La calima ha vuelto. Aunque quizás sea más correcto decir que nunca llegó a irse del todo. Sea como sea, lo que está claro es que últimamente es cada vez más habitual ver el ambiente enrarecido por el polvo del Sáhara. Y, lógicamente, esto lleva a hacernos una pregunta inevitable: ¿es esta otra consecuencia más del cambio climático?

Para responderla, como siempre, hay que hacer uso de la cautela. Si no se realiza un estudio específico, no se puede asegurar con certeza que los episodios de calima cada vez más habituales tengan relación con el cambio climático. Sin embargo, sí que podemos relacionar con él otros fenómenos que, de un modo u otro, pueden impulsar esa calima.

Por ejemplo, los cambios en la profundidad y la ubicación de las borrascas pueden generar vientos que arrastren con más fuerza el polvo. Además, a medida que el clima se haga más extremo, habrá más lugares desérticos, y más desiertos supone más polvo que arrastrar. Ahí sí podemos culpar al cambio climático.

¿Qué es la calima?

Antes de ver si tiene o no algo que ver con el cambio climático, debemos recordar en qué consiste la calima. 

En realidad es un fenómeno muy amplio, que hace referencia a la presencia en la atmósfera de partículas muy finas de polvo, arena o ceniza en suspensión. Esto puede ser por múltiples motivos, desde la erupción de un volcán hasta un incendio forestal. No obstante, lo más habitual es que se dé por el arrastre de polvo procedente de zonas desérticas.

En España es habitual que este polvo proceda del Sáhara, de ahí que tradicionalmente las islas Canarias hayan sido el punto más afectado del país. No obstante, siempre ha habido episodios en los que la calima se ha extendido por la península Ibérica, llegando incluso a las islas Baleares. El problema es que esos episodios son cada vez más frecuentes. Incluso si lo vemos a una escala de tiempo muy elevada. De hecho, según un estudio realizado por científicos de la Universidad Complutense de Madrid en 2021, la llegada de polvo sahariano a la península se ha incrementado en un 400% en los últimos 5.000 años.

Además, ese mismo estudio señala que ha habido periodos muy concretos en esos cinco milenios en los que ha habido un claro repunte en los niveles de calima. Y no son ciclos aleatorios, pues todos ellos coinciden con cambios climáticos.

Así puede influir el cambio climático

Según explican en eltiempo.es, en los últimos años se han experimentado en el hemisferio norte cambios en las corrientes de chorro que han llevado a que se originen más dorsales y vaguadas. Las primeras son lenguas de aire caliente procedentes del trópico en altura, mientras que las segundas consisten en lenguas de aire frío procedentes del polo. Esto favorece a su vez que se originen más depresiones aisladas. 

Estos episodios atmosféricos pueden dar lugar a más rachas de viento que arrastran el polvo sahariano hasta el norte, formando esa característica calima en el ambiente. Esto, además, se ve mucho más acentuado si hay más polvo que arrastrar. Y eso es algo a lo que también está conduciendo el cambio climático.

Este mismo año, se publicó en Nature Ecology and Evolution un estudio en el que se ponía de manifiesto cómo muchos mecanismos característicos de las zonas áridas están extendiéndose cada vez más por las zonas áridas. De hecho, se señala que, si todo sigue igual, para finales de este siglo las zonas húmedas de la Tierra podrían descender un 74%, generándose unos 17 millones de kilómetros cuadrados de nuevas regiones áridas.

En definitiva, no podemos acusar al cambio climático del aumento de la calima con certeza. Pero sí que sabemos que el cambio climático irá avivando cada vez más el fuego de este fenómeno atmosférico. Es una diferencia sutil, pero la conclusión no deja de ser la misma. Lo que más nos conviene a todos es intentar ralentizar lo mejor que podamos ese cambio climático.

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