En la última semana, se han publicado dos estudios que ponen de manifiesto el preocupante estado del glaciar del fin del mundo. También conocido como Thwaites o glaciar del juicio final, esta masa de hielo no recibe esos nombres tan catastróficos por casualidad. Se cree que, si su hielo se derrite demasiado deprisa, el aumento del nivel del mar podría ser fatal. Otros glaciares han desaparecido y las consecuencias no han sido tan graves, pero con este el planeta peligraría.

Hasta ahora se sabe que se está derritiendo muy deprisa. La causa principal es, claramente, el calentamiento global. No obstante, no se conocen con claridad los mecanismos que están llevando a su declive. Y conocerlos sería esencial, ya que ayudaría a anticiparse a los cambios y tomar las mejores medidas posibles.

Por eso, un equipo de científicos de Reino Unido y Estados Unidos ha introducido una cámara en las profundidades del glaciar del fin del mundo. Esto les ha permitido analizar el ritmo al que se derrite el hielo, pero también tomar muestras para su análisis. Dentro de las conclusiones obtenidas, ha habido algunas buenas noticias. Pero en general la mayoría son malas. Ojalá se busquen soluciones para que el nombre del glaciar no termine por hacerse realidad.

El origen del fin del mundo

Históricamente, se pensó que el fin del mundo estaba en la Antártida. Hoy sabemos que la Tierra no es plana. Bueno, deberíamos saberlo con la ciencia en la mano. Por eso, no se puede hablar del fin del mundo. Hacerlo, sería como buscar el final de un círculo. 

Sin embargo, cuando la idea de la planitud de nuestro planeta estaba mucho más extendida, se pensaba que ese era el punto donde acababa todo. Concretamente, este se ubicaba en la ciudad argentina de Ushuaia. De hecho, allí cerca se encuentra el Faro de San Juan de Salvamento, que inspiró una novela del francés Julio Verne, llamada El faro del Fin del Mundo.

El glaciar del fin del mundo se ubica en la Antártida; pero, en realidad, no recibe su nombre por el supuesto final geográfico del planeta. Se llama así porque, si desapareciese como ya lo han hecho otros glaciares en el mundo, la Tierra correría serio peligro. Según los cálculos de los científicos, al ritmo actual, podría contribuir en el próximo siglo al aumento de 65 centímetros en el nivel del mar y eso pondría en peligro muchas ciudades costeras.

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Unos primeros pasos que asustan

Hasta ahora, según cuentan desde Science Alert, se sabe que el punto donde el glaciar del fin del mundo se une al océano y el fondo marino ya se ha retirado 14 kilómetros desde los años 90. Además, en ese mismo tiempo casi se ha duplicado la cantidad de hielo que ha ido fluyendo fuera de la región.

Se trata de un glaciar de 130 kilómetros de ancho. La pérdida de hielo a un ritmo demasiado rápido puede ser desastrosa, por lo que es muy importante estudiarlo. Y es aquí donde reside el problema, ya que no es fácil sabe lo que pasa ahí abajo. Por eso, los autores de los estudios que se publican ahora en Nature decidieron enviar a investigar a un robot submarino, llamado Icefin.

glaciar del fin del mundo
Icefin. Universidad de Cornell.

¿Qué hay debajo del glaciar del fin del mundo?

Gracias a Icefin, y a un orificio perforado en 2019, estos científicos han descubierto varios hechos interesantes. Por un lado, que la topografía plana debajo del glaciar se derretía más lentamente de lo esperado. Esto es así gracias a una capa de agua más dulce entre el fondo de la plataforma de hielo y el océano más cálido, que se encuentra debajo. 

Esta es una buena noticia. Sin embargo, también se ha visto que el agua caliente ha ido creando en la base del glaciar del fin del mundo unas estructuras similares a terrazas. Desgraciadamente, tanto ahí como en las grietas, el derretimiento sí que está ocurriendo más rápido de lo esperado. Esto es muy preocupante, ya que indica precisamente que el agua caliente está penetrando en las áreas más débiles del glaciar. No debemos olvidar que el calentamiento global está provocando un aumento muy preocupante de la temperatura del océano y en estos lugares estratégicos eso puede ser fatal. 

Cabe destacar que las observaciones duraron nueve meses y que en ese tiempo el agua cercana a la conexión a tierra se volvió tanto más cálida como más salada. No obstante, la tasa de fusión sí que se mantuvo estable, entre dos y cinco metros por año.  Una de cal y otra de arena; aunque, sea la que sea la mala, en este caso debería tenernos muy preocupados.

De momento, para tener aún más información, Icefin ha recogido agua de las terrazas de la superficie y de otros puntos del glaciar del fin del mundo. Con esto complementarán la información necesaria para elaborar una estrategia de mitigación que evite el futuro colapso del glaciar. Llegados a este punto, la situación será más peligrosa que cualquiera de las aventuras de las novelas de Julio Verne.

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