La primera temporada de la serie Westworld de HBO Max, deslumbró a la audiencia y a la crítica. La versión pesimista de un mundo en la que la Inteligencia Artificial es un rehén y una herramienta de placer retorcido, resultó desconcertante. Pero aún más, cuando se emparentó con todo tipo de preguntas sobre la ética, la consciencia y la condición misma de la existencia.

Con dos líneas temporales en paralelo y una transición elegante entre la concepción del bien y el mal, la serie se convirtió en un suceso. Y en especial, cuando el final presagiaba que las siguientes temporadas explorarían el futuro pesimista que sostenía conceptos semejantes.

¿Qué sociedad era capaz de crear criaturas medianamente sensibles para confinarlas a un juego tramposo de la realidad?. Mucho más perturbador aún, ¿quiénes eran los responsables de un juego de información y poder a gran escala? 

Quizás por su ambición, la segunda temporada cosechó críticas mixtas. Una vez ocurrida la rebelión de los robots, la serie se encontró en la compleja situación de justificarla. Mucho más, enlazarla y reconstruirla como una versión sobre los grandes temas que ya había tocado. Pero no solo se quedó corta, sino que, además, apostó a la acción antes que a su ya conocido trasfondo intelectual. La serie dejó algunas secuencias memorables para la cultura pop, pero no alcanzó el nivel de profundidad y elocuencia de la primera entrega. La gran pregunta fue, entonces, ¿qué podría ocurrir en una tercera, con la Dolores de Evan Rachel Wood sin ataduras ni restricciones? 

La respuesta no fue tan impactante, urgente o ingeniosa como podría suponerse. Eso, a pesar de que la serie expandió sus límites y finamente mostró el mundo que acoge al paraíso insular de Westworld. La radiante sociedad futurista, anunciada en tantas ocasiones, se materializó como una utopía engañosa con aires fascistas. El secuestro de la información y su uso tendencioso, se convirtieron en elementos brutales que la serie explotó con cuidado. No tanto, la condición de la Inteligencia Artificial en rebelión contra sus creadores o una subversión en puertas a una escala temible. 

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La cuarta temporada de Westworld promete unir todas las líneas anteriores y también, enlazar la condición del miedo futurista con algo más complejo. Y para eso, requiere dejar en claro varios de sus conceptos más duros y complicados. Te dejamos una lista pormenorizada de todo lo que debes saber sobre Westworld y su premisa, antes de disfrutar de sus nuevos capítulos. 

Mente bicameral o la suposición de la existencia

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Gran parte de la primera temporada de Westworld estuvo basada en profundizar acerca de la conciencia de los robots anfitriones del parque. O en otras palabras, si la inteligencia artificial, era capaz de reconocerse a sí misma como tal. El curioso juego de espejos — parte tradicional del género de ciencia ficción — se enlazó con un concepto complejo de la psicología: la mente bicameral. La premisa de los primeros capítulos de la serie, se hacía preguntas acerca de si los androides podrían llegar a contemplar su propia vida y consciencia. También, la cuestión sensible de cuando podría considerarse que una máquina es algo más que un conjunto de partes. 

La teoría de la mente bicameral se planteó por primera vez en el libro “El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral” de Julian Jaynes. Publicado en 1976, contenía la investigación que teorizaba la posibilidad que el homo sapiens no fue consciente de su existencia, hasta el año 1000 a. C. Siempre, según Jaynes, incluso después de ese punto temporal, la mente en formación, se planteó lo divino como una segunda voz de la identidad. Es decir, como alucinaciones o errores de percepción, concebidas como ideas divinas. 

Durante la primera temporada de Westworld, la premisa de la serie exploró la lenta toma de conciencia de los androides. Pero también, la forma como Robert Ford (Anthony Hopkins) influía en sus creaciones como una especie de creador total. Una figura casi mística que los anfitriones percibían como plenipotenciaria e incontestable. Una percepción de la mente bicameral llevada a un estrato por completo nuevo. 

