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México, Colombia y Brasil son las tres regiones con más potencial de Latinoamérica. Las grandes empresas multinacionales han puesto su objetivo en hacerse con cuotas de mercado en dichas regiones, grandes empresas nativas han nacido, crecido y se han expandido por medio mundo y el sector emprendedor e inversor ha dado grandes y positivas sorpresas. Sin embargo, aún queda un punto pendiente: la bancarización real de Latinoamérica y la adopción masiva de los pagos móviles. El primero que se determina por una cuestión cultural y el segundo vinculado a las nuevas tendencias digitales que rigen el mundo financiero.

Las cifras están ahí: en términos generales la penetración móvil es del 100%, lo que implica que hay más líneas de teléfono que personas. Sin embargo, sólo existe un 51% de acceso a las líneas de banco, lo que implica que el 49%, según el Banco Mundial, no registra sus ingresos y que los pagos móviles se limitan a pequeño nicho de población.

Este es precisamente uno de los primeros objetivos a la hora de conseguir una implantación masiva del pago móvil: mejorar el acceso a los servicios financieros, y para ello existirían varias vías. Las diferencias entre población rural y urbana es abismal, porque lo cierto es que los núcleos alejados de las grandes ciudades son los que tienen peores cifras bancarias. Y no sólo eso: la penetración de los smartphones se reduce a números completamente residuales. Una conexión de alta velocidad a menudo inexistente, reduce la necesidad de tener estos dispositivos y, por lo tanto, de usarlos. Convencer para la reconversión de los dispositivos móviles es una tarea que se plantea ardua, pero de carácter vital en esta cuestión y que tendría que ir acompañada de conexiones 4G masivas. No hay que olvidar que los usuarios son posibles y potenciales comerciantes que, de serles posible, podrían implantar pagos móviles en sus negocios.

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Bancarización, educación y seguridad

Por lo tanto, una vez superado el tema del acceso y una mejor conexión, que implicaría contar con la colaboración activa de las teleoperadoras, se pasa a la cuestión de la educación. Hay que tener en cuenta que, actualmente, las personas no bancarizadas están en una clara inferioridad de condiciones a la hora de transferir, depositar o retirar dinero, tampoco pueden acceder a las formas de ahorro y préstamo. En este caso, la alianza de bancos, Gobiernos y del sistema educativo juegan un papel determinante a la hora de perder el miedo a estos elementos. El trabajo activo de estos tres pilares sería explicar, y hacer entender a la población objetivamente bancarizable, que los beneficios de depositar tus ahorros en un banco son superiores a los costes a través de intensivas campañas de comunicación. Los jóvenes, en este caso, son la esperanza a medio plazo: más familiarizados con el mundo tecnológico y conocedores de las ventajas de la bacarización serían el catalizador para el despegue absoluto de las cifras actuales en poco tiempo.

Pero no solo en la promoción educativa, también en la seguridad. Las garantías de las instituciones y los clientes debería asegurarse a través de nuevas legislaciones y procesos jurídicos que marcasen una pauta común a la hora de proceder en este sector y evitar el fraude. La confianza es un bien preciado en este caso y sólo se lograría asegurando que los procesos financieros garantizasen la defensa a la propiedad, bastante exigua en la actualidad. Por otro lado, los altos costes bancarias y las escasas redes de bancos y cajeros no ayudan desde ningún punto a la accesibilidad, al conocimiento y a mejorar la confianza de los usuarios en la red bancaria.

Todo esto unido a las mejores en la red móvil y cifras de smartphone en Latinoamérica crearían el caldo de cultivo idóneo para una verdadera implantación de los pagos móviles.

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