El mundo digital ha traído muchas ventajas y facilidades al fotógrafo, ya sea aficionado o profesional, o a esa nueva categoría que se ha dado en llamar prosumer. Pero no todo son ventajas, pues el tema del color es uno de los grandes problemas que se plantean a la hora de conseguir resultados aceptables.

El problema del color en el mundo digital es muy fácil de entender. Todos sabemos que el color se define, como todas las cosas de este entorno, como una sucesión de unos y ceros, en bits. El rojo puro se puede leer como 10010010, y este lenguaje lo entiende la cámara, la pantalla del ordenador, la impresora, el escáner... pero el problema surge cuando descubrimos que cada dispositivo forma el color de una manera distinta. La cámara crea el rojo a partir de la matriz Bayer que le han incorporado al sensor; en la pantalla vemos el rojo gracias a la estimulación eléctrica que reciben los fotodiodos, a más luz, más estimulación; la impresora crea el rojo a partir de la combinación de tintas que se depositan sobre el papel. Todos los dispositivos ven el color, pero lo entienden de manera totalmente distinta. Nunca sabemos qué rojo están viendo.

Y es aquí cuando entra la gestión del color. Su función es hacer que todos los dispositivos vean el color de una forma predecible. Desde que se toma la fotografía con la cámara hasta que sale por la impresora casera o el laboratorio industrial. Y esto es lo que vamos a explicar aquí, con la mayor sencillez posible.

Hay multitud de conceptos, de formas de entender las cosas, lo que provoca la confusión generalizada del tema. Intentaremos seguir un esquema lógico, basado en la práctica más que en la teoría, para poder decir que lo que se hace consigue los resultados esperados. Empecemos.

Cuando la fotografía se registraba en un carrete, el color casi no representaba ningún problema, pues existía un “acuerdo” sobre cómo revelar dicho negativo. Había unas listas y un código impreso en la película que especificaba tiempos, temperaturas, agitación... Si estas directrices se seguían a rajatabla, el resultado era perfecto. Pero en la era digital ese  “acuerdo” se olvidó, y dio lugar a numerosos problemas que ahora estamos intentando solucionar.

Veamos gráficamente la cuestión. Un verde concreto (0,250,0) visto por tres dispositivos distintos, pero que están obligados a entenderse: la cámara, el monitor y la impresora. El último es el color real:

Parecen colores distintos, cuando es el mismo. En los inicios de la fotografía digital, ningún fotógrafo debió intervenir para avisar a los ingenieros informáticos sobre la caja de Pandora que iban a abrir. Un mismo número (no podemos olvidar que el color digital no es más que eso) se ve de manera distinta según el medio en el que se represente. La gestión de color iguala el color entre dispositivos.

El color se puede definir como un conjunto de números (255,0 ,0) dando lugar a los modos de color, que nos dan una estructura de colores, pero no una escala:

  •  Lab: es un modelo de color fijo, independiente de dispositivo, abstracto e ideal; un intento de ajustarse a todos los colores que apreciamos por naturaleza. Está compuesto por una canal de luminosidad y otros dos de color, el a y el b. El canal de luminosidad va del 0 (negro) al 100 (blanco); el canal a comprende los colores entre el rojo (valores positivos) y el verde (valores negativos); el canal b comprende del amarillo (positivo) al azul (negativo). Es utilizado como nexo de unión entre un modo de color y otro.
  •  RGB: es un modelo de color aditivo basado en los tres colores primarios: rojo (R), verde (G) y azul (B). La suma de los tres da blanco, pues es el resultado de la luz emitida por los monitores, cámaras o proyectores. Así, el blanco puro se define con tres bytes (8 bits cada uno): 255, 255, 255; y el negro puro como 0, 0, 0. Es el modo por defecto de las imágenes digitales.
  • CMYK: modo de color substractivo de cuatro canales: cian, magenta, amarillo y negro. La suma de los cuatro da negro, su ausencia, blanco. Es el modo de color de las impresoras. Es mucho más limitado que el modo RGB.

Los modos de color de los que hemos estado hablando son muy amplios, y al ser dependientes de dispositivo (RGB y CMYK), pueden estar definidos y descritos precisamente, dando lugar a los espacios de color, es decir, la paleta de colores de dicho dispositivo. El espacio de color permite relacionar valores concretos con determinados colores.

Pero surge otro problema. Cada monitor, por su construcción, interpreta el espacio de color a su manera. Para evitar esto, las empresas del sector crearon los conocidos espacios de trabajo: abstractos, independientes de un dispositivo concreto, que son usados como punto de encuentro, unificando los criterios. Son los espacios sRGB, Adobe RGB (1998), ProPhoto RGB,... Elegir uno u otro es una de las claves en este meollo; son la descripción de un espacio de color:

  •  sRGB: es el espacio de trabajo más reducido. Por el poco tamaño que ocupa se ha convertido en el estándar de internet. Creado en 1966, destaca por ser la media del comportamiento de un monitor medio, incluso sin calibrar. Por su pequeño tamaño, es precisamente el más homogéneo.
  •  Adobe RGB (1998): presenta una gama de colores mucho más amplia, casi en el límite de los mejores monitores del mercado. Su mayor información permite editar imágenes con transiciones más fluidas, sin escalones.
  •  ProPhoto RGB: es tan grande que tiene colores que el ojo humano no puede llegar a ver. Se suele utilizar con grandes archivos de 16 o 32 bits por canal. Su excesiva calidad puede suponer un gran problema a la hora de editar, pues trabaja con colores invisibles para nosotros.

Y para terminar de complicar las cosas, aparecen los perfiles ICC (International Color Consortium), que son espacios de trabajo dependientes de un dispositivo concreto, describen exactamente de qué manera entiende el monitor (o la cámara, o el escáner...) los colores que puede representar. No son los únicos, pero sí los más comunes.

La gestión de color se encarga de leer  los espacios de trabajo de cada dispositivo donde se saca, contempla o imprime la fotografía para conseguir que durante todo el proceso ese rojo del principio sea siempre lo más parecido posible.

Para resumir, el color digital se define gracias al modo de color. Éste se traduce a un espacio de color, que asigna una posición al color. Los dispositivos tienen espacios de color concretos, los espacios de trabajo; y para cada dispositivo tienes que crear una descripción de su espacio de trabajo particular, el perfil ICC.

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