De la transición del Mac hacia los procesadores con tecnología de ARM llevamos hablando durante años. El evidente éxito que Apple ha ido cosechando con los procesadores de la serie A en los iPhone y, sobre todo, en los iPad hacía inevitable imaginar cómo sería un ordenador de la marca en el que el cerebro no fuese un chip de Intel.

Desconozco en qué momento exacto decidió Apple explorar seriamente la idea de un Mac con tecnología de ARM. Pero, desde fuera, recuerdo un momento en particular en el que las piezas del puzzle comenzaron a encajar por sí solas. Ese momento fue el 30 de octubre de 2018, cuando Apple presentó en Nueva York un nuevo iPad Pro y relanzó el MacBook Air tras dejarlo en barbecho durante tres años.

Aquel iPad Pro supuso un antes y un después para el segmento de tablets de la marca. No solo trajo consigo un nuevo diseño que, posteriormente, se extendería a los iPhone 12. También abrió la puerta al conector USB-C que tanto demandaban algunos clientes, trajo consigo una serie de accesorios magnéticos (como el Apple Pencil y el Smart Keyboard Folio) e integró el sistema Face ID para el desbloqueo facial, entre otras cosas.

Pero lo más sorprendente de aquel iPad era el poderoso chip A12X Bionic que habitaba en su interior. Lo que Apple había logrado con ese SoC era, por aquel entonces, mágico. En pruebas como Geekbench, el SoC obtenía unas puntuaciones similares a las del MacBook Pro de 13 pulgadas de mediados de 2018 con el procesador Intel Core i7. Y, por si eso fuera poco, el A12X Bionic también era más eficiente energéticamente y podía prescindir del ventilador.

En paralelo, Apple revivió el MacBook Air, que había quedado en el olvido durante tres años. Este adoptó un nuevo diseño, se mejoraron todos sus componentes internos (procesador, memoria, etc.) y, además, trajo de vuelta el ventilador, un elemento que Apple decidió retirar del MacBook de 12 pulgadas –llamado a ser el sucesor del MacBook Air–.

Dicho MacBook, recordemos, era una máquina completamente silenciosa, muy delgada, casi sin puertos y sumamente liviana. Era un producto del futuro, en cierto modo. Y, para hacerlo posible, Apple recurrió a una nueva gama de procesadores de Intel que generaban muy poco calor, consumían muy poca energía y podían funcionar sin ventilador –lo cual era fundamental para adelgazar el chasis–.

Pero Apple, en ese intento por diseñar el ordenador del futuro, se topó con una importante limitación: los procesadores de Intel. La gama de chips que Apple montaba en el MacBook de 12 pulgadas podía funcionar sin ventilador, sí, pero, como explicamos en su momento, necesitaban dar un paso hacia delante en rendimiento para terminar de convencer a los consumidores.

En las generaciones posteriores, la situación mejoró, pero quizá no tanto como se deseaba. Y entonces, en 2018, llegó la renovación del MacBook Air, con un precio un poco más económico, muchas de las innovaciones que introdujo el MacBook de 12 pulgadas y, además, un ventilador que oxigenaba el interior e incrementaba el rendimiento de la máquina. Con él, Apple construyó una máquina más capaz, pero tuvo que dar un pequeño paso hacia atrás en su concepto original. Esto supuso una derrota para el MacBook de 12 pulgadas, que, tras quedar sin rumbo, fue retirado del catálogo meses más tarde.

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Este movimiento, como decía, se produjo en el mismo evento en el que Apple maravilló al mundo con el iPad Pro y su procesador A12X Bionic, el cual, además de ser súper potente, no requería ventilador y consumía poca energía. Eran las dos caras de la moneda. Mientras que una nueva generación ilusionaba con su rendimiento y eficiencia, la otra se resignaba a recuperar el ventilador para solventar sus limitaciones.

