Por fin se estrena en cines Blue Moon, la nueva película de Ethan Hawke. El camaleónico actor vuelve a demostrar que es uno de los mejores de su generación en un brillante ejercicio interpretativo que aspira a cautivar al mundo. Un drama biográfico que ya resonó en el prestigioso Festival de Cine de Berlín, donde recibió 2 nominaciones y un premio a Mejor interpretación de reparto para Andrew Scott, y también en los importantísimo Premios Gotham al cine independiente, donde tanto Hawke como Scott son candidatos en sus respectivas categorías.
Blue Moon nos lleva a la noche del 31 de marzo de 1943. En un pub de Nueva York, el bar Sardi, el legendario letrista Lorenz Hart se enfrenta a su dañada autoestima mientras su antiguo compañero creativo, el mítico Richard Rodgers, acoge la noche inaugural de su exitoso musical ¡Oklahoma! Antes de que la noche acabe, Hart se habrá enfrentado tanto a un mundo que ya no valora su talento como a la aparente imposibilidad del amor.
Ethan Hawke va a por el Oscar
El primer motivo para ver Blue Moon es la propia actuación de Ethan Hawke. A sus 55 años, el actor de El club de los poetas muertos, la trilogía Antes del..., Boyhood, Training Day, Gattaca y tantas otras vuelve a superarse con una interpretación estelar. Es él quien asume todo el peso de la película. Monólogos larguísimos sobre la vida, desde una actitud tan divertida como sentimentalmente melancólica, le convierten en uno de los nombres más a tener en cuenta del año.

Su nombre ya suena para colarse entre los nominados a los Premios Oscar. Sería su quinta nominación, aunque la primera en diez años. En cualquier caso, no cabe duda de que lo que hace Ethan Hawke en Blue Moon está a la altura de muy pocos. Sostener una película así es tremendamente difícil. Pero hacer que un personaje tan egocéntrico y abocado al patetismo no resulte pedante e insoportable, eso sí es un milagro artístico. Si además se acompaña de una hipnótica y magnética Margaret Qualley (La sustancia) y de un sobresaliente Andrew Scott (Fleabag, Sherlock), el reparto de la película no puede ser mejor.
Uno de los mejores directores del mundo
El segundo gran motivo de peso para ver Blue Moon es su director, Richard Linklater. Solo alguien como él podía llevar a brillar tanto a su protagonista (y a Qualley y Scott) en una historia tan teatral. Todo sucede en dos o tres escenarios dentro del mismo bar. Y lejos de conversaciones normales, el cineasta dota a la película de una grandilocuencia melancólica única.
Linklater es especialista, precisamente, en provocar esos sentimientos. Desde la extraordinaria trilogía Antes del... como piedra angular de su cine, pasando por Boyhood e incluso por la animada Apolo 10½: Una infancia espacial. El director imprime un halo de nostalgia, de tristeza profunda en sus obras que sirve como hilo conductor para atrapar al espectador. En Blue Moon vuelve a hacerlo con mucho pulso y acierto. Y aunque se está hablando mucho más de Nouvelle Vague como su gran película de 2025, esta también merece su sitio entre sus proyectos más bonitos y notables.
Una historia directa al corazón
El último motivo para disfrutar de Blue Moon en cines es su propia historia. Lorenz Hart es uno de los grandes letristas de Broadway, demasiadas veces olvidado por las turbulencias de su vida. Gracias a esta noche que pasamos con él en el bar, descubrimos a un hombre verdaderamente atormentado, empachado de sí mismo, profundamente sentimental e incapaz de ver la vida con los ojos de nadie más. Un romántico engreído y herido de muerte, sin escapatoria a la vista.

En Blue Moon, el Hart de Ethan Hawke reflexiona sobre la fama, el amor, la eternidad, la música y la necesidad de ser recordado (y querido). Es casi como estar viendo una obra de teatro con un actor en estado de gracia que se abre de corazón ante el público, que en el caso de Hart es cualquiera que se digne a hacerle caso por más de 2 segundos. Es un estreno muy distinto, seguramente la película más melancólica del año, que toca las teclas precisas para removernos.

