No todas las personas que rechazan una vacuna son antivacunas. Quizás sean la mayoría. O al menos los que más ruido hacen. Pero también hay quien es reacio a recibirlas por otras causas, como el miedo a las agujas. Por eso son tan importantes investigaciones como la que acaba de presentar en la revista Matter un equipo de científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT). En ella, enseñan un método para encapsular el ARN mensajero (ARNm) de las vacunas del coronavirus hasta obtener una pastilla, mucho más fácil de tolerar para quienes sufren esta fobia.

Pero esta investigación no solo es interesante en este aspecto. También lo es porque presenta una nueva vía de administración de ácidos nucleicos (ADN y ARN), que puede servir para tratar otras muchas patologías. Sería útil especialmente para tratar enfermedades digestivas, por supuesto, pero también de otros órganos. 

Ahora bien, cabe destacar que han llevado su investigación en cerdos. Es cierto que son un buen modelo para estudiar cómo actuaría un fármaco sobre los órganos de los humanos. De hecho, es el motivo por el que son una de las opciones preferentes para realizar xenotrasplantes, en los que se coloca un órgano animal a un humano. Pero, aun así, todavía queda mucho camino por andar. 

Miedo a las agujas, uno de los enemigos de las vacunas del coronavirus

Según datos de Mapfre, aproximadamente el 12% de la población sufre miedo a las agujas, también conocido como belonefobia.

Como cualquier otra fobia, esta genera conductas de evitación, como evitar cualquier fármaco que se administre mediante inyección. Y eso, por supuesto, incluye las vacunas del coronavirus.

Aproximadamente el 12% de la población sufre miedo a las agujas

Muchas personas han hecho grandes esfuerzos para enfrentarse a su fobia durante esta campaña de vacunación, conscientes de que recibir la vacuna era lo mejor para ellos y para las personas que les rodean. Pero algunos siguen siendo reacios. Por eso es tan interesante que se desarrollen métodos de administración alternativos. De momento no hay otro que no sea la administración intramuscular, así que las pocas estrategias diseñadas han ido dirigidas a enmascarar los pinchazos. Es por ejemplo lo que hace Pinsoft, un artilugio diseñado por estudiantes de la Universidad Jaume I, de Castellón, que consiste en el uso de múltiples agujas colocadas sobre la piel, de modo que el receptor no sepa cuál va a darle el pinchazo.

Pero, desde luego, lo que preferirían las personas con miedo a las agujas es que la vacuna no requiera pinchazo. Ni enmascarado ni sin enmascarar. Y aquí entran en juego opciones como la pastilla diseñada por el MIT.

Unsplash

Una pastilla para entregar moléculas grandes como el ARNm

En realidad, el método diseñado por estos científicos para administrar las vacunas del coronavirus proviene de una investigación anterior, de 2019.

Entonces, estos científicos diseñaron una cápsula en la que podrían introducirse medicamentos como la insulina, con el fin de ser entregados directamente al revestimiento del estómago. 

El método de revestimiento se usó primero con fármacos como la insulina

Curiosamente, la pastilla resultante está inspirada en la naturaleza, más concretamente en la tortuga leopardo (Stigmochelys pardalis). Este reptil se caracteriza por un caparazón con una cúpula alta, que le permite enderezarse fácilmente si rueda sobre su espalda. Del mismo modo, la píldora puede reorientarse para dirigirse siempre al revestimiento estomacal. Y de allí a otros órganos.

En 2021 estos científicos fueron más allá y usaron el mismo método de encapsulación para entregar moléculas grandes como anticuerpos monoclonales, que también han sido muy estudiados para el tratamiento de la COVID-19. El éxito de la administración les llevó a pensar que quizás podrían administrar también ácidos nucleicos. Al fin y al cabo, son igualmente moléculas grandes.

Era un reto, pues son moléculas muy sensibles, que se pueden degradar con facilidad, especialmente en un entorno tan hostil como el estómago. Por eso, era necesario un buen revestimiento, así que tuvieron que realizar algunos cambios. Pero el resultado fue muy positivo.

Un buen revestimiento para combatir el miedo a las agujas

Para este nuevo revestimiento los científicos del MIT usaron unas nanopartículas poliméricas que ellos mismos habían desarrollado recientemente. Las nanopartículas poliméricas son partículas con un tamaño en el orden de los nanómetros, por debajo de la micra, elaboradas a partir de materiales poliméricos. Quedémonos con que estaba compuesto por partículas muy pequeñas, unidas fuertemente entre sí en una cadena con muchos eslabones iguales repetidos. Eso sí, se trataba de cadenas ramificadas, pues vieron que eran más eficaces que las lineales.

Se usó ARNm con las instrucciones para fabricar una proteína fácilmente detectable

¿Pero cómo probaron dicha eficacia? Inicialmente lo hicieron en ratones, a los que primero se les inyectó el ARNm directamente en el estómago. Sin encapsular. Como ya hemos visto con las vacunas del coronavirus, el ARNm lleva las instrucciones para que se fabrique en el organismo una proteína concreta. En el caso de las vacunas, es una proteína del coronavirus. En este experimento era algo conocido como proteína reportera. Son proteínas cuya presencia se puede identificar fácilmente desde fuera. Por ejemplo, algunas lo hacen emitiendo fluorescencia. Así, podrían ver fácilmente si el ARNm se había tolerado bien.

También hicieron lo propio, pero administrando el ARNm en la pastilla encapsulada y en cerdos en vez de ratones. En total introdujeron 150 microgramos de ARNm, lo cuál es una cantidad incluso mayor que la que se introduce con las vacunas.

En ambos casos la proteína se detectó en gran cantidad en el estómago, por lo que la administración había sido adecuada. Solo hubo una diferencia. Con la inyección se detectó también en otros órganos. Y esa sería una gran ventaja, puesto que lo que interesa es tener una inmunidad sistémica, por todo el organismo. ¿Significa eso que la pastilla no sirve? No tan deprisa.

Inmunidad desde el estómago

Estudios anteriores llevados a cabo por otros grupos de investigación han hallado que el tracto gastrointestinal tiene una gran cantidad de células del sistema inmunitario, por lo que se podría dirigir una buena respuesta desde allí. De hecho, existen estudios que encuentran en la microbiota intestinal un gran aliado para dirigir nuestro batallón defensivo más allá del estómago.

Por eso, aunque inicialmente intentarían ver la forma de emular los resultados de la inyección, consideran que una respuesta centrada en el estómago tampoco sería una mala opción. Pero les queda mucho por investigar. Por eso, de momento, nos tenemos que conformar con las vacunas del coronavirus inyectadas por vía intramuscular. Si todo va bien, en un futuro tendremos también las nasales, que serán muy eficaces, pues generarán una respuesta desde la misma puerta de entrada del coronavirus a nuestro organismo. Sería, por ejemplo, el caso de la que se está generando en España, en el CSIC. Quizás esas, además de ser una opción maravillosa para toda la población, agradarían más a las personas con miedo a las agujas. Sea como sea, aún les queda esperar un poco. 

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: