Iwao Hakamada, el hombre que más tiempo ha pasado en el corredor de la muerte japonés, acaba de ser puesto en libertad, tras 56 años entre rejas. Tiene 88 años y es lógico que a día de hoy tenga algo de demencia. Sin embargo, su hermana cuenta que sus cartas comenzaron a ser inteligibles poco después de entrar en prisión. Como otros muchos reos condenados a muerte en Japón, Hakamada había perdido la cabeza.
Es habitual que los presos padezcan problemas de salud mental durante sus condenas, sean cuales sean las condiciones del encarcelamiento. Sin embargo, el corredor de la muerte japonés es conocido por las terribles condiciones en las que los condenados esperan su hora. A algunos, esta les llega rápidamente, pero otros, como Iwao Hakamada pasan décadas solos con sus pensamientos y en unas condiciones difíciles de soportar para el cerebro.
Lógicamente, si a eso se le suma el deterioro cognitivo de la edad, puede que consigan volver a casa, pero una parte de ellos se quedará en esa celda para siempre.
El caso de Iwao Hakamada
Iwao Hakamada fue boxeador en su juventud. Sin embargo, se retiró pronto y comenzó a trabajar en una fábrica de miso. Corría el año 1968 cuando su jefe, la esposa y dos hijos de este fueron asesinados a puñaladas en su casa. El asesino incendió también el edificio para destruir todas las pruebas. Pero, curiosamente, a pesar de tomarse tanto esfuerzo en eliminar su rastro, dejó unos pantalones con sangre en uno de los tanques de miso de la fábrica. La policía no tuvo dudas de que los pantalones pertenecían a Iwao Hakamada, a pesar de que eran muy pequeños para su complexión.
Fue condenado a la pena capital por los cuatro asesinatos y entró en el corredor de la muerte a los 32 años de edad. Desde entonces, su familia, así como muchos activistas contra la pena de muerte de Japón, han reivindicado su inocencia. Siempre se ha insistido en que las pruebas contra él eran inconsistentes. Sin embargo, era difícil demostrar tanto su inocencia como su culpabilidad, pues en esa época no existían las técnicas que permiten analizar el ADN de una escena del crimen. De hecho, el primer crimen resuelto de esta manera tuvo lugar en 1986.
Aun así, Iwao Hakamada tuvo que esperar más tiempo para que se revisase su caso. No fue en los 80, ni los 90, sino en 2014 cuando, por fin, se consiguieron los permisos necesarios para volver analizar los pantalones. Se comprobó que el ADN no era suyo y que, por lo tanto, llevaba casi medio siglo encerrado injustamente.

El caso se reabrió y, dado los problemas de salud del ya anciano preso, se le permitió esperar al nuevo juicio en su casa. Allí lo ha estado cuidando su hermana, quien ahora celebra su inocencia, pero se lamenta por todo el tiempo perdido.
¿Por qué pierden la cabeza?
Los presos del corredor de la muerte de Japón viven en celdas diminutas, con muy mal aislamiento térmico. En invierno hace muchísimo frío y en verano muchísimo calor. No tiene contacto con nadie, ni siquiera se les permite la última llamada antes de morir que sí pueden hacer en Estados Unidos, el otro país democrático e industrializado que mantiene la pena capital. Por si todo esto no fuera suficiente, las celdas tienen la luz encendida las 24 horas del día y no se les permite utilizar antifaces, lo que también afecta seriamente a su salud.
En 1989 se acuñó el término “síndrome del corredor de la muerte”, o “fenómeno del corredor de la muerte”. Actualmente sigue sin reconocerse como trastorno en los manuales de psiquiatría. No obstante, son cada vez más los expertos que lo utilizan para hacer referencia a los problemas de salud mental que experimentan la inmensa mayoría de los presos que se encuentran condenados a la pena capital.

Los estudios sobre este fenómeno se han llevado a cabo en Estados Unidos. Sin embargo, es totalmente extrapolable a Japón, puesto que las condiciones de los presos japoneses son aún más duras. El de Iwao Hakamada es un buen ejemplo de ello.
El síndrome del corredor de la muerte se caracteriza por un malestar emocional muy intenso, derivado del aislamiento y la incertidumbre. Estas personas pueden pasar años en un espacio reducido, sin contacto con nadie y sin la menor idea de cuándo llegará su hora. Esto les genera ansiedad, depresión y también malestar físico. De hecho, muchos presos fallecen por causas naturales mientras esperan en el corredor de la muerte. También son muchos los suicidios.
El caso del antifaz y la enfermedad de Iwao Hakamada
Uno de los factores que agudizan los síntomas del síndrome del corredor de la muerte es la falta de exposición a la luz natural. Esto es lo que se ha estudiado en Estados Unidos. Sin embargo, en Japón no solo no se exponen a la luz natural, sino que se exponen a la luz artificial durante 24 horas, sin la posibilidad de usar antifaz.
Nuestro organismo sigue ciclos de sueño y vigilia muy regulares, establecidos por los ritmos circadianos. Cuando el cerebro detecta la luz que entra a través de la retina, inhibe la secreción de melatonina, una hormona que ayuda a conciliar el sueño. Eso nos indica que llega la hora de despertar. En cambio, cuando empieza a oscurecer y no llega luz a través de la retina, empieza a producir melatonina para que podamos conciliar el sueño. Los presos del corredor de la muerte japonés, como Iwao Hakamada, deben tener serios problemas para producir melatonina, pues siempre entra luz a través de sus retinas. Por mucho que cierren los ojos, algo atraviesa los párpados.
Esto, lógicamente, es un gran motivo de insomnio, que a la larga puede provocar serios problemas de salud, tanto física como mental. Es una de las causas principales por las que los presos japoneses pierden la cabeza. Y también, posiblemente, sea lo que impulsó la demencia de Iwao Hakamada. Una demencia que, según su hermana, ya se podía ver en las cartas que enviaba cuando solo tenía poco más de 30 años