Las piezas, tras ese evento, comenzaron a encajar por sí solas. Con sus procesadores basados en la tecnología de ARM, Apple había logrado equiparar en rendimiento a las soluciones de Intel que montaba en sus ordenadores. Y todo ello sin renunciar a lo que llevaban persiguiendo varios años: fabricar máquinas silenciosas, potentes y livianas. Había llegado el momento de transicionar el Mac hacia una nueva arquitectura que les devolviera la soberanía necesaria para crear los ordenadores que querían.

Dos años más tarde, en la WWDC 2020, Apple anunció oficialmente el movimiento sobre el que llevábamos años especulando. Y, a punto de finalizar este 2020, la marca mostró los primeros frutos de esta nueva era: el MacBook Air, el MacBook Pro de 13 pulgadas y el Mac mini con procesador M1, que es el que he estado probando durante los últimos días.

Una transición invisible

Mac mini

Cuando todo un ecosistema decide migrar hacia una nueva arquitectura de procesadores, un millón de cosas pueden salir mal. Procesadores que no funcionan como se esperaba en todos los escenarios, errores en el software diseñado para la nueva arquitectura que causen frustración en los usuarios, aplicaciones que no son compatibles con las nuevas máquinas... Pero ese, por suerte, no es el caso de los nuevos Mac mini con procesador M1.

He estado usando el Mac mini con procesador M1 como venía usando el resto de Mac con procesadores Intel. He instalado las mismas aplicaciones, he realizado las mismas tareas y en ningún momento me he encontrado con una aplicación que no funcione con normalidad. Entre las herramientas que he utilizado a diario se incluyen Adobe Photoshop, Adobe Lightroom, Slack, Zoom y Google Chrome.

Los Mac con procesador M1 pueden ejecutar tres tipos de aplicaciones: las apps adaptadas para el procesador M1, que aprovechan la nueva arquitectura; las desarrolladas para los Mac con procesadores Intel, que se ejecutan en estos nuevos equipos gracias a una capa traductora desarrollada por Apple (Rosetta 2); y, por primera vez, también se pueden instalar aplicaciones diseñadas para iOS y iPadOS desde la Mac App Store. Esto último es posible porque los Mac ahora tienen la misma arquitectura que los iPhone y los iPad (ARM).

El mejor escenario posible son las aplicaciones diseñadas o actualizadas para la nueva arquitectura, pues pueden extraer el máximo rendimiento de la máquina. Esta, no obstante, no es la situación más habitual en estos momentos, pues los desarrolladores todavía están adaptando sus aplicaciones a la nueva arquitectura. En algunos casos, como en el de Adobe Photoshop, puedes descargar una versión beta que sí es compatible con el nuevo procesador. Pero la versión pública de esta herramienta, por el momento, es la diseñada para procesadores de Intel.

Por suerte, Apple ha desarrollado una capa de traducción llamada Rosetta 2 que permite ejecutar las aplicaciones diseñadas originalmente para procesadores Intel en los nuevos Mac con procesador M1. Para que esta entre en funcionamiento, el usuario no tiene que hacer absolutamente nada. En el momento en el que intentas ejecutar una aplicación que no ha sido adaptada a la nueva arquitectura, macOS te mostrará un pequeño cuadro de diálogo en el que te preguntará si quieres instalar Rosetta 2. Tras aceptar, se instalará automáticamente esta especie de traductor y, poco después, podrás abrir todas las aplicaciones diseñadas para los equipos con un procesador de Intel.

¿Recuerdan que algunos párrafos más arriba comenté que he utilizado casi a diario aplicaciones bastante avanzadas como Photoshop o Lightroom en el nuevo Mac mini con procesador M1? Las versiones que instalé estaban, evidentemente, diseñadas para los Mac con un procesador Intel. Pero, a pesar de ello, en ningún momento se han cerrado repentinamente o he sentido que algo no funcionaba como esperaba. La experiencia que he tenido es exactamente la misma que en cualquier otro Mac.

