¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, ese es el nombre que Philip K. Dick, uno de los grandes autores de la ciencia ficción, dio a la obra en la que se basó Ridley Scott para crear Blade Runner. El título de dicha novela hace referencia al deseo que los Replicantes tienen de ser humanos, basado en el vacío existencial que sienten al saberse creados por seres meramente mortales, los cuales son incapaces de responder a las Grandes Preguntas que les plantea su pensamiento.

La cinta clásica de Scott no es la única en la cual se nos presenta a un androide con la intención de ser más humano para poder experimentar los mismo que nosotros; El Hombre Bicentenario, Inteligencia Artificial, 2001 ó la reciente Prometheus son otros productos culturales en los qué se aborda desde diferentes puntos de vista la misma temática. No obstante, fuera de la ficción, la corriente principal parece llevarnos justo al extremo contrario, los humanos nos sentimos atraídos por las experiencias qué hasta hace muy poco estaban restringidas al terreno de lo fantástico y relacionadas con los robots. Es por eso que nos preguntamos ¿Soñarán los humanos con ovejas eléctricas?

Desde el auge de la digitalización, el proceso tecnológico de la electrónica de consumo no ha hecho más que acelerar. En unos pocos años hemos visto como los teléfonos se metían en nuestros bolsillos y se transformaban una y otra vez hasta convertirse en un irreconocible dispositivo que nos permite realizar casi cualquier cosa. Las televisiones han aumentado exponencialmente su definición y prestaciones a la vez que disminuían su anchura. Las pantallas táctiles, cada vez presentes en más productos, nos acercan cualquier decisión a solo un click de nuestros dedos. Sin embargo, nos encontramos en los albores de los dispositivos que realmente nos aportarán esas experiencias más que humanas, los que incorporamos de alguna manera a nuestro cuerpo y nos acompañan durante el día a día.

Nos referimos a innovaciones como Google Glass, las pulseras medidoras de nuestro ritmo diurno y la calidad de nuestro sueño, los inminentes relojes inteligentes que varias compañías planean lanzar en los próximos meses, etc. Esos dispositivos y otros muchos con los que aún no soñamos y que estarán entre nosotros antes de que nos demos cuenta son los que nos ofrecerán esa experiencia androide, algo que seríamos incapaces de realizar naturalmente, y que la tecnología nos pone al alcance de nuestra mano. Éstos pueden llegar a aumentar nuestras capacidades sensitivas, ofrecernos la información que deseemos justo delante de nuestros ojos, monitorizar nuestras actividades para conocer nuestras pautas y optimizarlas, comunicarnos con los demás de formas completamente novedosas. En definitiva, ser capaces de hacer todo aquello que hasta ahora estaba estaba restringido al campo de la ciencia ficción. Sin embargo, lo que a priori puede parecer absolutamente beneficioso nos plantea una duda, ¿hay un precio que pagar por ésto?

blade runner

Y es una duda razonable, ya que todo aquello creado por el ingenio humano es artificial, y por lo tanto nos aleja de nuestra naturaleza. Por supuesto que el progreso es positivo. Desde que el hombre comenzó a modificar su entorno para adaptarlo a sus necesidades nuestra calidad de vida global ha mejorado sustancialmente pero, ¿cuál es la frontera? ¿en qué momento dicho progreso nos aleja tanto de nuestras raíces que dejamos nuestra humanidad de lado? Como animales racionales, también tenemos ciertas necesidades que quizás sean ninguneadas por el uso cada vez más intensivo de los ingenios tecnológicos en nuestra vida cotidiana. Es algo que ya empieza a hacerse patente, en esta era de comunicación global, son cada vez más las personas que sienten una gran sensación de soledad, de incomunicación, de vacío existencial, ese mismo vacío al que hacía referencia al principio de este artículo. Un abrazo, una conversación cara a cara, un momento de descanso en el que estar desconectado del mundo, son cosas que todo el mundo necesita y parecen ser poco a poco menos frecuentes.

Esa es la pregunta abierta que pretendemos hacer a nuestros lectores, ¿avanza la tecnología más rápido que nuestra capacidad para utilizarla sin sufrir perjuicio alguno, sin que lleguemos a ser esclavos de ella? ¿Nos encontramos en un periodo de fascinación por la técnica que puede estar cegando nuestro buen juicio? Sin duda, el desarrollo de este tipo de tecnologías no ha hecho más que empezar y nosotros deberemos aprender a manejarlas sin sucumbir, pero parece haber algo que nos atrae irremediablemente a ellas. ¿Soñarán los humanos con ovejas eléctricas?

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