La Navidad es época de reuniones familiares, cenas con amigos, regalos, decoraciones coloridas y largos periodos de abandono de la dieta. Turrones, polvorones, mantecados y bombones parecen sabernos mejor en estas fechas. ¿Será porque tenemos la excusa perfecta para pasarnos un poco comiendo? ¿Porque podemos saborearlos con la tranquilidad de las vacaciones? ¿O será más bien porque los villancicos hacen que todo nos sepa más dulce? Bueno, según qué villancico. Puede que El tamborilero no tanto, pero Campana sobre campana seguro que sí.

Todo esto suena a desvarío navideño, pero lo cierto es que tiene mucho sentido, según un estudio llevado a cabo en 2017 por investigadores de la Universidad de Oxford, en el que se concluye que los sonidos que escuchamos de fondo mientras comemos influyen notablemente en cómo percibimos el sabor de los alimentos. Hay vinos que maridan bien con la carne y canciones que pegan más con el chocolate. ¿Quién lo iba a decir?

¿Qué música “sabe” mejor?

Para la puesta en marcha de este estudio, realizado por científicos de la Universidad de Oxford, en colaboración con investigadores de varios centros belgas, se hizo probar a un grupo de voluntarios una pieza de chocolate mientras escuchaban dos bandas sonoras diferentes, una basada en sonidos principalmente agudos y otra mucho más grave.

En ambos casos el chocolate era exactamente el mismo, pero los participantes no tenían constancia de este dato, por lo que finalizado el experimento se les preguntó cuál les había gustado más y cómo describirían el sabor de cada uno. Curiosamente, se comprobó que los sonidos más agudos generaban una mayor sensación de dulzor, mientras que los graves estimulaban el gusto amargo.

Aunque sus resultados se hicieron muy famosos en su día, e incluso inspiraron un vídeo de Youtube en el que los dos miembros de Good Mythical Morning comprobaban sus conclusiones con ayuda de las melodías interpretadas por los integrantes de Linkin Park, no fueron los primeros en llegar a esta conclusión. De hecho, forma parte de los experimentos realizados por el psicólogo Charles Spence, quien en 2008 ganó un Ig Nobel por unos estudios en los que relacionaba la percepción del sabor de los alimentos con la música que se escuchaba de fondo. En un primer momento centró su investigación en comprobar cómo afectaba el sonido a la percepción de unas patatas fritas poco frescas. Para ello, hizo a 200 voluntarios probar este snack mientras oían una serie de sonidos a través de unos auriculares. De este modo comprobó que si se sometían al ruido intenso de un crujido percibían que las patatas eran frescas, incluso si estas estaban ya reblandecidas.

Cuando desaparezca el chocolate: alimentos cotidianos en peligro de extinción

Pero este científico no quiso dejar aquí sus investigaciones. Había escuchado hablar sobre experimentos que relacionaban los tonos más agudos con una mejor percepción del dulce, pero quería comprobarlo por sí mismo. Para ello utilizó un caramelo agridulce creado especialmente para la ocasión por el chef Heston Blumenthal. Cuando los sujetos de estudio lo probaron a la par que oían notas más altas, los matices dulces del caramelo resaltaron sobre los amargos. Sin embargo, al escuchar tonos más bajos ocurría exactamente lo contrario.

Fue necesario que llegaran unos científicos belgas para pasar del caramelo al chocolate, pero los resultados coinciden, por lo que se confirma que nuestros sentidos del gusto y el oído están mucho más ligados de lo que creemos.

Picante y rápido

Otro estudio similar, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Oxford, deja a un lado el dulzor y el amargor y se centra en los alimentos más picantes.

Esta vez el tono no tiene nada que ver, pues es el tempo de la canción el que se relaciona con el sabor de los alimentos. Concretamente, se descubrió que las canciones más rápidas resaltaban el picor, mientras que las más tranquilas hacían que este matiz concreto resaltara menos.

La comida picante, ¿realmente ayuda a adelgazar?

Son muchas las razones por las que quizás deberíamos elegir a conciencia la música de fondo durante un banquete. Las múltiples cenas y comilonas de estos días son una buena ocasión para comprobarlo.

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