Esto, que puede parecer algo menor, es en realidad un logro increíble por parte de Apple. Como decía unos párrafos más arriba, transicionar de una arquitectura a otra es un proceso de riesgo en el que cientos de cosas pueden salir mal. Y Rosetta 2, evidentemente, era una de las partes más sensibles, pues ejecutar una aplicación sobre una capa de traducción en un ordenador con una nueva arquitectura es algo extremadamente complejo. Pero Apple ha logrado que toda esa dificultad técnica sea invisible para el usuario. Este no tiene que preocuparse de si la aplicación está o no adaptada a la nueva arquitectura o de si Rosetta 2 funcionará correctamente. Tan solo tiene que instalar la aplicación que necesita, como haría en cualquier otro ordenador, y comenzar a utilizarla.

Las aplicaciones traducidas con Rosetta 2, eso sí, no extraen el máximo potencial de la máquina. El ejemplo más clarificador es el de Geekbench, la prueba de rendimiento que a menudo se utiliza en el sector para evaluar cómo de rápido es un producto. Esta tiene un modo adaptado a la nueva arquitectura, que se ejecuta de forma nativa en los Mac con Apple Silicon, y otro para procesadores de Intel, que en este Mac mini se ejecuta a través de Rosetta 2. Comparando las puntuaciones de ambos modos podemos hacernos una idea de la diferencia en rendimiento existente entre una aplicación nativa y una traducida por Rosetta 2.

  • Geekbench 5.3.1 en modo Apple Silicon. 7708 en la prueba multinúcleo y 1748 en la prueba mononúcleo.
  • Geekbench 5.3.1 en modo Intel (con la traducción de Rosetta 2). 6011 en la prueba multinúcleo y 1348 en la prueba mononúcleo.

En el modo multinúcleo, que activa la CPU al completo, la puntuación obtenida en el modo Apple Silicon es, aproximadamente, un 30% superior a la obtenida en el modo Intel, que implica la capa de traducción Rosetta 2. El porcentaje de mejora puede variar en otras aplicaciones, pero esta prueba con Geekbench es un buen termómetro para hacernos una idea, general y aproximada, de cuánto más rápido puede ser una aplicación nativa respecto a una traducida por Rosetta 2.

En este sentido, algo a tener en cuenta es que el SoC M1 tiene tanta ventaja respecto a otros procesadores en términos de potencia que incluso las aplicaciones traducidas mediante Rosetta 2 funcionarán más rápido que en muchos otros Mac. Y la situación, como decía, no hará más que mejorar conforme lleguen las correspondientes actualizaciones por parte de los desarrolladores.

Se podría decir, por lo tanto, que el trabajo de Apple con Rosetta 2 es increíble. Una persona pueda adquirir un Mac con Apple Silicon en estos momentos y podrá utilizar todas las aplicaciones a las que está acostumbrado sin tener que preocuparse de arquitecturas, incompatibilidades o caídas de rendimiento. Es la máxima expresión del It just works! que tanto se asocia a la compañía.

Rosetta 2, eso sí, es una capa transitoria. La idea es que los desarrolladores adapten sus aplicaciones a la nueva arquitectura para, así, extraer el máximo rendimiento a los nuevos procesadores, desbloquear todo el potencial que estos esconden y ofrecer la mejor experiencia posible a los clientes. Pero, mientras llega ese momento, Rosetta 2 mantendrá a todos los clientes a salvo.

Por cierto, los Mac con procesador M1, como dije antes, pueden ejecutar aplicaciones de iOS, aunque muchas de ellas puede que no las encuentres disponibles en la Mac App Store porque los desarrolladores han limitado su disponibilidad –existen métodos alternativos para hacerlo, eso sí–. En algunos casos, funcionan sin problemas. Pero también hay muchas otras que no funcionan del todo bien o están claramente pensadas para una pantalla táctil.

