Hace unos 340 años se proyectó, por primera vez en nuestro cielo, el remanente de la muerte de una estrella. Hoy en día conocemos sus restos como Casiopea A, una supernova cuya estructura ha sido ampliamente estudiada por los astrónomos y que se encuentra a 11.000 años luz de distancia. En esta ocasión, le ha tocado al telescopio espacial James Webb crear su propia versión, y ha revelado mucho más que sus antecesores.
A diferencia del Hubble, el James Webb puede ver en un espectro de luz mucho más amplio. Así, utilizando sus instrumentos infrarrojos especiales, el telescopio espacial ha logrado revelar formas que hasta entonces los científicos no había podido observar. Desde áreas muy calientes donde la formación estelar es elevada, hasta largas nubes de polvo frío que forman intrincadas estructuras filamentosas.
En esta imagen captada por el James Webb podemos observar varios componentes pesados que han resultado de la muerte de la estrella. En el centro de la imagen encontramos elementos como oxígeno, argón, neón y algo de polvo. Asimismo, los 20 años que han transcurrido desde la foto del Hubble hasta la actual también permiten ver la expansión del material tras la explosión estelar.
Mientras tanto, el anillo exterior del cuerpo celeste brilla en naranja. Este llamativo color es producto del polvo caliente que se ha producido tras el contacto del material estelar y el que se encontraba circundante al momento de la explosión.
Otra de las sorpresas que se han llevado los investigadores está en la mancha verde cercana al centro de la foto, un material ectoplásmico hasta ahora desconocido. "Su forma y complejidad son inesperadas y difíciles de entender para los científicos", comenta la ESA.
El James Webb revela nuevos detalles de la misteriosa nebulosa Casiopea A
Herramientas como el James Webb han sido construidas para mirar más allá. De esta forma, con sus instrumentos MIRI (Instrumento de Infrarrojo Medio), NIRCam (Cámara de Infrarrojo Cercano) y NIRSpec (Espectrógrafo de Infrarrojo Cercano), se revelan elementos que emiten una luz más tenue que la que podemos percibir con nuestros ojos.
En 1968, el astrónomo británico John Flamsteed descubrió a Casiopea A. No obstante, no fue hasta el año 1947 que el descubrimiento se hizo oficial, gracias a los radioastrónomos de Cambridge. Esta nebulosa es la fuente de radio más fuerte externa a nuestro sistema solar. Por esto se ha convertido en la preferida de los radiobservatorios en todo el mundo. Ahora, el James Webb nos revela una nueva faceta.
Por último, Casiopea A esconde a una pequeña pero muy densa estrella de neutrones en su núcleo. Este cuerpo celeste suele ser el resultado de explosiones estelares masivas, ya que sus campos gravitatorios tan intensos hacen que los electrones de sus átomos colapsen sobre sus núcleos. De esta forma, se crea una gran bola de neutrones.