El pasado 24 de diciembre de 2021, la sonda InSight detectó en Marte un temblor bastante grande, de magnitud 4. Si fuese en la Tierra, quizás podríamos pensar que era el resultado de millones de niños pidiendo el aguinaldo y saltando mientras tocan la pandereta. Vale, tampoco sería para tanto; pero, igualmente, en Marte esto sería imposible. Allí solo había una opción inicialmente plausible para el terremoto: el impacto de un meteorito.

De hecho, desde que InSight llegó a Marte en 2018, el sismógrafo que se encuentra entre sus instrumentos ha logrado detectar alrededor de 1.300 terremotos. O martemotos, mejor dicho. Pero solo ha habido uno comparable a este. Tuvo lugar el 18 de septiembre de 2021 y se pensó que podría deberse a un meteorito, pero hasta que no hubo otro evento similar, los científicos del proyecto no se atrevieron a intentar confirmarlo.

Ahora, gracias a dos estudios publicados en Science, sabemos que sus sospechas eran ciertas y que los terremotos fueron causados por el impacto de un meteorito. Pero también conocemos muchos mejor el interior de Marte, gracias al estudio de las ondas que se transmitieron tras la colisión. De hecho, es la primera vez que se estudian ondas sísmicas superficiales en un planeta ajeno a la Tierra. 

Dos meteoritos sobre Marte

El primero de los estudios que se acaban de publicar se basa en las observaciones del Mars Reconnaissance Orbiter; una sonda que, como su propio nombre indica, orbita el planeta rojo en busca de datos de interés. Con él se logró encontrar dos cráteres que se correspondían con la ubicación en la que se originaron las sondas sísmicas.

Ambos eran de gran tamaño: 130 metros de diámetro en el de septiembre y 150 metros para el de diciembre. Su hallazgo sirvió para confirmar el origen del terremoto. Pero aún faltaba por ver qué información se podía extraer de él. Y eso es algo que se ve en el segundo estudio.

En él, analizan el comportamiento de las ondas superficiales y concluyen que, posiblemente, la corteza de Marte es más densa de lo que se pensaba. De ser así, se cambiaría la concepción actual de cómo se originó el planeta. Además, se desafía la idea actual de que dicha corteza está dividida en dos. 

Esta idea proviene del hecho de que existe una gran variedad en el terreno de sus dos hemisferios. Al norte se ven principalmente tierras bajas volcánicas, que pudieron estar cubiertas por un océano en el pasado. En cambio, en el sur destacan las mesetas de tierras altas cubiertas precisamente por cráteres de meteoritos. Esto lleva a pensar que haya también cierta dualidad en su interior, pero no parece que sea así, con base a cómo se desplazan las ondas sísmicas.

NASA/JPL-Caltech

¿Para qué sirve todo esto?

Marte es un planeta rocoso, al igual que la Tierra. Estudiar el comportamiento de las ondas sísmicas superficiales después de los terremotos ayuda a los científicos a entender su estructura. Y eso, a su vez, les ayuda a comprender cómo pudo originarse.

Por lo tanto, se puede tener una idea aproximada también de dónde venimos nosotros. Este dato por sí solo no es esencial. Sin embargo, sumado al resto de estudios que analizan el origen de planetas como el nuestro, puede ayudarnos a completar por fin el ansiado rompecabezas. Sin duda, aquel impacto fue un magnífico regalo de Navidad.

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