Un Mac mini más potente que la mayoría de ordenadores 'pros'

Mac mini

En lo que a rendimiento se refiere, el Mac mini con el procesador M1 de Apple es, simplemente, una bestia. Puedes ejecutar tantos benchmarks como quieras o someterlo a todas las pruebas de estrés que se te ocurran. La conclusión será la misma: la transición del Mac hacia los chips Apple Silicon es lo mejor que le ha pasado a los ordenadores de Apple en la última década.

Por un lado, Apple ha recuperado la soberanía del elemento más importante de sus ordenadores: el SoC. Una vez completada la transición, la empresa californiana no tendrá que evolucionar sus productos a merced de lo que Intel decida hacer. Tendrán más control sobre cuándo lanzan un nuevo producto al mercado –en lugar de depender de que Intel tenga listo los nuevos procesadores–, podrán evolucionar sus procesadores en la dirección que ellos consideren oportuna –en lugar de amoldarse a lo que Intel haya decidido fabricar ese año– y, por supuesto, podrán integrar de una forma más óptima el hardware con el software, como ocurre en el resto de productos de la marca.

Por otro lado, Apple ha logrado un expertise increíble en el campo de los procesadores ARM tras desarrollar chips de este tipo durante más de una década para el iPhone, el iPad y el Apple Watch, entre otros productos. Y eso se puede ver en el procesador M1 de este Mac mini.

  • Los ventiladores nunca llegan a sonar. Esto es, sin duda, una de las cosas más sorprendentes. Ni repitiendo pruebas de rendimiento en bucle (como Cinebench o Geekbench) ni utilizando aplicaciones exigentes durante horas (como la suite de Adobe CC) he logrado escuchar los ventiladores –como sí ocurre en otros Mac–. El silencio es absoluto incluso cuando la máquina funciona a pleno rendimiento.
  • En la misma liga que un MacBook Pro de 16 pulgadas con un Core i9. En pruebas de rendimiento como Geekbench, el Mac mini con procesador M1 obtiene puntuaciones mejores que la mayoría de Mac anteriores. En pruebas multinúcleo supera incluso al portátil más potente de la compañía (el MacBook Pro de 16 pulgadas con un procesador Intel Core i9, que cuesta 3.199 euros). En la prueba mononúcleo, el resultado es aún más sorprendente, pues el Mac mini se corona, junto con los MacBook Pro y MacBook Air con Apple Silicon, como el más potente. En Cinebench R23, un benchmark bastante exigente, los resultados son similares, aunque, en este caso, es el MacBook Pro de 16 pulgadas con el Core i9 el que se sitúa un poquito por delante.

Todos estos datos registrados en las pruebas de rendimiento, evidentemente, se traducen en una mejor experiencia de uso. Puedes trabajar con archivos pesados de Photoshop, revelar extensas librerías de imágenes RAW en Lightroom, ejecutar múltiples aplicaciones de forma simultánea, exportar vídeos de Premiere o Final Cut en pocos minutos... Y todo ello, sin ralentizaciones. El equipo siempre funciona como la seda.

Pero la potencia del SoC que hemos comentado es solo una parte de la historia. La memoria RAM también cambia en este nuevo chip. El procesador M1 tiene una "piscina" de memoria común a la que pueden acceder tanto la GPU como la CPU, lo que elimina muchos procesos intermedios y optimiza los recursos del sistema. Esta memoria, además, es sumamente rápida.

La parte negativa de que esta memoria esté integrada en el propio SoC –en lugar de ser un módulo independiente– es que no se puede ampliar una vez adquirido el ordenador. Y lo mismo sucede con el almacenamiento interno. Por lo tanto, evalúa bien tus necesidades si planteas comprar este ordenador, pues, una vez adquirido, no podrás cambiar sus componentes internos.

También debes tener en cuenta que la RAM máxima que admiten estos equipos es 16 GB. Esta cantidad, por suerte, es más que suficiente para un amplísimo porcentaje de consumidores, por lo que se trata de una limitación insignificante para el tipo de cliente al que está enfocado este producto.

