¿Alguna vez has visto un cachorrito y has sentido unas ganas irrefrenables de golpearlo o espachurrarlo? Si la respuesta es un no, bien por ti. Si es un sí, en realidad no eres tan raro como piensas. De hecho, es un pensamiento tan común que ha sido ampliamente estudiado por la ciencia bajo la denominación de “cute agression” o, en español, “agresión linda”.

Se supone que es un sentimiento violento que surge en algunas personas cuando están viendo una imagen muy adorable, desde un cachorrito hasta un bebé. Pueden asustarse, ya que su mente dibuja algo muy diferente a sus deseos. En realidad no quieren hacerle daño, pero su mente visualiza el deseo de hacerlo.

Es lo que se conoce como una expresión dimorfa y, en realidad, parece ser un golpe de efecto del cerebro para que no tengamos una sobredosis de dulce. Dicho de otro modo, las imágenes adorables despiertan nuestros sistemas de recompensa, del mismo modo que lo hacen el sexo, el chocolate o las drogas. Y en algunas personas lo hacen con tal fuerza que el resultado puede ser excesivo. Por eso, según los estudios llevados al cabo hasta la fecha, parece ser que el cerebro reacciona con una imagen desagradable, para parar esa sensación desmedida. El resultado puede asustar, pero en realidad, es importante recordar que somos lo que hacemos, no lo que pensamos. Eso es lo que marca la diferencia.

La agresión linda no es un rasgo de psicópatas

En realidad, la agresión linda es un concepto tan común que algunos idiomas tienen una sola palabra para hacer referencia a ella. Por ejemplo, según relatan en IFLScience, el tagalo tiene el término gigil, que hace referencia al deseo irrefrenable de exprimir algo lindo. También puede conllevar querer pellizcarlo, morderlo o golpearlo.

Pero ese deseo no va a mayores. Como mucho, puede que la persona termine pellizcando los mofletes de un niño adorable, pero nada más. ¿Qué pasa entonces?

Para dar respuesta a esta pregunta, en 2018 se llevó a cabo un estudio en el que un grupo de voluntarios tuvo que observar 100 imágenes de animales y humanos. Algunos se habían modificado para ser menos adorables. En otros, en cambio, se había potenciado ese efecto, añadiendo factores como hoyuelos u ojos más grandes. 

No todos los voluntarios reaccionaron de la misma manera. Sin embargo, algunos de ellos reconocieron experimentar los pensamientos asociados a la agresión linda. Todos ellos se sometieron a una prueba de electrofisiología cerebral, que mostró más actividad cuando miraban las imágenes adorables. Pero la parte curiosa llegó al observar las zonas en las que se daba esa mayor actividad, especialmente cuando experimentaban la agresión linda.

Por un lado, primero se encendieron las regiones relacionadas con las emociones. Lógico. Pero, después, lo hicieron otras regiones relacionadas con los sistemas de recompensa. Es decir, las imágenes que provocaban la agresión linda estaban siendo casi como una droga para ellos. Una muy potente, además.

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Personas más sentimentales

Esos resultados fueron los que llevaron a pensar que, en realidad, la agresión linda es una forma de cortar una reacción demasiado intensa de los sistemas de recompensa. Y es que una emoción excesivamente positiva puede disparar en el cerebro algunos impulsos negativos. Por eso, en personas muy sentimentales, es necesario este freno de emergencia.

Esto puede ocurrir mediante los pensamientos de agresión, pero también con una sensación figurada de dolor. Por eso es común, al ver una imagen adorable, arrugar el gesto como haciendo pucheros o proferir un gritito. Socialmente, lo vemos como un símbolo positivo; pero, si nos ceñimos a lo literal, en realidad son manifestaciones de dolor. Esto ocurre especialmente en personas muy sentimentales. Por ejemplo, en aquellas que lloran de alegría. 

En definitiva, la agresión linda no es algo necesariamente malo. Siempre y cuando se quede solo en un pensamiento. Si no, ya estaríamos hablando de otra cosa, por supuesto.

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