El cierre de la trilogía de la nueva Lara Croft llega justo en el momento perfecto para la saga, que repite fórmulas vistas en las entregas anteriores pero nos ofrece la historia mejor traída desde que en 2013 Crystal Dynamics volviera a poner a Lara Croft en el lugar que se merecía dentro de la industria del videojuego. Y es que Shadow of the Tomb Raider llega al mercado igual que lo que ofrece: sin mucho bombo y platillo pero haciendo las cosas bien. Si bien es cierto es que la evolución de esta nueva trilogía ha sido lenta, sus desarrolladores han tratado a una de las figuras más importantes del videojuego con el mimo que se merece, pasito a pasito.

El título de 2013 llegaba con una suerte de sandbox pasillero que ha demostrado un valor sin precedentes para la acción en tercera persona. Por mucho que Tomb Raider haya permanecido en un segundo plano, el juego ha sido alabado por jugadores y por la crítica, y bien ha servido de influencia para el que está considera el rey del género.

No podemos sino ver influencias del modelo de juego de esta trilogía dentro del triple A en el último capítulo de Uncharted: el Legado Perdido, que bebe más del encapsulamiento de Crystal Dynamics, de pequeños mundos con vida propia en los que movernos libremente, que de sus antecesores. God of War también repite la fórmula del primer Tomb Raider, que como hemos dicho no innovó, pero sí supo marcar una línea que han venido siguiendo este tipo de títulos desde su lanzamiento.

Ahora y con llegada de Shadow of the Tomb Raider es cuando nos encontramos en la encrucijada: la fórmula irremediablemente funciona, y el sandbox guiado convierte la experiencia en algo tremendamente ameno, pero también copia milimetro a milimetro la fórmula de sus antecesores y refuerza este extremo con la inclusión de cambios en las pistas para dar la ilusión de nuevas mecánicas.

Las sensación principal es que, como si de una trilogía del cine rodada a la vez se tratase, Shadow of the Tomb Raider sigue bailando con los compases del pasado, hilándonos al desenlace de una Lara que ha madurado más que sus juegos, pero a los que, esté incluido, no se les puede sacar ninguna pega en lo jugable. Si acaso, un reproche de no arriesgarse lo suficiente para ofrecernos algo más que un punto y final a este viaje que empezó en 2013 el mar del japón y que termina en la selva más peligrosa de centroamérica.

En este punto, y dejando de lado por pormenores de la historia, todo el que haya jugado a las entregas anteriores se va a sentir tremendamente cómodo con esta entrega. Repite todos los elementos que daban personalidad a los juegos anteriores, desde la gestión del inventario hasta los árboles de habilidades, pasando por el desarrollo de la historia o la forma de movernos por el mundo de Tomb Raider.

Quizás una cosa que me ha llamado la atención es que los combates se han suavizado en número y en escalada -sin perder espectacularidad- a favor de una mayor preponderancia del sigilo (las influencias del Shadow) y que casa mejor con la historia que quiere contar. Lógicamente, sigue habiendo tintes de disonancia ludonarrativa que ha acompañado a lara desde la primera vez que pone en su mano el arco del primer juego, pero sin duda, las diferencias entre lo que hace y siente el personaje casan mejor con lo que vemos en pantalla.

Esto tiene que ver directamente con el desarrollo del juego y la personalidad de Lara, ahora mucho más madura y más centrada en su papel, lo que se traduce en una historia un tanto más oscura, menos fantasiosa y pegada a la realidad. Al menos todo lo cercano que puede ser un cuento de artefactos místicos precolombinos, sacrificios humanos y eclipses de sol, pero sin duda es una mejora respecto a lo que nos contaba el primer título y que terminó aterrizando mejor la narrativa de la película de Vikander que el apartado jugable, que repitió de nuevo Rise of the Tomb Raider y sus inmortales de una ciudad de hielo.

