Jeff Bezos y Richard Branson hicieron su primer viaje al espacio. Mientras, Elon Musk está interesado en que el viaje fuera de la Tierra sea una experiencia privada. Tom Cruise irá a la Estación Espacial Internacional para grabar su próxima película. Tal parece que la última frontera se ha convertido rápidamente en objeto de un debate curioso sobre el futuro. ¿A quién pertenece el espacio? ¿Quiénes están destinados a un viaje semejante?¿Quiénes podrán disfrutar de una travesía cercana a la ciencia ficción? 

El cine ha especulado con frecuencia sobre empresas privadas que conquistan el viaje al espacio. Y lo ha hecho siempre desde un tono levemente pesimista que, sin embargo, tiene algo de tenebroso.

En 1979, Alien de Ridley Scott mostraba a la tripulación del U.S.C.S.S. Nostromo en un vuelo espacial privado. La idea, que no era revolucionaria, sí tenía un ingrediente inquietante. La posibilidad de que una gran corporación pudiera tener el control del espacio.

De hecho, Alien plantea un asunto en apariencia sutil: ¿qué ocurre cuando intereses privados, en apariencia cuestionables, tienen la oportunidad de explorar las riquezas del espacio? De hecho, durante toda la saga Weyland Industries ha sido el villano en la trastienda de la exploración espacial. 

Para 1985, el clásico de ciencia ficción Contacto de Carl Sagan narraba el primer contacto con vida alienígena. Pero más allá de la historia central, en el trasfondo del libro había una cuestión precisa. Parte de la novela describía un mundo en el que viajar al espacio exterior era cosa de empresas privadas. Incluso, Sagan llega a imaginar que al final el gran primer contacto se logra gracias a un excéntrico empresario, curiosamente parecido a Jeff Bezos. 

En la adaptación cinematográfica de la película estrenada en el 2017, Robert Zemeckis también plantea el tema aunque no de manera directa. Pero cuando el gobierno estadounidense ve saboteado el primer intento de echar la nave interplanetaria, es una corporación la que toma las riendas. 

Tanto película como libro se hacen la misma pregunta. ¿Qué tanto poder confiere a los llamados “grandes genios solitarios” el hecho de viajar al espacio por medios propios? ¿Habrá un futuro en que la exploración del cosmos no esté a cargo de ningún gobierno sino que sea el negocio más rentable de todo?

Viajar al espacio, la última frontera…si tienes cómo pagarla

viaje al espacio
La tripulación del primer vuelo espacial de Blue Origin, de izquierda a derecha: Mark Bezos, Jeff Bezos, Oliver Daemen y Wally Funk.

En el 2016, el director Morten Tyldum mostró en Pasajeros una migración galáctica basada en intereses privados. Aunque la película estaba más interesada en el romance que en cuestiones éticas, el tema es importante. 

Se trata de una colonización auspiciada por una empresa que además espera que el viaje espacial brinde dividendos. Por supuesto, el argumento termina por ser una aventura que corre por otras líneas, pero la gran pregunta está allí. ¿El espacio puede ser parte de intereses que no respondan a algo más grande?¿Podría un hombre controlar la nueva frontera?

Hay guiños a una premisa tan inquietante en el curioso éxito televisivo The Expanse. La serie fue renovada por Amazon, la empresa de Bezos, que la rescató de una cancelación temprana. Pero más allá de casualidades casi triviales hay algo más concreto. El show analiza la forma de gobernar el espacio profundo, sus riquezas y lo que ocurre fuera del ámbito terrestre. Cuantos todos los vicios políticos y sociales de la tierra saltan a un nivel mayor, la pregunta es de nuevo una sola: ¿a quién pertenece la necesidad y responsabilidad de explorar el espacio? 

Hay algo de eso también en la película High Life (2018) de Claire Denis, en la que incluso el sistema va más allá. La posibilidad de la vida humana se enlaza con algo más elaborado relacionado con la exploración espacial. Entre ambas cosas, la película reflexiona con los dolores de los errores humanos y la forma de enmendarlos. 

En la película Pandorum (2009) de Christian Alvart, la cuestión es todavía más misteriosa y siniestra. Porque esta arca humana preparada para colonizar otro planeta también analiza la disyuntiva de quién tiene derecho a controlar la vida. O en todo caso, controlar la forma en que se disemina a través del cosmos. La película es inquietante, extraña y a pesar de que el guion se enfoca en el ataque de criaturas extraterrestres, la relevancia política está allí. 

El punto clásico de quién debería explorar el espacio y el riesgo que podría correrse se analiza en Aniara (2018) de Hugo Lilja y Pella Kågerman. La película es una extrañísima versión de un futuro inquietante que narra el miedo a lo desconocido que metaforiza el espacio. 

Pero uno de los puntos resaltantes es sin duda la gran pregunta de la última frontera como exploración humana. ¿Hacia dónde se dirigen las grandes empresas? ¿Qué les lleva a la necesidad de explorar, y además hacer uso redituable de las ganancias? Una pregunta inquietante que se repite a lo largo del film.

Un pequeño robot con un gran dilema

Pero es Wall -E de Pixar en toda su aparente inocencia la que plantea el dilema más amplio. Lo hace desde el mismo hecho de narrar la destrucción de la tierra por una mega corporación hasta el viaje espacial privado. 

Después de agotar los recursos del planeta, los sobrevivientes viajan al espacio en AXIOM, una nave de lujo. Lo hacen además en medio de un ambiente extraño que les convierte en rehenes de músculos atrofiados. La idea de convertir al espacio en un lugar de placer mientras abandonan la tierra es dolorosa. Pero también puede parecer levemente terrorífica cuando se analiza en conjunto con todas sus referencias. 

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De hecho, en el 2008 el director Andrew Stanton dijo que la empresa central de la película Buy-n-Large estaba inspirada en Amazon. La idea parece además abarcar la percepción de que Jeff Bezos podría encarnar la ambición eterna del ser humano por controlar las riquezas del espacio. Incluso, más de una vez, Bezos ha insistido en el hecho de que la humanidad debería “prepararse para escapar de la tierra”. También ha insistido en que desea construir colonias en la órbita de la Tierra.

Wall - E nos muestra un futuro en que los últimos habitantes de la tierra huyen de manos de una corporación. Una idea que parece más real que nunca, ahora que Bezos hace intentos reales por probar su idea de manera personal. Cualquiera sea lo que ocurra en el futuro, algo es cierto: el cine ya lo anunció. Y la perspectiva no es nada halagadora e incluso, optimista. 

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