Una de las facetas más grises del sector tecnológico, bajo mi punto de vista, es el mundo de las patentes que, al final, se terminan convirtiendo en armas arrojadizas entre una empresa y otra cuando se enfrentan en la sala de un tribunal. Una de las consecuencias de las adquisiciones de empresas es la suma de las patentes que tuviese la empresa que se acaba de adquirir, algo que también ocurre cuando se liquida una empresa y se venden estos activos. Precisamente, Google acaba de hacerse con los últimos activos que tenía el desaparecido buscador Cuil, que cerró hace un año y medio, obteniendo las patentes que poseía.

Cuil era un buscador que vio la luz el 28 de julio de 2008 de la mano de tres antiguos empleados de Google (Anna Patterson, Russell Power y Louis Monier) y un ex-empleado de IBM (Tom Patterson) que se unieron para desarrollar un motor de búsqueda que ofreciese muchos más resultados que los de la competencia. Al final, a pesar de las buenas intenciones, el 17 de septiembre de 2010 el servicio cerraba sus puertas.

Google se ha hecho con las siete patentes que Cuil había registrado y que giraban en torno a interfaces de usuario y a la mejora de los resultados de búsqueda cuando las palabras clave o frases tienen múltiples significados. Y aunque se pueda pensar que Google ha adquirido patentes relativas a algoritmos de búsqueda que permitan mejorar el desempeño de su buscador, las patentes de Cuil se centran en el interfaz del usuario únicamente y en la presentación de la información.

Curiosamente, desde el cierre de Cuil en 2010, Anna Patterson volvió a trabajar en Google con un puesto de dirección en un intervalo de tiempo en el que hemos visto cómo el interfaz de usuario del buscador de Google ha ido cambiando y en el que se han añadido imágenes, noticias o la marca social que va dejando Google+ en los resultados de búsqueda.

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