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Lógicamente sería burdo para el jugador creer que vamos a meternos en una historia realista, pero se agradece que en Crystal Dynamics se haya tomando más en serio este apartado que termina encajando mejor con la Lara de la nueva trilogía y con el mundo que se pone ante nosotros. Sea como sea, la maduración de la trilogía es obvia, Shadow of the Tomb Raider es el cénit de Lara y una forma de resarcirse de la imagen proyectada con los juegos clásicos.

Quizás las comparaciones con otros grandes títulos sean injustas, pero lo cierto es que, por mucho de que la eterna comparación con Uncharted sitúe en una situación complicada a Lara, Shadow of the Tomb Raider pone el listón suficientemente arriba como para competir con lo mejor del género, y sobre todo con sus antecesores. Si bien, como venimos diciendo, la fórmula es de sobra conocida, los matices que podemos sacar de este nuevo título, y los cambios sutiles en las mecánicas constituyen valor suficiente como para ponerlo en lo más alto de las listas, al menos hasta que haya un nuevo reboot. Cambios en los ajustes en la dificultad del juego, como ocultar pistas o puzzles cambian la forma de jugar y sirve como un pretexto especial para dotar al juego de un mayor realismo. De nuevo, cambios sutiles pero que tienen un gran impacto en lo que percibe el jugador.

Si que hemos echado de menos en este cierre episódico un poco de más cinematografía que diese algo más de épica a la gesta, más en un mundo tan bien construido y con una historia tan ampliamente elaborada comparada con sus antecesoras. Al fin y al cabo, sus creadores se han asegurado que sus jugadores reciban lo que esperan, y por tanto, este punto está de sobra cumplido.

La iconografía, los cambios en Lara y la evolución de la narrativa son parte suficiente como para justificar la obra, y desde luego, sobresalen respecto a los de las entregas anteriores, por mucho de que efectivamente no suponga un salto de gigante. El combate se ha refinado, los puzzles, tumbas y secretos son más habituales, y la misiones secundarias proponen algo más que hacer de Lara una recadera sin sentido.

Este cóctel es la receta perfecta para que Shadow of The Tomb Raider sea la evolución lógica del juego, el pequeño paso adelante que si bien no supone un salto generacional, es suficiente para que nos tenga unas cuantas horas entretenidos y como bloque de cierre a una trilogía que, pese a sus peros, siempre ha sabido estar muy por encima de sus predecesores.

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Conclusión

Shadow of the Tomb Raider es la evolución de lo que habíamos visto hasta ahora. No arriesga en nada, pero tampoco falla en lo que a producto lúdico y autocomplaciente se refiere. Los títulos anteriores ya eran buenos de por sí solos, y a esta nueva entrega solo se puede achacar una repetición de una fórmula que, aunque se maneja bien dentro de su zona de confort, un poco más de riesgo al nivel de su protagonista, no le hubiera venido mal.

Visualmente es una obra sobresaliente, y los cambios en su narrativa, el pulimento de sus combates y en general, la redención en la personalidad de Lara, lo convierten en un imprescindible para los amantes del género, y puede medirse de tú a tú con los puestos más altos del podio. Shadow of the Tomb Raider no hace nada que no hayamos visto antes en la trilogía, pero esto no quiere decir que cada uno de sus elementos sean notables por sí solos, y suficientes para que cualquier amante del videojuego pueda disfrutarlos en la medida que se merecen.

Pros

  • Apartado gráfico.
  • Ambientación y banda sonora.
  • Cambios en la personalidad de Lara.
  • Ajustes por separado de dificultad para combates y puzles.
  • Posibilidad de usar las voces nativas de latinoamérica, un detalle muy destacable.

Contras

  • No innova en a hora de estructurar la narrativa.
  • Al igual que Uncharted, sigue abusando de la disonancia ludo
  • narrativa, aunque en menor medida que la primera entrega.
  • Repite los sistemas de nivel y mejora del personaje.
  • Se echa de menos más contenido opcional, que llegará en forma de DLC.

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