El género found footage se ha convertido en un riesgo argumental considerable. Y Maleficio, del director Kevin Ko y otras de las películas de Netflix para el fin de semana, lo atraviesa a fuerza de habilidad, un guion bien construido y una atmósfera brillante. El film, que se une a la larga tradición que comenzó El proyecto de la Bruja de Blair en el 99 es una reinvención de la realidad escindida. También, de esa condición naturista y en apariencia corriente, que esconde lo sobrenatural en medio de escenarios comunes. Pero mientras otras premisas fallan al recorrer la idea de material audiovisual que debe ser reinterpretado como terrorífico, Maleficio triunfa. Y lo hace desde la connotación elocuente de que el miedo es algo más de lo que puede verse.

Ese sentido de lo absurdo y lo confuso, convierte a Maleficio en un interesante experimento narrativo que Ko lleva a un buen nivel. En especial, al construir la premisa del miedo y lo que se oculta en lo sobrenatural desde lo inexacto. Desde la concepción de una maldición como el terror convertido en algo tangible, hasta la dimensión de lo invisible sostenido en lo aparente. Maleficio se toma considerables molestias para apartarse de los clichés habituales del cine de terror. A la vez pondera sobre cómo la tecnología reacciona a fuerzas inexplicables, un tópico que el film reinventa con buen pulso. De hecho, varias de sus escenas más interesantes transcurren en medio de cómo el sentido de la hipercomunicación puede ser una herramienta de lo terrorífico. 

Maleficio

Maleficio, nueva película de Netflix, apuesta a un tipo de terror estilizado y complejo de enorme efectividad. No solo es la historia de un evento sobrenatural. También es un recorrido por la posibilidad que el horror sea algo más que lo obvio. Entre ambas cosas, la película pondera sobre los códigos del género desde una moralidad ambigua, retorcida y manipuladora. También, a través de la condición de sus personajes. Cada uno de ellos son víctimas de un mal invisible que se manifiesta de manera inquietante y siniestra. Una mirada al horror, que se extiende por lo cotidiano como una entidad infecciosa con su propio peso.

Puntuación: 4.5 de 5.

El punto se profundizó con elegancia en Host de Rob Savage. Pero la película del 2020 fallaba al lograr unir las piezas de un rompecabezas tenebroso. Al contrario, Ko logra construir una interesante versión sobre una nueva dimensión del horror, exclusivamente contemporáneo. La amplia gama de recursos audiovisuales de la actualidad, se convierten en ventanas hacia lo paranormal. De modo que lo terrorífico se manifiesta en metraje sombrío, imágenes de pesadillas que se reproducen en pantallas y teléfonos móviles. A medida que avanza, Maleficio crea una red interconectada de ideas sobre la antigüedad del mal y la forma como una entidad lóbrega, puede adoptar formas sofisticadas. Para el final de su primer tramo, la película de Netflix dejó dos cosas claras. Esta no es una película de terror habitual. Y sin duda, es una que juega con piezas habituales con una inteligencia que sobrepasa el promedio. 

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Cuando la oscuridad clama desde las profundidades de la tecnología

Li Ronan (Tsai Hsuan-yen) intenta proteger a su hija Dodo (Huang Sin-ting) de una condena invisible. Lo hace por todos los medios a su alcance y también, impulsada por una culpa expeditiva cada vez más cruel. La película de Netflix utiliza el habitual tropo de la madre atormentada para hacerse algunas preguntas acerca de la ambición, la codicia y el fracaso. Y es quizás, ese trasfondo inesperado, lo que dota a Maleficio de una segunda lectura sofisticada. 

A medida que la maldición avanza — y se manifiesta como una presencia lóbrega alrededor de madre e hija — la atmósfera de la película se hace irrespirable. En especial, cuando la idea de la muerte y sus consecuencias se convierte en un punto debatible. ¿Es asesinar la intención última de una condena invisible, sofocante y peligrosa? De hecho, la película plantea la inquietante salvedad, que matar no es lo peor que puede hacer una condena sobrenatural. Con una percepción enfermiza sobre la trascendencia, el film indaga acerca de la posibilidad que la crueldad paranormal abarque otros estratos de la existencia. 

Y esa salvedad lo que permite a Maleficio mostrar sus mejores armas y recurrir a la narración del terror como un suceso al borde de lo cotidiano. A medida que las consecuencias de la maldición que persigue a Dodo y a su madre se hacen más intrincadas, el film juega con la ambigüedad. ¿Qué es real y que es ficticio en los cientos de imágenes repetidas en teléfonos, pantallas de ordenador y cámaras de seguridad? ¿Morir a causa de la maldición es una verdadera liberación? 

Maleficio: entre las sombras espera lo inexplicable 

La película de Netflix no lo aclara de inmediato. Y de hecho, uno de los puntos más altos de Maleficio es no prodigarse en exceso en explicaciones. El argumento se basa en su capacidad para aterrorizar desde el misterio y el director afianza la idea de lo inexplicable en lo visual. Corredores en sombras sumidos en un silencio roto por sonidos inclasificables. Imágenes aterradoras en apariencia casuales que se entretejen en lentas variaciones de la realidad. Maleficio es una construcción cuidadosa acerca de la sustancia del terror como algo más que una idea abstracta. 

Y de hecho, la amenaza en Maleficio pasa por la muy humana necesidad de restañar los errores y reivindicar decisiones cuestionables. Poco a poco, el guion deja claro que cada acto, incluso los que sostienen las mejores intenciones, tiene una consecuencia. Que morir no es lo peor que puede ocurrir y que lo que se esconde en las sombras, puede ser peor de lo que imaginamos. Es esa condición de lo inexplicable, lo que brinda a la película su curiosa personalidad. Al final, también su profunda versión sobre lo terrorífico que se esconde en la realidad cotidiana. Un triunfo mayor en un género desgastado por el — mal — uso de sus recursos. 

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