Una filosofía de empresa que, sin embargo, no deja de ser de reciente integración. Al menos al sur de Europa, donde por norma general, la vocación internacional ha quedado históricamente relegada a un segundo plano. Sólo las grandes empresas, por financiación y actividad, disponían del perfil necesario para poder afrontar su expansión al extranjero. Las pequeñas y medianas entidades, muchas por el desconocimiento de otros idiomas, no han sido capaces de lanzarse a la piscina. Lo cual tiene grandes implicaciones financieras porque, según la Cámara de Comercio, ya en 2015 casi para el 45% de las empresas que tienen negocios fuera de España, sus beneficios son mayores fuera del país que dentro.

En toda esta historia, un grupo de empresarios ha dado una nueva perspectiva al tema de la internacionalización; ya sea por la famosa crisis económica que eliminó un gran número de oportunidades laborales y de negocio al sur de los Pirineos o por un cambio en la sociedad. Los llamados emprendedores, generalmente enfocados al mundo tecnológico y con una startup entre sus manos, ya nacen con la intención de ser una empresa para el mundo. De hecho, es común escuchar aquello de que las empresas que hoy nacen sólo con espíritu nacional no tienen cabida en el nuevo sistema económico mundial. La nueva generación de empresarios se ha dado cuenta de un dato importante: centrarse en una comunidad pequeña limita las oportunidades de crecer. De este modo gran parte de ellas organiza su estrategia para la expansión. El cambio generacional que ha venido de la mano de una mejora en el conocimiento de los idiomas, especialmente del ingles, y de una educación más amplia ha ayudado a mejorar las perspectivas de las startups, especialmente en España.

Sin embargo, salir al extranjero sigue siendo un quebradero de cabeza para la mayoría. De forma histórica, las empresas españolas han tenido la intención de viajar a Latinoamérica por una cuestión cultual y de idioma. A Estados Unidos por aquello de ser El Dorado de las empresas o China por sus precios competitivos. Pero no todo vale y no todo se puede extrapolar. En este contexto, CaixaBank ha creado el Índice para la Internacionalización Empresarial (ICIE) que busca ayudar a las entidades en su proceso de expansión. Basado en los datos de 67 países, el ICIE se sostiene en 5 pilares clave: la accesibilidad al país, la facilidad para operar en él, su atractivo comercial, esencial para los diferentes tipos de empresas que se postulen, el entorno financiero y la estabilidad. De esta manera y de forma gratuita, las entidades dejan de tomar decisiones a ciegas y buscan su mejor destino de expansión.

Tomando ejemplo

Mirando a los grandes emprendimientos del mundo, véase Facebook, hay un dato a tener en cuenta: el éxito de la red social bebido de la diversidad cultural que tiene la empresa, lo cual facilita la accesibilidad a todo tipo de culturas sin apenas cambios en su estructura. De ahí al salto, y por lo tanto éxito internacional, sólo hay un paso. Y como esa, cientos de otras compañías que, sin tener en sus nuevos destinos, se han labrado un gran éxito entre los consumidores: Snapchat, Twitter, BlaBlaCar o Uber, entre otras muchas.

Pero no hace falta irse tan lejos. Un grupo de pioneros en España ya han nacido con ese espíritu internacional: Carto, la popular compañía dedicada a un servicio B2B de mapas entendió desde el minuto uno que, o salía a buscar clientes o no tenía nada que hacer. Scytl con sus primeras experiencias en comicios fuera de España se ganó un hueco en el emprendimiento mundial. Gigas, la red de moda Privalia, Ludei o la compañía de ciberseguridad AlienVault, son otras de las tantas que vieron las oportunidades en otros lugares, además del suyo original.

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