La Segunda Guerra Mundial tiene que ser el conflicto armado más importante de toda la historia. Por supuesto, fue el más mortal, inspiró la creación de múltiples tecnologías que cambiaron las vidas de millardos de seres humanos. Transformó a las naciones más influyentes del mundo para siempre. Tanto así que, como sucede con el Big Bang, hasta el día de hoy podemos rastrear sus efectos en el desarrollo de nuestra realidad. Los testimonios provenientes de las experiencias extremas que provocó esa guerra son una inagotable fuente de inspiración y entretenimiento, la de Aimo Koivunen es un ejemplo fascinante.
La metanfetamina fue una tecnología que se perfeccionó para potenciar a los soldados en combate. Cada Nazi (Hitler incluido) cargaba consigo un paquete de Pervitin, pastillas de metanfetamina que te ponían en un estado de alerta, tus ganas de dormir y de comer disminuyen y te otorga una total confianza en tus habilidades, mientras que tu humor roza la euforia. Una de las razones principales por las cuales los ataques iniciales de los alemanes fueron tan exitosos fue que sus soldados cruzaban el campo de batalla como bestias sedientas de sangre, apenas necesitaban unos momentos de descanso antes de reanudar sus agresiones. Al menos por un tiempo, los Nazis contaron con la ventaja de soldados sobrehumanos. Por fortuna, como sucede con todas las drogas, su consumo a largo plazo conlleva efectos desfavorables. Los superpoderes de los alemanes tenían fecha de caducidad.
Lo que nos lleva a por qué Aimo Koivunen cargaba consigo un paquete de metanfetamina en el bolsillo cuando su escuadrón estaba siendo rodeado por soldados soviéticos. La historia de Finlandia en la Segunda Guerra Mundial fue un poco complicada. Primero lograron repeler una invasión de la Unión Soviética. Luego se aliaron con Alemania para invadir la Unión Soviética. Por último se unirían a los Aliados para derrotar a los Nazis. La historia de Aimo Koivunen toma lugar en la segunda fase, durante la invasión del ejército finlandés a la Unión Soviética.
Aimo Koivunen se toma todo el Pervitin
El 18 de marzo de 1944, Aimo Koivunen (27 años en ese entonces) y su escuadrón se encontraban patrullando un bosque utilizando esquís dentro de territorio enemigo. La calma fue interrumpida por los disparos de los rusos que venían a por ellos. Los finlandeses se dieron cuenta de que se trataba de una emboscada. El ejército enemigo buscaba rodearlos y la superioridad numérica era tal que no tenía sentido luchar. Solo les quedaba huir.
En ese momento, Aimo Koivunen tenía dos tareas: liderar la retirada de su escuadrón de esquiadores hacia un lugar seguro y cargar con todo el suministro de Pervitin. Le habían encargado esa tarea porque supuestamente a él no le interesaba tomar esa droga, por lo que el suministro estaría seguro en sus manos. Pero en plena retirada, los compañeros de Aimo le gritaban para que aumentara la velocidad, como líder de la columna era el que tenía que ir más rápido, los días que llevaba sin dormir le impedían dar su mejor esfuerzo.
Así que Aimo Koivunen tuvo una idea, tomar un poco de Pervitin le permitiría liderar a sus camaradas hacia la seguridad. El único problema era que las cápsulas parecían haberse fusionado en una gran y única dosis probablemente mortal de metanfetamina refinada. Había estado guardando las pastillas en su bolsillo y entre todo el alboroto habían perdido su forma original. Sin tiempo que perder, Aimo se tragó el contenido del recipiente, lo suficiente para convertir a treinta hombres en supersoldados.

El Pervitin funciona a la perfección. El soldado finlandés de repente se siente como el dios de la velocidad, esquiando tan rápido que a sus compañeros les cuesta seguirle el paso. A los pocos minutos ni siquiera podía escuchar al ejército que los perseguía, los han dejado atrás. Sin embargo, el viaje de Aimo Koivunen apenas acababa de empezar.
Una experiencia psicodélica
Luego de completar un escape impresionante, los compañeros de Aimo Koivunen comenzaron a notar que su valiente líder estaba actuando erráticamente. Mientras ellos discutían cuál sería el siguiente paso, Aimo seguía esquiando frenéticamente, parecía estar desorientado y deliraba. Por eso deciden quitarle sus municiones, para evitar que le hiciera daño a alguien, y se preparan para partir. Cuando ya tenían todo listo se dan cuenta de que su drogado camarada ha desaparecido.
Resulta que Aimo era incapaz de mantenerse quieto, por lo que siguió esquiando y esquiando hasta que se encontró en el medio de la nada. Lejos tanto de sus compañeros como de los soviéticos. Lo que pasó después sería muy similar al episodio de Los Simpson en el que Homero se come un chile tan picante que su conciencia sale disparada a otro plano de la realidad. El soldado finlandés pasaría dos semanas alucinando, solo en territorio enemigo y sin municiones. Mientras pensaba en qué podía hacer, un soldado ruso saltó de su escondite empuñando un rifle, Aimo trata de dispararle, pero recuerda que le han quitado sus balas, por lo que termina lanzando su rifle hacia su atacante, este explota en un montón de nieve, ahí fue que se dio cuenta de que estaba alucinando. No había ningún ruso allí, solo se trababa de un árbol.
Parecía haber un campamento en las cercanías de su posición, juzgando por el humo que podía ver a lo lejos. Al dirigirse hacia allá alucinaba que estaba conversando con sus compañeros. Sintió como que perdió la consciencia y de repente se encontraba cayendo por un barranco. Sí, logró llegar al campamento, pensando que se trataba de sus aliados alemanes. Resultaron ser sus enemigos rusos. Al darse cuenta, Aimo Koivunen atraviesa todo el campamento esquiando rápidamente. Tanto que los soviéticos no pudieron ni perseguirlo, el efecto de la metanfetamina le permitía ir increíblemente rápido.
Así pasó varios días delirando, viendo espejismos por todos lados, luchando contra un supuesto glotón que resultó ser un tronco y cuando por fin encontró refugio, encendió una fogata en el medio de la cabaña en vez de en la chimenea, el edificio ardió en llamas, pero nuestro héroe sobrevivió. Por fin parece tener suerte, ya que encuentra un campamento alemán abandonado. El único problema fue que cuando intentó entrar en uno de los edificios, rápidamente se dio cuenta de que el lugar estaba minado, una explosión le destroza el pie y lo deja tumbado por varias horas.
Otra vez consigue la fuerza para levantarse y decide intentar entrar a otro de los posibles refugios, solo para activar otra mina y salir volando por los aires. La historia cuenta que Aimo Koivunen pasó una semana tirado en el suelo, esperando la llegada de la muerte, pero la metanfetamina no le permitiría ese alivio. Cuando por fin es encontrado por otros finlandeses, uno de ellos pisa una mina y tiene que ser llevado a un hospital, Aimo se queda solo otra vez. Resignado a su destino, encendió otra fogata, intentando sobrevivir, derritiendo nieve para tomársela. Cuenta que se vio obligado a matar a un pájaro con sus propias manos para comérselo crudo. Tres días más tarde logra ser rescatado. No sabemos cuál es la moraleja de esta historia, más allá de que la metanfetamina te provee de resistencia sobrehumana.