprobar su respuesta ante las enfermedades, un equipo de científicos del Smithsonian Tropical Research Institute de Panamá realizó varios experimentos con un grupo en cautiverio de estos mamíferos, cuyas interacciones van desde el aseo a miembros familiares o desconocidos hasta salvar a otros de la inanición regurgitando sus comidas sanguinolentas.

Los resultados, publicados en la revista Journal of Animal Ecology, muestran que, al igual que los humanos, los lazos familiares en esta especie de murciélago se mantuvieron a pesar de la aparición de enfermedades, mientras que las relaciones sociales más débiles fueron menos frecuentes.

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“Lo que demostramos en este estudio es que el tipo de vínculo social es importante”, explica Gerry Carter, investigador asociado en el Smithsonian Tropical Research Institute y profesor de biología en la Universidad Estatal de Ohio (EE UU).

“Como con el actual brote de COVID-19, un virus transmitido por contacto se extiende principalmente dentro de los grupos familiares, porque estas conexiones sociales no se reducen ante la enfermedad. En estos murciélagos, los comportamientos y relaciones sociales más importantes no cambian tanto cuando los individuos están enfermos”, añade Carter.

El investigador Gerry Carter sostiene un ejemplar de vampiro común en Panamá. / Beth King, STRI

Falsas infecciones para comprobarlo

Para realizar el experimento, Sebastian Stockmaier, autor principal del trabajo e investigador en el mismo centro, inyectó un extracto bacteriano a los vampiros comunes de una colonia en cautividad desafiando su sistema inmunitario y haciéndolos sentir enfermos. Esta maniobra no perjudicó la salud de los animales ni generó ningún riesgo de transmisión, pero permitió de manera inocua observar cómo cambiaban sus conductas.

Del mismo modo que una persona enferma opta por no besar o no estrechar la mano a los extraños, pero sí mantiene ciertos hábitos como ir a comprar comida, los murciélagos enfermos reducen la cantidad de tiempo que pasan acicalándose unos a otros (una actividad social menos importante), pero mantienen el reparto de comida, una interacción más relevante en su círculo social.

“Es poco probable que un murciélago hembra acicale a un desconocido enfermo. Sin embargo, no disminuirá la cantidad de tiempo que pasa aseando a su propia descendencia si esta enferma”, concreta Stockmaier.

Los murciélagos ‘entrenan’ a los virus para ser más resistentes

Según los investigadores, comprender cómo cambian las interacciones sociales frente a la enfermedad es un componente clave para predecir los canales y la velocidad a la que un patógeno puede extenderse a través de una población.

“La observación del vampiro común arroja luz sobre cómo interactúan los animales sociales y cómo cambian estas interacciones cuando los individuos enferman y, lo que es más importante, cómo persisten algunas relaciones sociales a pesar de todo”, concluye Rachel Page, bióloga en el Instituto Smithonian de Panamá y coautora del artículo.

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