A lo largo de los años diferentes gobiernos han visto un filón de oro en la tecnología para obtener una serie de ingresos con los que financiar otros proyectos o sanear sus maltrechas arcas. No basta con pagar impuestos sobre el valor añadido (IVA) o de sociedades, las empresas también deben abonar tasas para obtener espectro radioeléctrico en el que operar sus servicios de telefonía móvil, por poner un ejemplo a nivel empresarial, mientras que los consumidores hemos estado abonando un canon a la tecnología para financiar de nuestro bolsillo la supuesta caída de ingresos de la industria cultura debido al uso "indebido" de la tecnología.

Leo con estupor cómo nuevamente un gobierno nacional está planeando hacer pagar a justos por pecadores. El gobierno francés estaría contemplando gravar con un nuevo impuesto del 1% la venta de smartphones y tabletas para destinar la recaudación de este canon a la tecnología a promover la creación de cultura. El gobierno de Francia espera de esta manera recaudar unos 86 millones de euros con los que cumplir con su plan de fomento de la cultura francesa, un plan proteccionista que promueve la creación de obras autóctonas para competir con las obras que llegan desde el exterior.

El plan del gobierno francés recuerda al fracasado modelo del canon digital impuesto en España por el que se nos trató a todos como presuntos piratas, con matices. El argumento sería el siguiente: los usuarios *invierten mucho más dinero en comprar el hardware** que en comprar contenidos para dicho hardware*. Por lo tanto, tenemos que obligar a los fabricantes a destinar parte de sus beneficios a la ayuda de los creadores mediante un canon a la tecnología. En España el argumento era todavía más ridículo: vamos a pagar a los autores por lo que consideramos que deberían haber vendido. ¿Quién lo considera? ¿Qué baremos se toma? ¿Qué bola de cristal decide cuanto hubiera vendido una obra?

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Este argumento francés que tan bien suena en los oidos de los políticos tiene tantos puntos flacos que resulta bastante risible el mero hecho de proponerlo. Las lagunas son enormes, y más conociendo como funciona el mercado. Voy a intentar desgranarlas una a una y a explicar por qué espero que ese tipo de políticas nunca llegue a nuestras regiones.

En primer lugar, porque toda la carga impositiva acaba sobre los hombros de los consumidores. ¿Qué me suben los impuestos? No importa, cobro más caro mi producto y mantengo los beneficios. Lo que deberían investigar los diferentes gobiernos es como evitar que empresas tan importante como Google o Apple paguen unos impuestos ridículos en comparación con sus ingresos en lugar de inventarse impuestos nuevos que casi con toda seguridad serán transladados al consumidor final.

En segundo lugar, porque se protege artificialmente productos que no deberían existir si no hay demanda para ello. A nadie se le ocurre mantener con dinero público una tienda de helados en el polo norte; por ese mismo motivo se debería dejar de mantener aquellos productos que no se sostienen por si mismos. Incentivar la producción nacional es loable siempre y cuando sean productos de calidad, no bodrios sin sentido. No es justo que yo pague un extra por mi próximo teléfono móvil para que algún enchufado de un partido político reciba dinero para hacer una película infumable o grabar una basura de disco que no compran ni sus familiares. La inversión en cultura debería ser racional y proporcionada; si no puedes costearte un elefante, cómprate un gato.

En tercer lugar, porque siempre se apoya la creación pero no el consumo. Con mi sueldo nunca seré capaz de poder comprarme un Ferrari. ¿Qué sentido tiene darle dinero a Ferrari para que fabrique más coches que no vamos a poder comprar? Puestos a incentivar la cultura, debería incentivarse el consumo, no su creación. Si me cuesta más barato ir al cine o comprar un disco lo haré más a menudo. Y si voy más a menudo irá mas dinero a la industria. Encareciéndome el coste de los productos electrónicos con un canon a la tecnología para darle el dinero a los creadores solo consigues que se creen más obras que la gente no podrá disfrutar a pesar de haberla pagado indirectamente porque le queda menos dinero a fin de mes para invertirlo en cultura.

En cuarto lugar, es una temeridad el argumento de que la gente gasta más dinero en hardware que en contenidos como excusa para imponer un impuesto de ayuda a creadores. Si algo ha logrado la tecnología ha sido precisamente acercar la cultura puesto que cualquiera se puede convertir en creador y llevar sus productos a cualquier lugar del mundo en tiempo record. El boom de tabletas y smartphones han supuesto una auténtica revolución en la que los diferentes ecosistemas han repartido miles de millones de dólares entre los creadores y numerosos son los casos de éxito entre equipos de trabajo pequeños e incluso entre personas individuales, desde estudios pequeños que desarrollan juegos para smartphones hasta escritores que se han autopublicado en Amazon. Pero para ello el producto tiene que acompañar y ser de calidad, no basta con tener buenas relaciones con la administración de turno y que esta nos financie el primer bodrio que se nos pase por la cabeza.

Imagen: kodomut (Flickr)

Internet y los dispositivos inteligentes no terminan de librarse de seguir el rastro de otras industrias más antiguas y caducas como la televisiva, repitiendo los mismos errores que están llevando a la ruina a sectores muy importante de la industria del entretenimiento. En varios paises europeos como Alemania o Reino Unido se financia la televisión pública gracias a impuestos especiales por la tenencia de televisores. Francia pretende trasladar esa filosofía al mercado de smartphones y tabletas a pesar de ser dos cosas completamente diferentes con una accesibilidad para creadores y posibilidades de monetización diametralmente opuestas.

Son loables todos los intentos por parte de las autoridades de proteger e incentivar la creación de obras por parte de los artistas locales. Lo que no se puede pretender es mantener de forma artificial a aquellas personas cuyo talento no lo merezca y mucho menos a costa de un mercado como el nuestro en el que los usuarios ya tenemos bastante con esquivar smartphones inflados de precio, infraestructuras defectuosas y tarifas abusivas.

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