El canibalismo no es una buena practica, por supuesto. Hay una buena cantidad de razones por las cuales rechazamos la sola idea de hacerlo. La primera es la ética, claro, aún si no hubo una matanza o cacería implicada, se ve y siente terrible la sola idea de comer a un igual. Queda en la moral colectiva si es deleznable también comer otros animales pudiendo ser vegetarianos sin mayores consecuencias, no es lo que se va a discutir hoy.

Resulta que, aun si estuvieras en una isla desierta, con la persona que más odias, este se muriera por sí solo, sin tu intervención, y estuvieses muriéndote del hambre, más te valdría comer cualquier otra cosa. Podría ser mejor comer cualquier otro animal o consumir cualquier otra fruta que te encuentres antes de zamparte a tu némesis.

Resulta que la carne humana no es nutricionalmente valiosa.

Realmente, comer humanos puede ponerte lentamente muy enfermo. La tribu Fore, residente en Papúa Nueva Guinea, oficialmente el Estado Independiente de Papúa Nueva Guinea, practicaba el canibalismo. Sus actos fueron descubiertos por los australianos en la década de 1930, cuando proliferaron los buscadores de oro. Parece que se comían a sus ancestros como parte de un ritual de preservación para sus muertos. Comerse a estos los enfermaba de una enfermedad mortal a la que llamaron a la enfermedad de kuru, que significa "temblor”.

La enfermedad golpeó principalmente a las mujeres adultas y niños menores de 8 años de edad, porque las mujeres eran las que se comían a los muertos y frecuentemente tenían hijos al poco tiempo. Pensaban que podían retener el espíritu del fallecido dentro de ellas, y los síntomas eran entendidos como “la domesticación del alma” del difunto. Sin embargo, era la enfermedad actuando.

En primer lugar, tendrían problemas para caminar, una señal de que estaban a punto de perder el control sobre sus extremidades. También perderían el control de sus emociones, por lo que la gente empezó a llamarlo la "muerte de risa” y por lo que posteriormente también se ha comparado con la enfermedad de las vacas locas. Al año más o menos no podían levantarse del suelo, alimentarse o controlar sus funciones corporales. El caso se cerró después que un grupo de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos inyectaran fluidos del cerebro de un humano infectado de kuru en chimpancés, observando los síntomas de esta en los animales tan solo meses más tarde. Concluyeron que la enfermedad se propaga a través del consumo de cerebros humanos y carne de órganos. El grupo ganó un Premio Nobel por los resultados, los cuales lo denominaron "virus lento" aunque en realidad no era un virus sino un nuevo prión, un agente infeccioso de una proteína.

De todas formas, incluso antes de que nuestros ancestros evolucionaron para ser Homo sapiens, probablemente se comían entre sí. Los arqueólogos han encontrado evidencias de canibalismo en los esqueletos de los primeros homínidos que se encuentran por toda Europa.

Ahora, un arqueólogo llamado James Cole ha decidido averiguar, basándose sólo en el contenido, e ignorando los otros posibles problemas, qué valor nutricional, en comparación con todos los otros animales que podrían comerse, tenemos los seres humanos. Así, ha tomado todos los datos que ha podido encontrar sobre el contenido de grasa y proteína de diversos órganos y ha calculado el valor calórico aproximado de una persona típica. Los resultados han sido publicados en un artículo este abril en un 'scientific reports' en Nature.

Para su aproximación, la cual utilizó estudios que se realizaron entre los años 40 y 50 sobre las autopsias de varios hombres, recogió el peso y masa muscular en promedio, y las distribuciones conocidas de la proteína y grasa en los órganos que se solían comer —se supone que el páncreas, el bazo o los intestinos y los dientes no se comían habitualmente, por ejemplo—.

ser humano

La teoría de la nutrición básica dice que cada gramo de grasa tiene nueve kilocalorías y cada gramo de proteína tiene cuatro, por tanto un hombre adulto posee aproximadamente 126.000 kilocalorías. De todas formas, obviamente los lípidos no se comen en su totalidad, y es mejor comparar las kilocalorías en base a la masa muscular, pero, asumiendo que intentamos comerlo todo, sería eso. Lo que implica que, incluso si te comes seis homínidos, todavía no tienes tantas kilocalorías como si comes un caballo.

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Las estimaciones de Cole no son perfectas, claro. De hecho, podemos ver que está trabajando con estimaciones de especies extinguidas, como el mamut. Y los homínidos probablemente no comerían hasta la última pieza de hueso —su datos del esqueleto comprenden la médula ósea, por ejemplo, y en cerebro está incluida la médula espinal y los troncos nerviosos—, podemos suponer que dejarían más partes. Pero lo que el arqueólogo trataba de demostrar únicamente era dejar una duda razonable: tenían muchas especies más aptas para ser comidas, por lo cual, no es una exageración decir que tenían una dinámica social y asumir que si se comían tal vez era a causa de rituales y no por gusto. Y, lo que nos traía aquí: el ser humano será muy listo pero no es, ni por asomo, lo más nutritivo que se puede comer.

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