Una de las cosas más interesantes del SoC M1, sobre todo de cara a futuro, es la presencia de módulos adicionales que enriquecen la experiencia de uso en otras direcciones. Por ejemplo: el M1 tiene un módulo enfocado en la seguridad y el cifrado, otro en el procesamiento de señales de imagen y otro en las tareas de inteligencia artificial (neural engine). Y si el día de mañana Apple considera que, para hacer un mejor producto, es necesario desarrollar un nuevo módulo para una función específica, podrán hacerlo sin ningún tipo de limitación. Ese control sobre cada una de las partes y, sobre todo, sobre el rumbo de sus productos, es algo que no podían hacer con la arquitectura de Intel.

El procesador M1, por lo tanto, va mucho más allá de la potencia de su CPU o su GPU. Todos estos módulos adicionales enriquecen la experiencia de uso del producto de formas que un benchmark no puede medir. Por ejemplo: que el cifrado de los archivos sea mejor, que las imágenes capturadas por la webcam tengan mejor calidad gracias a una serie de algoritmos, que una aplicación recurra a la inteligencia artificial para acelerar un proceso...

El mismo chasis que conocemos

Mac mini

Por fuera, el Mac mini es exactamente igual que el de la generación anterior. Sospecho que Apple podría haber reducido aún más el tamaño del ordenador dado que la placa en la que se monta el M1 es bastante pequeña, pero ese cambio probablemente hubiese ocasionado un incremento en el precio de la máquina. Por lo tanto, conservar el diseño –que sigue siendo pequeño en comparación con otros equipos– y venderlo a 799 euros parece la opción más correcta.

Lo único que desearía que Apple hubiese mejorado es el altavoz. Sí, quien busque un audio de alta fidelidad acudirá a auriculares o altavoces externos diseñados específicamente para ello. Pero, viendo lo que Apple ofrece en otros productos, creo que este Mac mini podría, simplemente, tener un sistema de sonido de mayor calidad.

Por detrás, por cierto, el Mac mini tiene dos puertos Thunderbolt compatibles con USB 4, un puerto HDMI 2.0, dos puertos USB-A, un conector Ethernet y un jack de 3,5 milímetros para auriculares.

¿Merece la pena comprar el Mac mini?

Mac mini

Indudablemente, sí. El Mac mini es uno de los equipos más interesantes de la nueva gama con procesadores M1 de Apple. Es súper potente, ocupa poco espacio y, además, es súper silencioso. Rosetta 2 también cumple con su función en esta transición y, aunque el software no esté adaptado a la nueva arquitectura, podrás trabajar con normalidad.

Si buscas una máquina con la que trabajar durante horas, que sea fiable y tenga potencia suficiente como para ejecutar incluso aplicaciones exigentes como la suite de Adobe CC, esta es, probablemente, una de tus mejores opciones.

Conclusión

En una transición de arquitectura como la que ha iniciado Apple pueden salir mal un millón de cosas. Pero ese, por suerte, no ha sido el caso. Con Rosetta 2, Apple ha hecho un excelente trabajo en lo que a compatibilidad de aplicaciones se refiere. Y lo más importante: todo ocurre de forma invisible al usuario.

El salto a los procesadores M1, por otra parte, es una noticia increíble para el Mac, que no solo ha dado un gran salto en potencia, sino también en eficiencia térmica y energética. Resulta muy sorprendente que, incluso en escenarios de estrés, el ventilador del Mac mini no se escuche en una habitación silenciosa. Cualquier ordenador de escritorio y profesional los encendería en cuanto la carga de trabajo ascendiese.

Si Apple ha sido capaz de alcanzar estas cotas de rendimiento y eficiencia térmica con sus ordenadores de entrada, ¿hasta dónde serán capaces de llegar con sus ordenadores más profesionales? El futuro del Mac nunca había sido tan prometedor.

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