La película Beau tiene miedo, de Ari Aster, comienza por mostrar la oscuridad. La primera secuencia no parece tener demasiada lógica —de hecho, avanza sin dar pistas de lo que ocurre durante más de cinco minutos—, hasta que cobra sentido. Beau (Joaquin Phoenix) está aterrorizado desde el primer día de su vida. 

Pero no se trata de una emoción salvaje e incontrolable, sino de una que el personaje es capaz de contener. De modo que, la mayoría de las veces tendrá que luchar por mantenerse al margen de los horrores —imaginarios o reales— que le acechan. Lo que hace sirviéndose del silencio y con una rara timidez que hace de su encorvada y angustiada figura un extremo atípico del cine de terror.

El tercer largometraje del realizador, que debutó con El legado del diablo en el 2018, se aleja del horror folclórico al explorar de forma experimental cómo el miedo puede ser algo más que monstruos y criaturas al acecho. En la historia de Beau tiene miedo, también escrita por Aster, el peligro está en las dimensiones temibles y retorcidas de la mente humana. 

También en los vínculos perversos en los que el amor y el odio se confunden. Beau tiene miedo toma el riesgo de alejarse del cine de género convencional al mezclar el elemento psicológico con la idea del mal. El resultado es la sensación perenne de que todo lo que rodea al protagonista es una pulsión de oscuridad constante.

La Beau tiene miedo

Beau tiene miedo, de Ari Aster, es, en lo formal, una película de terror con toques de humor siniestro. Pero el guion, escrito también por el realizador, tiene problemas para profundizar entre ambos géneros. Lo que brinda al largometraje un aire experimental que termina por ser una confusa exploración sobre el miedo, la ansiedad y la depresión que avanza dejando a su paso todo tipo de cabos sueltos. Aster se aleja del horror folclórico para mostrar el paisaje mental y espiritual de un personaje torturado por la angustia. Pero no va más allá de insinuar que el miedo es una puerta abierta a la locura. Su tercer tramo es una odisea entre escenas inconexas y secuencias brillantes que no logra sostener a la película en su conjunto.

Puntuación: 3 de 5.

El terror habita en los pequeños lugares

Beau es mucho más que una víctima de sus temores, es una criatura creada a partir de las restricciones y el maltrato de los que le rodean. Particularmente, de su madre Mona (Patti LuPone) y de la relación invasiva, caníbal y demoledora que mantiene con ella.

Beau tiene miedo profundiza en la forma en que uno y otro se complementan y se repelen. Los horrores que habitan en Beau tienen su origen en los vínculos perniciosos que lo unen a sus seres más queridos. Ari Aster analiza la naturaleza dañina del amor y lo hace a través de un conflicto por completo metafórico. El personaje de Joaquin Phoenix se esfuerza por expresar su miedo, angustia y desconcierto por medios poco convencionales.

Lo que incluye alcanzar un lugar —físico y emocional— junto a su distante figura materna. Gradualmente, el guion construye dos relatos hilvanados a través de los tambaleantes intentos de Beau por encontrarse menos aislado y solitario. Mientras lo que ocurre a su alrededor podría ser real, una alucinación o solo un recorrido por su mundo interior.

Beau tiene miedo, la última película de Ari Aster

Los monstruos de Beau tiene miedo

Se trata de un argumento arriesgado, que depende de la tensión que pueda —o no— generar el guion para ser efectivo. El cineasta, experto en producir atmósferas claustrofóbicas a través de tomas de espacios estrechos y ángulos forzados, lo logra a medias en Beau tiene miedo. La cámara contempla cada acción de Beau a través de una iluminación que le confiere el aspecto de una figura en un mundo irreal.

Sus primeras secuencias narran momentos incómodos y retorcidos desde la perspectiva del protagonista, su tercer tramo incluye una distorsión total de la realidad. La película avanza en medio de una gran pesadilla radiante de colores y extrañamente discordante. Pero lo que podría parecer onírico termina por ser solo un elemento efectista al insistir una y otra vez en que Beau es un narrador poco confiable.

Beau tiene miedo es confusa cuando intenta ser misteriosa. Ari Aster falla al usar los códigos del cine de terror para narrar un dilema psicológico que metaforiza la ansiedad, la depresión y el dolo espiritual. Aunque varios de sus tramos son brillantes —en especial, cuando se aleja de los sentimientos de Beau para enfocarse en sus terrores—, no logra concentrar su narración en un propósito.

La vida de un hombre al borde de la locura

Para su segundo tramo, Beau tiene miedo, se acerca más a una divagación de los miedos primordiales que a un argumento específico. Algo que podría ser efectivo, de no ser por la insistencia del director en ser cada vez más abstracto y desarticulado.

El recurso de la agorafobia como una forma de destruir la realidad —cada paso de Beau es un suplicio— es convincente. Especialmente cuando Joaquin Phoenix logra dotar al personaje de una fragilidad cercana a la ruptura total.

Gran parte del argumento de Beau tiene miedo sugiere precisamente que su doliente protagonista se encuentra a punto de romperse en pedazos. Por lo que se muestra en pantalla, es un trayecto hacia esa expiación y la caída definitiva a los infiernos.

Beau tiene miedo, un largo camino hacia ninguna parte

Con el mundo exterior convertido en amenaza y la casa que Beau habita transformada en una cárcel, la película transcurre a través del medio de la insinuación de un desastre mayor. El único inconveniente es que nunca acaece y, en su tramo final, la historia parece sobrecargada de símbolos que nunca llegan a concretarse.

Beau tiene miedo, funciona como un experimento a gran escala —tiene una duración de tres horas—, pero pierde fuerza cuando más evidente es lo que se esconde entre sus metáforas. En su cierre, el largometraje es una obra inacabada o, en el mejor de los casos, una que contó con más ambición que recursos para expresar sus ideas.

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