Hemos vivido esta historia decenas de veces, aunque cambie el nombre los protagonistas. Empresa A demanda a empresa B y esta última contrademanda para defenderse y así poner obstáculos en el camino legal. El problema es que esta dinámica a veces llega a generar una espiral de procesos difícil de desenredar. Ocurrió en el pasado entre Apple y Nokia, enfrentamiento que se saldó mediante una buena suma de dinero pagada por los primeros a los finlandeses, y es lo que está sucediendo ahora entre Apple y Samsung. Si recordáis la madeja la inició la empresa de Cupertino denunciando a la coreana por copiar sus productos.

Como resultado, un juez autorizó a Apple a acceder a los prototipos de tablets y móviles sobre los que Samsung estaba trabajando. Luego fue la propia coreana la que devolvió el golpe con una solicitud similar, la de examinar los próximos modelos de iPhone y iPad, y en último término la empresa de la manzana demandó a Samsung en su propio territorio, es decir Corea del Sur. Parece que este último movimiento no ha gustado nada dentro del gigante tecnológico asiático.

Tomemos en cuenta que lo que Apple está solicitando en esta nueva causa es que deje de vender y producir su línea de productos con pantalla táctil y sus tabletas electrónicas en el mercado local por violación de patente así como una pequeña compensación económica de 100 millones de wones, es decir, 65 mil euros.

Sin embargo, la retirada de demanda de Samsung no debería verse en este caso como un paso atrás, sino una forma de retomar el proceso en otros frentes o causas abiertas. Y es que actualmente el litigio entre Apple y Samsung está abierto en al menos cinco países: Alemania, Reino Unido, Estados Unidos (el estado de California), Corea del Sur y Japón. Por tanto, no, no estamos viendo el final de la batalla legal entre las dos empresas, sólo se trata de un estado más. ¿Alguien se atreve a adivinar el final de la película?

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