El terror religioso suele explorarse desde dos puntos de vista. Por un lado, el de los misterios de la fe, que, al fin y al cabo, son manifestaciones de algún elemento sobrenatural. Al otro extremo, el de los creyentes, que cuestiona la veracidad de sucesos para los que no se tiene explicación o directamente, se le achaca una divina. Immaculate, toma la decisión de mezclar ambas cosas. Eso, en la premisa de una mujer que trata de sobrevivir, por todos los medios, a lo que parece una histeria colectiva sublevada por una creencia retorcida. Que podría serlo, a no ser que está inspirada en un embarazo aparentemente milagroso.

Por supuesto, este giro de la historia bíblica, tiene algunos puntos de interés que permiten sea un escenario terrorífico por necesidad. Por lo que la historia de la novicia y luego Hermana Cecilia (Sydney Sweeney, en un sorprendente papel), se cuenta desde ese punto de vista. Nada parece ser del todo bueno o luminoso, en lo que rodea a su viaje de crecimiento.

El personaje va desde Michigan a la campiña italiana para tomar los votos. Pero, desde el inicio, Immaculate deja claro que el convento al que llega — que la fotografía de Elisha Christian convierte en una fantasía gótica — es un lugar mortal. De hecho, los primeros minutos de la película, son lo bastante claros al respecto. Este no un sitio para lo santo, sino para el fanatismo.

Immaculate

En 'Immaculate' , Sydney Sweeney, demuestra que es mucho más que la actriz de moda. La cinta, que mezcla el terror religioso con un thriller que explota la paranoia, sigue a una religiosa que puede ser el centro de un milagro o de un suceso macabro. La trama maneja con habilidad ambos escenarios, aunque decae cuando intenta explicar más de la cuenta y se vuelve repetitiva. Aun así, su final impactante merece la pena el visionado.

Puntuación: 3.5 de 5.

El director Michael Mohan, logra que ese ligero matiz, se vuelva el punto central de la película. Pero se esfuerza mucho — y subraya más de lo necesario algunas ideas — para dejar claro, que, además, hay dos entidades en disputa. De la primera mitad de la película — la más lenta y menos hábil— se deduce que la congregación a la que llega Cecilia, sabe que un milagro no es, por necesidad, un evento bueno. O que, en cualquier caso, lo que lo provoca puede ser tanto una fuerza maligna como benigna. Pero al guion de Andrew Lobel, le falta fuerzas para ser más perverso a la hora de insinuar que la protagonista, se enfrentará a poderes oscuros. Antes que eso, está más interesado en redoblar la idea que la religiosa es inocente cuando no ingenua. Lo que hace más difícil de explicar lo que pasará. 

Una mujer marcada por un misterio

Sydney Sweeney es conocida por los papeles en que explota su sexualidad o su apariencia desde el punto de vista erótico. Por lo que Immaculate — cinta que produce — no pierde la oportunidad de utilizar ese aspecto para marcar el tono de la trama. Nada más llegar a Italia, Cecilia debe enfrentar miradas lujuriosas y comentarios subidos de tono. Lo que la premisa utiliza para puntualizar justo en lo contrario. El recorrido del personaje hasta los altares y consagrarse a Dios, será solo el anuncio que vivirá a continuación, no está en sus manos. En todo caso, que no es un suceso que pueda explicar y controlar.

Al quedar embarazada — y el argumento es inteligente al plantearlo como un fenómeno sin explicación, antes que una bendición — Cecilia comprenderá que vive en medio de una situación límite. A la segunda mitad de la película, el tema se vuelve, entonces, la puerta hacia lo sobrenatural. El convento ya no es la casa de lo divino, sino que se insinúa — y de nuevo, con poca sutileza — que algo oscuro habita en las venerables paredes. Pero la interesante versión sobre La semilla del diablo — que la trama homenajea sin mucho disimulo — pierde fuerza cuando se vuelve una survivor movie cualquiera. Eso, entre insinuaciones de una secta malvada — o lo que podría ser una — y que nada es lo que parece, en medio del ejército de monjas y sacerdotes que se esconden en los altares.

Lo que se lamenta, es que la película no haga mejor uso de la atmósfera que tanto tiempo le llevó crear. En lugar de eso, da rienda suelta a escenas sangrientas, gratuitas y a persecuciones por el convento, que contra toda lógica, se muestra como un laberinto de pasillos desconocidos. La complicada idea de un suceso milagroso en un lugar corriente, se cae por propio peso. Pero para entonces, la cinta dedica toda su atención a las muertes, apariciones de monjes misteriosos y una serie de incongruencias que pesan como plomo en su ritmo. 

Un descubrimiento terrible que jamás se ve en pantalla

Pero Immaculate remonta la cuesta y deja lo mejor para el final. De hecho, la cinta triunfa en donde proyectos mayores y supuestamente más intelectuales fracasaron. A saber: en decidir si mostrar el bebé misterioso — y arruinar todo — o arriesgarse a preservar el enigma con métodos poco convencionales.

La cinta escoge lo segundo. Con obvias referencias a la extrañísima película Agnes de Dios de 1985, en la que el director Norman Jewison se planteaba también un embarazo milagroso, la cinta no deja el cabo sin resolver. Pero muestra lo que Cecilia está gestando, no por medio de una toma directa — que sería anticlimática— sino a través de un recurso secundario. 

Lo que sostiene el secreto de la película y la hace más interesante en su conjunto. Lo mejor: el primer plano que muestra a Sydney Sweeney sosteniendo la película al pasar por toda una gama de emociones histéricas. El terror puede ser muchas cosas e Immaculate, decidió que, en su caso, sería el muy humano a lo inexplicable. Un punto brillante de la producción.

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