Una asesina profesional es perseguida por romper un código debido a una orden superior. Ese acoso se produce en dos escalas: la personal, debido a que aquello la atormenta, y la profesional, pues será buscada por la familia afectada a consecuencia de esa vieja decisión. Entonces, ‘Kate’ comienza una lucha contra el tiempo y distintas situaciones para intentar resolver los pendientes antes de morir. Aunque esta sinopsis breve quizá resulte familiar en otros relatos, en el caso de la película dirigida por Cedric Nicolas-Troyan conviene no descartar de entrada lo siguiente: es probable que se convierta en otro éxito de Netflix. 

Kate tiene los distintos elementos que atraen del cine de acción con el plus de la sobriedad japonesa en cuanto a drama, libertad y agresividad que se permiten en esa cultura. Ese balance entre una historia bien llevada y la explosividad de los tramos de acción hace de esta película un producto atractivo. Estos elementos, además, cuentan con una suerte de actualización o reinterpretación a través de guiños al anime, algo clave para dar con una propuesta visual dinámica y entretenida.

Mary Elizabeth Winstead (Birds of Prey), la protagonista junto con Miku Martineau y Woody Harrelson, convence y encanta según cada circunstancia. Cuando debe pelear y disparar como si no hubiera un mañana —porque ella no tiene un mañana—, es explosiva; si en cambio le toca ser empática y emotiva, también se adapta a la situación. Ella es el vehículo de todo cuanto ocurre en Kate, recién estrenada este 10 de septiembre a través de Netflix. 

Kate y los géneros narrativos

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Teniendo en cuenta que es una película desarrollada en Tokio y que explora parte de la cultura japonesa, desde la Yakuza hasta las costumbres familiares, la producción de Kate debió sentirse tentada por la posibilidad de incorporar elementos del anime a su relato. No lo hace de manera formal, animando situaciones. Pero sí se intuye la influencia a través de los encuadres, las coreografías de las peleas y la paleta de colores que acompaña al espectador durante toda la película. 

¿Qué genera esto? Una puesta en escena más rica y atractiva porque los elementos mencionados aportan dinámica, compensando de buena manera los primeros tramos sobrios de Kate. A esto hay que sumar el soundtrack de la producción, con distintas piezas del pop japonés y temas que, para quienes estamos de este lado mundo, remiten a los intros y endings de varios animes de acción. 

La influencia de este género de animación a ratos resulta tan evidente que podría considerarse una suerte de live action inspirado en un manga en concreto. Pero no. El manejo de la producción, encabezada por David Leitch, Kelly McCormick, Bryan Unkeless y Scott Morgan, resulta justo y preciso. Lo suficiente como para evitar saturar al espectador que no esté interesado en estas combinaciones. 

La acción se lleva un notable

Kate - Netflix

A partir de ese marco narrativo sostenido en distintos géneros, la violencia de la película brilla. Las coreografías son sólidas, al igual que el montaje, y el carácter explícito de Kate favorece a la narración. Al no guardarse una gota de sangre, esa decisión también es conveniente para construir a la protagonista de la película de Netflix. Su necesidad es de tal dimensión que no escatima en usar uno u otro método en el trayecto. 

Este factor va en consonancia con toda la obra. Si bien puede parecer exagerado considerar a Kate como un homenaje a una parte de la cultura japonesa, al menos podría considerarse como una buena pieza para tomar nota sobre algunos intereses culturales y parte de la filosofía de quienes viven en esa zona de Asia. Por eso, en ocasiones, Kate puede llegar a evocar películas como Oldboy (Pak Chan-uk, 2003) o Your Name (Makoto Shinkai, 2016). 

En ese sentido, el director Cedric Nicolas-Troyan puede que haya dado un paso hacia adelante dentro de su carrera fílmica. Luego de Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo (2016) y de trabajar los efectos especiales de Blancanieves y la leyenda del cazador (2012), Kate emerge como una producción sólida. Por sus características, el presente global en relación con el streaming y la plataforma, podría llevarlo hacia otros proyectos.

Kate resiste a algunas conveniencias en el guión porque, en oposición, no resulta evidente en cuanto quiere contar. Plantea preguntas al espectador sin querer ser abstracta y las responde de forma adecuada, mientras la espectacularidad y la fortaleza visual —que a ratos evoca a la franquicia Blade Runner— destacan en Netflix.

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