Poco más de medio año después de la llegada de Dishonored 2, Arkane Studios nos hace llegar PREY. Esta secuela, mantiene el nombre pero no la esencia del original, es una mezcla de referencias que termina resultando en una gran y tensa aventura. La progresión de Arkane Studios es una de esas sobre las que gusta hablar. Fue en 1999 cuando Raphael Colantonio fundaba el estudio en 1999 para ponerse inmediatamente a trabajar en Arx Fatalis, un cumplidor RPG de acción que lanzaron tras tres años de desarrollo. Poco después llegó el título que sirvió para ponerlos en boca de los aficionados del género, cuajando con Dark Messiah of Might & Magic un RPG tremendamente dinámico, con un sistema de combate que poco tendría que envidiar a los títulos del género que llegan hoy en día a las tiendas.

Pero, en cambio, no fue hasta hace apenas cinco años cuando todo el mundo situó en el mapa a los chicos y chicas de Arkane Studios, gracias a ese sobresaliente Dishonored que nos llegó de la mano de la rama publisher de Bethesda. Y fue hace apenas unos meses cuando su todavía más pulida y perfeccionada secuela pisaba las tiendas. Tras un inicio prometedor y varios años realizando desarrollo de apoyo en proyectos como Bioshock 2 y World at War, el estudio estaba en boca de todos por sus propias ideas.

Por esa misma progresión y las hechuras de equipo mediano de Arkane Studios, nos sorprendió encontrarnos con que eran los encargados de desarrollar ese nuevo Prey que muchos llevaban años esperando. Ahora bien, desde su misma presentación quedó claro que, lejos del Prey 2 del que supimos hace largo tiempo, este reboot tendría una conexión prácticamente inexistente con el Prey original, desarrollado por Human Head Studios y lanzado en 2006.

Y ahora, sin que uno pueda explicarse muy bien cómo un estudio relativamente pequeño ha podido desarrollar en paralelo dos proyectos de la envergadura y calidad de Dishonored 2 y PREY, tenemos en las tiendas un gran heredero, pese a su independencia, de dicho nombre. Aquí no hay indios ni portales (sí, el primer Prey los incluyó antes que el propio Portal) pero, en el fondo, nos encontramos con un inmersive sim de manual que poco o nada tiene que envidiar a los mejores del género.

Desde el estudio citan múltiples influencias, siendo algunas evidentes e innegables desde el minuto uno, como System Shock (y, por ende, Bioshock). Hablan también de LOST, Moon o hasta la obra de Lovecraft. Y también hay mucho de Deus EX, Metroid Prime y hasta Dead Space. Pero detrás de todo ello hay una entidad propia, no una amalgama de referencias.

Y es que si una cosa tiene el comienzo de PREY es personalidad. Las alrededor de dos horas que sirven a modo de introducción (se puede probar la primera en la demo disponible en PS4 y Xbox One) son un ejercicio de estilo encomiable, situándonos a la perfección en el año 2032 de una realidad en la que J.F Kennedy no fue asesinado y dejando entrever, desde el minuto uno, grandes aspectos del conjunto como una interfaz de usuario tan inmersiva como eficiente o ciertos cortes musicales, de distintos estilos y tonos, absolutamente geniales.

Al ponernos en la piel de Morgan Yu (pudiendo elegir sexo masculino o femenino) se nos encomienda la misión de viajar a la Talos I, una estación espacial de corte Neo Decó que hace las veces de segundo protagonista del título ya que, igual que ocurriera en System Shock o Dead Space, tendremos que recorrer la nave de arriba a abajo con tal de avanzar en la trama principal y cumplir las tareas secundarias.

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E igual que en el juego de Visceral Games, la sensación de incomodidad y la obligación de estar alerta serán una constante durante las hasta cuarenta horas que nos puede llevar completar el juego en su totalidad. Y es que, y aquí está uno de esos ingredientes únicos e intransferibles, entran en juego los mímicos; esta suerte de alienígenas, vistos ya en decenas de vídeos promocionales, son la principal amenaza de PREY.

Son varios los tipos de mímicos que podremos toparnos, como el Tifón, pero lo que los convierte en un enemigo tan llamativo es su capacidad de convertirse en casi cualquier cosa con tal de pasar desapercibidos. Hay videojuegos que cambian nuestra forma de jugar mediante estímulos o amenazas y, en este caso, en pocas horas os veréis recorriendo la Talos I desconfiando y analizando cada taza, papelera o silla.

Para acabar con ellos, el juego nos ofrece distintas herramientas: desde un arsenal algo escueto pero en el que encontramos utensilios tan únicos y satisfactorios como la granada recicladora o el rifle GLOO hasta los neuromods, que funcionan como las habilidades de Dishonored, o la posibilidad de fabricar munición y otras piezas de equipamiento con las partes que encontremos por el escenario.

Y es que, igual que en el clásico System Shock, el backtracking y el recorrer de arriba a abajo la Talos I es una parte inherente a la experiencia. Es cierto que podremos terminar la trama principal, sumamente interesante en origen pero que pierde algo de fuelle, en no más de diez o doce horas pero son muchas las tareas secundarias que nos podrán mantener ocupados durante mucho más tiempo. Y lo bueno de PREY y su universo es que consiguen que, por el mero hecho de aprender más de todo aquello que nos rodea, queramos afrontar cualquier misión adicional.

Es una pena, eso sí, que el combate no esté a la altura del conjunto y sea uno de los aspectos que más cojea. En los tiroteos será difícil saber cuándo nos están hiriendo y los disparos no tienen el peso o las sensaciones que debería tener un buen FPS pero, por suerte, esto lo compensa la variedad de formas de afrontar que enfrentamiento, muchos de ellos inesperados, con nuestros rivales.

Conclusión

En Arkane Studios no han tenido ningún reparo en reconocer que son muchas y muy diversas las referencias de PREY. Y es cierto que, en ocasiones, uno no puede dejar de pensar en otros títulos como System Shock 2, Half-Life 2 o Dead Space mientras avanza en la aventura pero, poco a poco, a golpe de buen diseño y de buenas ideas como los mímicos, ciertas armas a las que tenemos acceso o el diseño de la Talos I que recorremos, PREY termina siendo un notable inmersive sim con identidad propia.

Las sensaciones finales, eso sí, son las de no haber puesto toda la carne en el asador a nivel de guión o en aspectos como el combate. Nada que empañe un juego más que notable con espacio para convertirse en una franquicia con un tremendo potencial que, esperemos, tenga una mejor recepción a nivel de ventas que el excelente y reciente Dishonored 2.

Pros

  • La Talos I y su diseño contenido pero intrincado.
  • La banda sonora, mezcla de estilos, es espectacular.
  • Sabe mantener en tensión constante al jugador.
  • Ideas frescas como el poder de transformación o el rifle de pegamento.

Contras

  • El combate podría estar mejor resuelto.
  • El guión se desinfla en la recta final.
  • Ciertos modificadores parecen no tener demasiado sentido.

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