animales fantásticos: los crímenes de grindelwald la princesa prometida

Warner Bros.

Como la industria del cine está más viva que nunca en todo el mundo y es difícil construir a una serie de personajes, o sólo a uno al menos, que nos parezcan diferentes a los que suelen brindarnos o lo suficientemente especialitos como para recordarles, a poco que lo pensemos, se pueden encontrar innumerables parecidos en el carácter y las motivaciones de multitud de seres de ficción cinematográficos. Pero cosa distinta es que alguno muy peculiar nos traiga a otro específico a la memoria por sus características físicas, y no hay duda de que esto es lo que nos ha ocurrido con la llegada a las salas de proyección de Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (David Yates, 2018), la segunda entrega de la nueva saga ambientada en el mundo mágico de Harry Potter y la décima en total.

No es que dicho mundo no esté lleno de personajes con una apariencia singular para muggles como nosotros, pero cuando Jacob Kowalski (Dan Fogler) se gira, halla ante sí al ancianísimo **Nicolás Flamel (Brontis Jodorowski) en su vivienda y ambos interactúan con el humorístico resultado de rigor, mientras Newt Escamander (Eddie Redmayne) y Porpentina Goldstein (Katherine Waterson) están fuera de plano, a un cinéfilo un tanto fisonomista no puede escapársele que el viejo mago se parece un montón al Milagroso Max (Billy Crystal) de La princesa prometida (Rob Reiner, 1987), hasta el punto de que casi se podría considerar un homenaje del equipo de maquilladores. Los dos filmes se llevan treinta y un años y el maquillaje que le pusieron a Crystal es más tosco pero, aún así, sigue siendo inevitable que pensemos en su histriónico Max cuando contemplamos al Nicolás Flamel de Jodorowsky.

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