Prácticamente desde su primer día de trabajo, el James Webb nos ha enseñado su capacidad para observar de cerca a los exoplanetas. Esto nos permite saber más de algunos de los que, como mucho, conocíamos su existencia. Y eso es lo que ha hecho recientemente con el planeta TRAPPIST-1b. Ha podido estudiarlo de cerca hasta el punto de descubrir algo que, en realidad, no es una buena noticia: probablemente, no tiene atmósfera.

En realidad, TRAPPIST-1b no es un buen candidato a albergar vida. Pero sí que lo son algunos de sus vecinos. Concretamente, hay al menos tres que se encuentran en la zona de habitabilidad de su estrella. Pero para albergar vida, los exoplanetas deben tener atmósfera. Y si este no tiene, es posible que los otros tampoco.

Es solo una suposición, aunque es cierto que reduce las esperanzas de encontrar vida en estos y otros muchos exoplanetas similares a la Tierra. Eso no quiere decir que haya que dejar de estudiarlos, ni muchísimos menos, pero sí que es algo desalentador.

James Webb y su capacidad para detectar la atmósfera de exoplanetas

El Telescopio Espacial James Webb tiene una gran capacidad para detectar cambios de luz infrarroja. Y esto, entre otras muchas funciones, es útil para estudiar la atmósfera de exoplanetas.

Básicamente, del mismo modo que los exoplanetas se detectan por cambios en la luz de una estrella cuando transitan a su alrededor, un telescopio como el James Webb puede detectar si tienen atmósfera durante un eclipse secundario. Es decir, cuando el planeta pasa detrás de su estrella. En ese punto, la atmósfera provocaría una redistribución de la radiación infrarroja emitida desde el planeta. Sin embargo, cuando el telescopio puso la vista en TRAPPIST-1b no ocurrió nada de esto. Por lo tanto, se concluye que, con gran probabilidad, no hay una atmósfera a su alrededor.

Dada la antigüedad de TRAPPIST-1b, ha tenido tiempo suficiente para que se genere una atmósfera a su alrededor. Por eso, la conclusión de los autores de esta investigación, publicada ahora en Nature, es que su propia estrella ha podido destruirla. Esto se debe a que TRAPPIST, la estrella en torno a la que giran este y otros exoplanetas, es una enana roja. Este tipo de estrellas tienen una gran tendencia a estallar, por lo que en sus estallidos puede haber destruido la atmósfera de sus planetas más cercanos. Incluyendo los de la zona de habitabilidad.

Eclipse secundario
NASA, ESA, CSA, J. Olmsted (STScI), T. P. Greene (NASA Ames), T. Bell (BAERI), E. Ducrot (CEA), P. Lagage (CEA)

¿Debemos perder toda esperanza?

Esta estrella es bastante más fría que nuestro Sol. Aun así, dada la cercanía de TRAPPIST-1b, recibe cuatro veces más radiación que nuestra Tierra. Es menos que la que recibe Mercurio, el primer planeta de nuestro sistema planetario, pero más que Venus, que es el segundo. Por lo tanto, sin una atmósfera que frene parte de esa radiación, la vida no podría proliferar en ella.

Aun así, nunca ha habido esperanzas de encontrar vida en este planeta, ya que se encuentra fuera de la zona de habitabilidad. Es decir, la zona que está a la distancia idónea del Sol para que pueda haber agua líquida, no sólida ni gaseosa. Y que, además, la temperatura no sea ni demasiado alta ni demasiado baja. 

Hay al menos tres exoplanetas de este sistema en dicha zona: TRAPPIST-1e, 1f y 1g. Son planetas rocosos, con una masa similar a la de la Tierra, por lo que estos sí serían buenos candidatos a albergar vida. Ahora bien, ¿han podido los estallidos de su estrella alcanzarles y acabar con su atmósfera? No lo sabemos. Pero estos resultados llevan a pensar en esa posibilidad. Y no solo eso. Los autores del estudio creen que podría ocurrir con otros muchos sistemas de exoplanetas similares. Es demasiado pronto para asegurarlo y no hay consenso entre científicos, así que tampoco está perdida toda la esperanza. Habrá que estudiar más. Si no es aquí, quizás sea en otro.

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