El estadounidense Jeff Nichols hizo doblete el año pasado y ahora nos entrega Loving, su primer drama basado en hechos reales, con el que de todos modos incide en las formas e inquietudes que ya había mostrado en sus cuatro largometrajes anteriores.Basta dar un repaso a su aún breve filmografía para constatar que lo suyo es el cine de autor, e independiente hasta el momento, con todas las implicaciones presupuestarias y estilísticas que esto puede llevar aparejado. Nichols rueda filmes cuyos guiones ha escrito él mismo en solitario, sin imposiciones de las grandes productoras cinematográficas, lo que nos indica el grado de compromiso que este realizador tiene con su obra. Por eso, al margen de cómo resulte cada uno de sus proyectos, es indiscutible que la crítica especializada le respeta. Y, desde que lanzó la lamentablemente tediosa Shotgun Stories (2007), nos dejó claro que uno de sus mayores intereses es, si no radiografiar el Sur de Estados Unidos y la llamada América profunda, donde se encuentran sus propios orígenes al haber nacido en Arkansas, sí al menos servirse de ellos como escenario de sus historias.

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La inquietante e insólita **Take Shelter (2011), quizá su mejor aporte junto con la emotiva Mud (2012), la inesperada Midnight Special y, por último, Loving (2016), todas ellas cuentan con personajes criados en dichos parajes sureños, donde interactúan, y sus respectivas intrigas de enfrentamiento furibundo e intolerancia. A esto habría que añadir que este director parece albergar igualmente cierto gusto por la fantasía y la ciencia ficción, como puede verse en Take Shelter y Midnight Special, pero no es lo que nos encontramos en Loving, que relata el caso de la pareja interracial cuyo oportunísimo apellido da nombre a esta necesaria película y su empeño por permanecer juntos como cualesquiera otros amantes, que les llevó a cambiar mucho más que sus propias vidas.

Las maneras de Nichols cuadran sin ningún problema con el espíritu del cine independiente, entre otras cosas, porque se alejan a todo trance del academicismo aseadito**, tan llevadero, complaciente, sin ningún riesgo y de escuadra y cartabón que solemos obtener en infinidad de productos mediocres made in Hollywood. Pero nunca hasta el punto de que su obvia limpieza se vea comprometida y eso desvíe la atención ni por un solo segundo del drama que nos está relatando.loving

Para los espectadores que ni se preocupan ni tienen por qué preocuparse del estilo de un cineasta y, así, no distinguen las decisiones visuales que ha ido tomado en cada escena del metraje ni las de sus colaboradores, Nichols es un realizador invisible, que prefiere huir del lucimiento con virguería alguna y permanecer fuera de foco mientras este se centra en sus criaturas de ficción, cuyas circunstancias son lo que verdaderamente le importa. Sus encuadres justos, con escasos primerísimos planos que enfaticen las interpretaciones, sus serenos movimientos de cámara y su montaje sosegado refuerzan con seguridad en esta apuesta estilística.

De este modo, la sobriedad consciente y la sencillez de Nichols libra a sus dramas de la grandilocuencia y el peligro terrible de la afectación, lo que no es más que su postura respetuosa con las cuitas de sus personajes y hasta con el público, dado que se niega a utilizar la brocha gorda para manipular sus emociones ante lo que está presenciando. El problema de este minimalismo es que, para que a los espectadores les llegue bien dentro y se emocionen de veras, la conjunción de su planteamiento visual, interpretativo y musical debe antojárseles implacable e incluso magnético, como en Take Shelter, o que los diques emocionales se desborden al final después de haberlos construido con calma y tesón pieza a pieza, como en Mud.

Pero no es lo que sucede **en Loving, como no sucedía en Midnight Special y, sobre todo, en Shotgun Stories. En el último filme de Nichols, mejor sin embargo que los otros dos, únicamente en algunas escenas consigue conmovernos un poco, más si uno conocía la historia de antemano y ya había visto las fotos icónicas de la pareja; y uno se percata de que la película quizá se ha quedado a sólo unos pasos, a falta de una pizca de énfasis audiovisual, de elevarse lo suficiente para sobresalir. Hay que subrayar que el director ha tenido la delicadeza de librarnos de los tostones litigantes y de convertir el filme en un innecesario drama judicial, pero esto no le ha alcanzado para llevarse el gato al agua, o al menos no para que se empape.

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Y, en realidad, el mayor activo de Loving son sus dos actores protagonistas, Joel Edgerton como el simple, trabajador y buen Richard, y Ruth Negga como la afable, enigmática en su falso despiste y decididamente más inteligente Mildred, ambos de pocas palabras. Salta a la vista que la composición de Edgerton se debe a un estudio muy concienzudo de su personaje pues no puede ser más detallista en su gestualidad y expresiones; y Negga está absolutamente encantadora, e ilumina el plano cada vez que aparece en él con la fabulosa interpretación de quien se halla siempre en la cuerda floja de un interior indescriptible.Nichols, por otro lado, no es solamente fiel a sus modales e inquietudes como cineasta, sino que también ha empleado al capacitado Adam Stone como director de fotografía en sus cinco proyectos hasta la fecha, a David Wingo para que apuntale los cuatro últimos con sus particulares partituras, a la bien aleccionada Julie Monroe como montadora desde Mud y a Chad Keith para el diseño de producción en otras tres de sus películas. Por lo que tampoco ha de extrañarnos que ya hubiese trabajado con Bill Camp (aquí, el abogado Frank Beazley), David Jensen (el juez Leon Bazile) y el mismo Edgerton en Midnight Special, con Michael Abbott Jr. (el ayudante del Sheriff) en la misma, en Shotgun Stories y en Mud, y sobre todo, con Michael Shannon (el fotógrafo Grey Villet), que ha protagonizado tres de sus filmes y ha sido secundario en dos, convirtiéndolo así en su actor fetiche porque no hay uno de Nichols a día de hoy en el que no haya participado.

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Conclusión

Loving acaba siendo una respetuosa película sobre la lucha real de un matrimonio admirable y la firmeza de sus sentimientos, que no impresiona demasiado por su hechura ni conmueve en exceso a los espectadores pero sí deslumbra con sus dos magníficas interpretaciones principales. Esta historia, en todo caso, era preciso contarla.

Pros

  • Que la sobriedad consciente y la sencillez del director Jeff Nichols libra al drama de la grandilocuencia.
  • Que Nichols ha tenido la delicadeza de no convertir el filme en un innecesario drama judicial.
  • El impagable trabajo interpretativo de Joel Edgerton y, sobre todo, Ruth Negga.

Contras

  • Que únicamente en algunas escenas consigue conmovernos un poco.
  • Que se ha quedado a falta de una pizca de énfasis audiovisual para elevarse lo suficiente y sobresalir.

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