Desde la aparición de los grandes monstruos de la Magnum, como hemos visto en el artículo anterior, muchos han sido los que han seguido sus pasos, aunque quizás nadie ha superado su mítica figura. Ellos fueron los que sentaron las bases y el futuro de la fotografía. Y hoy la mayoría intentan seguir su senda, aunque afortunadamente siempre se pueden encontrar nuevos caminos.

Como Willliam Klein, que huye por completo del instante decisivo. Busca el momento más “indecisivo”, pero integrándose de lleno en la fotografía, siendo parte de ella.

William Klein hizo tabula rasa del humanismo clásico de Cartier Bresson. El mundo había cambiado mucho y era totalmente consciente de las guerras y los desastres. El preciosismo carecía ya de sentido. En 1956 publicó su pensamiento fotográfico New York, reflejo perfecto del caos de la metrópolis, aspecto fundamental de su estilo, más parecido a las imágenes de las revistas populares que a los fotógrafos-testigos.

Todo queda incluido en la imagen, la luz natural y la artificial, la arquitectura y los dramas o alegrías personales. Fotografía el desorden sin transformarlo. Es más, en algunos momentos lo acentúa con el uso deliberado del angular, que deforma la imagen sin compasión.

Para él, la fotografía es

una descarga de energía, algo sensual y violento.

A raíz de este pensamiento se explica que en sus trabajos abunde el desenfoque, la casualidad, el flashazo, el movimiento... no obstante fue uno de los primeros bautizados como miembro de la Street Photography.

Su manera de trabajar resulta muy interesante. Primero recoge toda la información que sea capaz sobre la historia en la que va a trabajar. Luego en la calle se mueve como un reportero, integrándose con todo lo que pasa. Se le podría confundir con un personaje más. No piensa en el encuadre, en la composición o en la exposición. Vive mas que piensa.

Una de las cosas que aprendí de Léger fue el gusto por el proceso mecánico y también por la idea de que todo está bien y sirve.

Fue pintor (otro más) en Europa, y la vuelta a su Nueva York natal con su sufrida Leica le dio por primera vez un fin a sus fotografías, sus anti-buenas fotografías basadas en disparar sin apuntar, encuadrar al tun tun, exagerar el grano y el contraste, ampliar con desmesura y, en general, pasar todo el proceso fotográfico por la batidora. En definitiva, hacía todo lo que lo dicen que no hay que hacer, pero con una diferencia, a él le sale todo bien.

Cristina García Rodero es radicalmente distinta en lo que respecta a la técnica de William Klein. Sin embargo, se informa tanto o más de lo que fotografía, y digamos que se implica aún más. Vive y siente fotográficamente. Sabe tanto de técnica que se le olvida a la hora de hacer su trabajo. Durante cerca de dos décadas estuvo documentando todas las fiestas de la piel de toro, con su cámara al hombro, lejos de su hogar, superando todo tipo de dificultades (no hay que olvidar que empezó en los años 70) para plasmar los aspectos más antiguos y desconocidos de la España que tanto echo de menos cuando estuvo becada en Florencia.

Fruto de ese trabajo salió a la luz España oculta, uno de los libros claves de la fotografía española. Es duro y cómico, o como dice ella, a modo de conclusión

El español es un pueblo que pasa de la risa a la tragedia fácilmente.

Su estilo se podría definir como antropológico y artístico, a la manera de los pioneros del siglo XIX, que documentaron la esencia de sus respectivos países, mezclado con un sentido homenaje a los maestros pintores y escritores del 98 (homenaje, nunca copia).

Hacer una fotografía es como un combate de boxeo. Tienes que saber dónde dar el golpe y ser más ágil que el tiempo al que tienes que vencer. Con la fotografía, vences a la muerte ganándole los momentos importantes.

Pero no se ha quedado estancada. Su investigación le ha llevado a recorrer el mundo (Grecia, Portugal, Italia, Francia, Georgia, Estados Unidos...) buscando fiestas y tragedias, semanas santas y campos de refugiados. Hoy está metida de lleno en un proyecto impresionante: las contradicciones entre la espiritualidad y la carnalidad de los ritos, ya sea en España o en Haití. Ella siempre nos fascina con su estilo.

Dentro de la historia de la fotografía hay muchas figuras. Una de las más grandes, desde luego, es Robert Frank, del que ya hemos hablado aquí. Más adelante hablaré de otros movimientos, fotógrafos como Horacio Coppola, Sergio Larraín, James Nachtwey... He terminado esta breve introducción a la historia. Pero quedan muchas cosas por conocer, y si queréis, las iremos viendo juntos.

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