Juego de Tronos es una serie atravesada por el peso del pasado, la tradición y el honor dentro de las familias. Esos ejes propician múltiples tensiones en el relato, para las cuales la solución suele estar asociada con formas violentas, sexuales o políticas que no dejan de ser, por su condición, menos polémicas y comprometedoras. La Casa del Dragón, como precuela, es fiel a ese legado. En ese marco, Rhaenyra Targaryen y Daenerys Targaryen son dos de las figuras más representativas.

Tanto Rhaenyra Targaryen como Daenerys Targaryen son personajes atravesados por el dolor. También por la búsqueda de un futuro sustentado en un presagio y en la tradición que les impone su casa. Son mujeres nacidas para estar cerca del poder, aunque esta relación no sea del todo abrazada por ellas, en ocasiones, y en otras pueda resultar en su perdición, movidas por la rabia y la ambición. Todo esto, en un mundo de hombres, donde la fuerza suele imponerse por sobre las ideas. 

Ellas representan un punto de calma y sentido, en algún tramo de sus desarrollos, a la par que, desde una perspectiva simbólica hasta el presente, pueden interpretarse como símbolos del feminismo dentro de las historias de La Casa del Dragón y Juego de Tronos.  Rhaenyra Targaryen y Daenerys Targaryen, en sus paralelismos, comparten una idea de justicia que desean imponer, a la par que representan a su casa. Lo interesante, en esa búsqueda, son las capas de significados que tiene esa palabra. 

El recorrido de cada personaje está marcado por decisiones que, de forma directa, no tomaron pero deben asumir. Bien sea por sus antepasados o por la tradición, ajena a personalidades específicas, que las llevan a aspirar un puesto relevante dentro del juego. Su idea de justicia admite varios matices. 

La Casa del Dragón es la nueva serie del universo de Juego de Tronos

La Casa del Dragón, Juego de tronos
y la idea de justicia

En el caso de Daenerys Targaryen, su idea de justicia está marcada porque ella merece un lugar que el mundo le ha negado; ella es la hereda del Trono de Hierro y hará todo lo posible para ocupar ese lugar. El desenlace de Juego de Tronos describe cómo esa ambición la va corrompiendo. Se muestra desde distintos puntos de vista. Puede que uno de los más sutiles, y a la vez representativo, sea su atuendo. Aquella reina que iba liberando pueblos –sangre mediante– fue dejando de manera progresiva los atuendos blancos para dar paso a otros negros, en los que el hierro y las formas filosas y rígidas destacaban. 

Rhaenyra Targaryen

Por su parte, Rhaenyra Targaryen aún tiene mucho por recorrer dentro de la historia. Sin embargo, el último capítulo de la primera temporada de La Casa del Dragón dejó la puerta abierta hacia una versión más agresiva y, también, herida del personaje. Aquella mujer que, rodeada de hombres, es la primera en poner un poco de calma y dar perspectiva ante lo que está ocurriendo, es probable que termine entregada a sus emociones. Así, en ese recorrido, ir sobre una de las tendencias de su familia: ríos de sangre, a partir de lo que entienden como un agravio. 

Entonces, el filtro de justicia de una y otra está marcado por la tradición y una idea de deber acorde con esta. Por tanto, no dudan al momento de emparentar a sus hijos con los de otras familias, siempre y cuando tenga un fin asociado con el Trono de Hierro o les permita tener a su alcance otro valor político. Tampoco les tiembla el pulso si, en ese camino, deben arrasar ejércitos y poblaciones enteras, a puro fuego.

La locura de Daenerys Targaryen,
¿el futuro de Rhaenyra Targaryen?

En ellas, legado y deber se imponen por sobre el pulso del bien y del mal

Esa filosofía llevó a Daenerys Targaryen a alcanzar su meta, pero en un reino de huesos y cenizas. Aquella mujer que se presentaba como una rompedora de cadenas derivó en una personalidad megalómana, movida por sus deseos, la perversión de esto y la exposición a estímulos que terminaron afectándola de manera notoria. Ella, creyendo que abrazaba una idea de justicia, la suya, terminó entregándose de forma inconsciente al odio y al ego.

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Una explicación posible de esto, junto con los distintos desplantes y agravios que sufrió en su trayecto, es la falta de flexibilidad en sus ideales. Daenerys Targaryen, para alcanzarlos, se convirtió en una suerte de fuerza sobrenatural que no dejó nada a su paso. Cuando se encontró en la cima, vio sus manos vacías, manchadas de sangre y polvo. Se convirtió en algo parecido a lo que deseaba oponerse. 

Rhaenyra Targaryen aún no se acerca a este destino. Aunque ella también ha hecho cuanto ha querido, con base en sus intereses. Conforme La Casa del Dragón fue avanzando en su desarrollo, se pudo ver cómo, también, sumó herramientas de gestión política y diplomática. El contraste temporal más claro se produce con Daemon Targaryen, quien mientras ella intenta dar algo de perspectiva a la situación, él se encuentra contando dragones a disposición de la posible batalla. 

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Sin embargo, mucho del último capítulo de la primera temporada indica que esa calma saltará por los aires en los próximos episodios, luego de enterarse del asesinato a uno de sus hijos. Otros ideales que, movidos por la venganza y un sentido estricto de la tradición y el deber, podrían terminar pervirtiéndose en el trayecto.

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