Prueba de Turing

Durante buena parte de la primera y segunda temporada de Westworld, el programa incluyó en su argumento alusiones al test de Turing. Basada en el trabajo del matemático Alan Turing, la prueba tiene por objetivo demostrar la inteligencia de una máquina. O en todo caso, que tan cerca está en sus procesos de análisis a los de un ser humano. El recurso científico, muy frecuente en la actualidad, forma parte de varios argumentos de ciencia ficción. Pero en Westworld toma un sentido inquietante al enlazar el control, el miedo y el dominio de los creadores sobre los anfitriones con el test, en una sola premisa. 

De hecho, tanto en la primera temporada como en la segunda, el test de Turing (o una variación) es un punto de inflexión entre personajes. Las preguntas y respuestas a las que se somete a los robots, dejan entrever una intención latente. La de saber qué tan conscientes es la inteligencia artificial cautiva en el parque de su existencia y además, medir su sensibilidad y raciocinio. El conjunto de pruebas revelan a Ford, creador del parque, que la evolución mental de sus robots está completa. Lo que desencadena los sucesos del último capítulo de la primera temporada y parte de la segunda entrega. 

Teoría del valle inquietante

En 1970, el científico Masahiro Mori creó la llamada “teoría del valle inquietante” con la que intentó explicar las relaciones — venideras — entre robots y seres humanos. A través de la hipótesis, Mori profundizó en la posibilidad de la reacción del hombre a sus criaturas mecánicas. Además, analizó que a medida que las creaciones robóticas o de inteligencia artificial fueran más parecidas al ser humano, causarían un raro efecto psicológico. Uno que provocaría rechazo, incomodidad e incluso, desconcierto y miedo en el cerebro humano.

Westworld utiliza la teoría en su tercera temporada. En ella, Dolores (Evan Rachel Wood), propone la idea que los robots son superiores. De hecho, el concepto se analiza de manera sutil cuando el personaje valora su existencia y deja claro que sería “odiada” por ser un androide. Poco a poco, la serie profundiza, enfatiza y explora la idea de las relaciones entre humanos y robots. Y deja en el sustrato, la sensación que en las mejores condiciones, los robos serían temidos. En las peores, considerados una amenaza. Un nueva dimensión de la teoría de Mori. 

Mente colmena o controlada

Según el género de ciencia ficción, la mente colmena o controlada, supone una colaboración estrecha y coordinada entre individuos que, usualmente, no podrían hacerlo. Se trata de la idea que una única mente maestra o central, controla la personalidad o todo elemento que confieren individualidad a otras criaturas. El control puede ser total o en el mejor de los casos, consciente. 

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HBO

En la tercera temporada de Westworld, la mente colmena es un punto de enorme interés para comprender la historia. Se trata de un poderoso recorrido a través de ideas subyacentes sobre la capacidad de los robots para trabajar entre sí. Y no solo como cómplices o algo semejante, sino como elementos entrelazados entre sí de forma muy elaborada y consciente. La Dolores de Evan Rachel Wood se convierte en el centro de una maquinación a gran escala. Y también, en el punto más elaborado de un tránsito hacia un tipo de estrategia del caos cada vez más fuerte y complicado. 

Algoritmo predictivo

El algoritmo predictivo es una representación matemática que traduce un hecho de la realidad en datos que permiten predecir cuándo ocurrirá de nuevo. O al menos, en que forma o bajo que aspectos ocurrirá. La predicción puede incluir desde procesos hasta el comportamiento específico de individuos, a través de la información disponible. 

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En la tercera temporada de Westworld, la corporación Incite Inc utiliza los datos como una manera de predecir el comportamiento colectivo. A su vez, eso permite controlar a los individuos de la manera en que pueda resultar más eficiente. De modo que el mundo de Westworld, es en realidad, una representación a gran escala del parque. Y una, mucho más elaborada y dura de la que podría suponerse en su primera temporada. 

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