No hace falta que vengamos nosotros a contarlo. Cualquiera que sufra alergia al polen ya se habrá dado cuenta de que este año está siendo especialmente intensa. ¿Pero por qué?

Lo cierto es que está siendo un año especial en muchos sentidos. Una sequía terrorífica en muchos puntos del mundo, olas de calor en abril, precipitaciones fuera de lo común, temperaturas extremas que baten récords… Todo ello se puede achacar al cambio climático, por lo que no es extraño pensar en él como un primer culpable.

Si lo hacemos no nos equivocaremos, pues es verdad: el cambio climático está detrás de este empeoramiento de la alergia al polen. Y lo peor es que no ha hecho más que empezar. Los motivos son muy variados, desde la sequía hasta la modificación en los tiempos de polinización. No hay mucho que podamos hacer, más allá de protegernos como ya veníamos haciendo y, por supuesto, combatir el cambio climático.

La sequía, enemiga de las personas con alergia al polen

Como cualquier otra alergia, la alergia al polen se da cuando el sistema inmunitario identifica como un agente peligroso una sustancia que realmente no lo es. En este caso, ese agente equivocadamente extraño es el polen de las plantas que se encuentra en el aire, especialmente cuando son polinizadas por el viento.

La respuesta inmunitaria libera unas sustancias, llamadas histaminas, que son las responsables de ese amplio abanico de síntomas: mucosidad, tos, estornudos, sarpullidos, dificultad para respirar…

Inicialmente, podríamos creer que la sequía evita la alergia al polen. Al fin y al cabo, si no llueve, las plantas crecen menos y es esperable que afecte a la floración y la polinización. Sin embargo, la lluvia es más amiga que enemiga de los alérgicos.

Y es que, cuando llueve, los granos de polen se humedecen. Así, al pesar más, caen al suelo y se acumulan ahí. Si el ambiente está seco, quedan suspendidos en el aire y es más fácil que los respiremos.

Cambios en la polinización

Aunque percibimos más la alergia al polen en primavera, en realidad la polinización se produce durante todo el año. De hecho, esto es conveniente para las plantas, ya que, al tener cada grupo su propia época, no compiten con todas las demás por polinizadores, especialmente cuando estos son animales como los insectos o las aves.

Hay personas que solo tienen alergia al polen de unos pocos grupos de plantas, por lo que no la experimentan durante todo el año. El problema es que los periodos de polinización, que normalmente se limitan por los cambios de temperatura, están cambiando mucho. Aquellos que empiezan con las temporadas cálidas son cada vez más intensos y más largos, por lo que la alergia al polen se agudiza.

alergia al polen
Alex Jones (Unsplash)

Otros factores que influyen en la alergia al polen

El cambio climático está directamente relacionado con la emisión de gases contaminantes, como el dióxido de carbono. Estos promueven el efecto invernadero, que a su vez empeora el calentamiento global, causando todos los efectos que ya hemos visto sobre la alergia al polen.

Pero eso no es todo. También los propios compuestos contaminantes pueden empeorar las alergias. Incluso si no causaran sequía y aumento de las temperaturas. Esto se debe a que, en algunos casos, las plantas que están expuestas a sustancias contaminantes con asiduidad acaban desarrollando ciertos mecanismos de defensa. Entre ellos está la modificación de su metabolismo para generar nuevas proteínas, que también desencadenan reacciones alérgicas.

Si estas se suman a la clásica alergia al polen, los efectos pueden ser mucho más intensos. Por todo esto, muchas personas han desempolvado las mascarillas que ya solo se ponían para ir a la farmacia o al centro de salud. La alergia este año viene fuerte y lo seguirá haciendo si no hacemos nada por frenar esta situación. Ya lo hemos dicho muchas veces: sobran los motivos para hacer frente al cambio climático. 

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