Desde que la pandemia de coronavirus comenzó a azotar al mundo entero, la efectividad de la PCR, así como de otras pruebas de diagnóstico, está más que clara. Sin embargo, también hemos podido ver la importancia de realizarlas correctamente. De nada vale, por ejemplo, una PCR al día siguiente de un contacto estrecho, o un test de antígenos aislado a una persona sin síntomas. Se deben conocer los momentos adecuados para cada prueba y entender que, en ciertos escenarios, será necesario repetirlas. Si no se hace, se puede obtener un falso negativo. Las recientes cenas navideñas han demostrado lo desastroso que puede ser esto. Pero hay situaciones todavía más graves, como la de la estadounidense fallecida tras un trasplante de pulmones con coronavirus.

El caso, descrito en una publicación de American Journal of Transplantation, es algo extremadamente raro. Sus autores insisten en que no debe servir como argumento par que quienes están esperando un trasplante rechacen someterse a la intervención. Pero sí para que se preste aún más atención a las pruebas que se realizan a los donantes antes de las intervenciones.

¿Cómo pudo producirse un trasplante de pulmones con coronavirus?

La paciente receptora del trasplante de pulmones con coronavirus era una mujer afectada por enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Esta patología se había agravado hasta obligarla a permanecer ingresada en el hospital y sometida a ventilación mecánica. La situación era irreversible, por lo que solo podría solucionarse con un trasplante.

El donante perfecto resultó ser una víctima de accidente de tráfico. Esta persona no había referido ningún síntoma de coronavirus antes de su muerte. Aun así, se decidió realizar una PCR a una muestra extraída por hisopado nasofaríngeo a su llegad al hospital. Esta es la típica en la que se introduce el hisopo hasta el fondo de la nariz. No se obtuvo muestra de las vías respiratorias inferiores o, lo que es lo mismo, introduciéndolo por la boca.

El resultado de dicha prueba fue negativo, por lo que se procedió a la intervención, que transcurrió sin complicaciones. Sin embargo, dos días después, la receptora experimentó una disminución de su índice cardíaco. Esta es una medida utilizada para evaluar el rendimiento del corazón, por lo que estaba claro que el órgano no estaba funcionando correctamente. Al día siguiente de este resultado, también comenzó a tener fiebre. Para descartar COVID-19, se le realizó una PCR, que resultó dar positivo.

Tristes consecuencias

Al contrario de lo que creían tras la prueba realizada a la persona donante, le habían realizado un trasplante de pulmones con coronavirus. Y no solo la paciente se contagió. Más tarde se comprobó que uno de los cirujanos también se había infectado al manipular la mucosa pulmonar. En el caso del sanitario la enfermedad cursó leve y se resolvió en pocos días. Sin embargo, la mujer había recibido un tratamiento inmunosupresor, como viene siendo habitual antes de un trasplante, y no tenía un sistema inmunitario preparado para combatir el virus. Por eso, terminó falleciendo 61 días después del trasplante a causa de un fallo multiorgánico y dificultad respiratoria.

A raíz de este resultado, los autores del estudio recuerdan la importancia de introducir necesariamente en los protocolos una PCR de confirmación.

Pero también explican que este ha sido un caso tan triste como raro y que no debe temerse esa posibilidad.

Durante la pandemia de coronavirus se están retrasando los diagnósticos de muchas enfermedades. A veces es por el colapso del sistema sanitario, pero otras por el miedo de los pacientes, que rechazan acudir al hospital. El problema es que ese rechazo, cuando se trata de recibir el trasplante de un órgano, sí que puede llegar a ser mortal.

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