Estos días de Navidad he estado pensando en cómo usábamos la tecnología móvil hace tres años, y hace cinco, y hace siete, y hace diez. Entre langostinos y mazapanes, en vistas a asaltar el primer — me pongo en pie — Moto G que pillase en stock en Madrid (esperar a Amazon no era una opción), me preguntaba si alguna otra vez tuvimos tan buenos productos a precios tan asequibles, con permiso del Lumia 520. Y me dio por hacer un repaso mental a los smartphones que he tenido a lo largo de los últimos años, y a cómo han evolucionado todos ellos. Y al final, mi conclusión fue clara: Apple tenía razón. Y antes de que una horda furiosa venga antorcha en mano hacia la oficina de Hipertextual, me explico.

  • Batería extraíble no, gracias. Apple apostó por ello desde su primer iPhone, tendencia generalizada en la compañía a través de ordenadores portátiles, tablets y demás. Pero en el caso de los smartphones, Apple siguió su práctica sí o sí, sin importar que sus detractores la criticaran hasta la saciedad. A principios de 2014, HTC, Sony, LG, Nokia, los Nexus, Motorola y un largo séquito de fabricantes han asumido las baterías no extraíbles. La gran resistencia, Samsung, que sí sigue creyendo en baterías extraíbles como muestra de libertad otorgada al usuario.

  • "El teléfono tendrá un sólo botón". Lo dijo Steve Jobs cuando el equipo de ingenieros de Apple creaba prototipos del primer iPhone. Fue la condición indispensable para que el iPhone saliese adelante. Parecía imposible, utópico, pero salió bien. La competencia del iPhone tras su salida eran terminales abarrotados de botones físicos, complejos, con adaptabilidad cero. Los prototipos de Android en sus inicios eran una copia de BlackBerry hasta que apareció el iPhone, entonces todo cambió.

Apple - Apple - Apple - Apple

  • Una gran pantalla táctil. Aunque el iPhone original se presentó en enero de 2007, no fue hasta julio que comenzó a comercializarse. En esos seis meses varios fabricantes adoptaron un mismo discurso: "es imposible, no hay batería que aguante una pantalla táctil tan grande, no lo van a poder lanzar". A un servidor esos planteamientos le sonaban a "si nos tenemos que poner a replicar eso vamos a sudar la gota gorda, mejor disimulamos". Y así fue: el iPhone llegó, y dotarle de autonomía no fue imposible. El resto acabaron aceptando que había que sudar la gota gorda y montar pantallas táctiles similares en sus smartphones.

  • Hardware y software, de la mano. Este mantra fue la seña de identidad de Apple desde mucho antes que el primer iPhone, así que estaba completamente asumido para 2007. No era un pionero ni mucho menos en implementarlo en smartphones (pensemos en BlackBerry, por ejemplo), pero frente a los escépticos y críticos, el futuro le ha dado la razón. Con Google y sus Nexus, o con Microsoft comprando Nokia. El futuro estaba ahí.

  • El operador no podrá intervenir. Ni en el hardware (nunca vimos un iPhone como el logo de una operadora estampado en la carcasa) ni en el software (tampoco vimos nunca una sola personalización en el sistema). Lo primero es algo que sí, que hemos de agradecer, pero que no es un asunto mayor. Lo segundo desde luego sí lo es: gracias a ello, y a la falta de fragmentación, los iPhone reciben actualizaciones inmediatas y universales, sin tener que esperar a que a una marca y luego a una operadora les apetezca crearla y liberarla. Lo mismo acabó haciendo Google con la gama Nexus. Pero ni así les ha salido tan bien como a Apple.

Básicamente, estas cinco claves. Por supuesto, esto no implica que ni Apple ni Jobs sean el rey Midas y todo lo que hayan tocado se haya convertido en oro: ahí estaba Ping, o una Siri que nos deslumbró en su presentación y que ahora no pasa de anécdota. Y hay más ejemplos. Pero quitarle la razón a los puntos clave que Apple cambió y acabó implementando es de no querer ver la realidad. A quien me acuse de fanático o similares, puede escoger si le respondo el comentario desde mi Lumia 1020 o mi flamante Moto G (qué maravilla de cacharro).

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