Seguimos avanzando por el tiempo en esta introducción a la historia de la fotografía, al abc para conocer lo que hicieron antes que nosotros.

En la historia del arte los grandes creadores siempre tardan en aparecer. Los fotógrafos que han marcado a todas las generaciones posteriores nacieron a principios de siglo. Cartier-Bresson nació en 1908, Weegee en 1899, Man Ray en 1890, Brassaï en 1899, Bill Brandt en 1904... Y así haríamos una larga lista de aquellos hombres y mujeres que han creado la memoria visual del s. XX. La fotografía alcanzó su edad de oro muy pronto. Casi cuando estaba pañales alcanzó cotas de popularidad imposibles para otros medios expresivos. Tal vez porque todo el mundo se siente capaz de coger una cámara, y hay mayores posibilidades de descubrir nuevos talentos.

Man Ray, americano y anarquista convencido, fue uno de los miembros mimados de la revolución surrealista. Nunca le expulsaron, aunque hubo sobrados motivos para ello, pues algunos por mucho menos, estaban fuera ipso facto, como Dalí en 1941. Bretón ordenó la expulsión del español, por considerar que el retorno de Dalí al clasicismo era simplemente "retórico y académico". A la expulsión, Dalí respondió:

No podéis expulsarme del Surrealismo porque yo soy el Surrealismo.

Podría hablarse de un fotógrafo humanista, en el sentido de que era un investigador de la imagen. Tenía una excelente base de pintor que le sirvió para desarrollar algunas de las ideas más originales que nunca tuvo:

Pinto lo que no puedo fotografiar, los productos de la imaginación, y fotografío lo que no quiero pintar, las cosas con experiencia propia.

A la fotografía llegó por necesidades profesionales. Sin embargo vio muchas posibilidades de expresión, en particular relacionadas con la pintura:

  • Cliche-verre: exponer un negativo de cristal y rayarlo posteriormente. Era una técnica ya utilizada en 1820 por Corot, Delacroix, y Millet. Sus primeras obras datan de 1917.
  • Largas exposiciones: Man Ray empezó a ser un famoso retratista. Una vez tuvo una sesión con la marquesa Casati, una poetisa. Por una serie de circunstancias tuvo que trabajar con luz natural. Como resultado salieron las imágenes movidas. A la marquesa, sin embargo, le gustaron pues vio reflejada su personalidad.
  • Rayogramas: en 1921, fruto de un accidente en el laboratorio, redescubrió los fotogramas de Talbot. Reveló por equivocación un papel que todavía no había sido expuesto. Como no salía nada, lo sacó, colocó unos objetos encima y dio la luz. Su silueta quedo grabada. El proceso gustó tanto a los surrealistas, que editó, en 1922, Los campos deliciosos.
  • Efecto Sabattier: también conocido como solarización, consiste en la reexposición de un negativo o una copia durante el revelado. Provoca la inversión de los tonos y genera un borde negro a lo largo del contorno de la imagen.

Sus fotografías se siguen admirando, y alcanzan grandes precios en las subastas. Su fotografía El violín de Ingres es uno de los iconos del siglo pasado.

De Henri Cartier-Bresson ya hemos hablado en otro artículo. También fue pintor antes que fotógrafo, y desde sus comienzos sintió más inclinación por expresarse con pinceles en vez de con la plata. No deja de ser llamativo que al final de sus días volvió a pintar y abandonó su Leica. Verle disparar, en las grabaciones que se conservan, es disfrutar de un bailarín en el momento cumbre de la coreografía. No creía en el disparo ciego, fruto de la casualidad -nunca hizo fotos como Joan Colom, por ejemplo, que escondía la cámara en su brazo cuando disparaba a las prostitutas en Barcelona-, él creía en una fotografía perfecta donde las líneas imaginarias que forman la composición estuvieran grabadas en oro.

La composición no se hace gratuitamente, sino que responde a una necesidad, y no se puede separar el fondo de la forma. En fotografía, nos encontramos con una plástica nueva, que está en función de unas líneas instantáneas; trabajamos inmersos en el movimiento, en una especie de presentimiento de la vida, y la fotografía debe captar, en dicho movimiento, el equilibrio expresivo.

Todo tenía que estar perfectamente colocado aunque fuera parte del mundo real. Así se entiende que una de las más famosas fotos de Martin Munckacsi, unos niños corriendo sin control hacia el agua,  fuera la primera fotografía que le emocionó. Hay que recordar que la máxima del fotógrafo húngaro era:

Piensa mientras dispara.

Y esa filosofía la siguió en todas y cada una de sus fotografías. Con una enorme ventaja, Cartier Bresson fotografiaba como todos respiramos. Su influencia llega hasta hoy. Hay varios estilos, pero el más reconocible y al que aspiran la gran mayoría de los que tienen una cámara en las manos es el cartierbressoniano, si se me permite el neologismo, donde las expresiones son las justas, las formas están compensadas unas con otras y todo, absolutamente todo, parece hermoso. Lo triste es que es mentira. Pero nos lo creemos.

Nadie ha influido más al imaginario colectivo sobre lo que es una fotografía hermosa. Haced la prueba. Enseñad a diez personas por la calle la obra Detrás de la estación San Lázaro y cualquier página de Los americanos de Robert Frank. Cartier Bresson sabía lo que hacia.

 

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