La duración de una guerra es algo relativo. Suelen tener una fecha de inicio y de fin, pero sus consecuencias pueden alargarse muchos más años en el tiempo. No hay más que ver lo ocurrido tras la Guerra Civil española. Duró solo tres años, pero los vencidos estuvieron pagando su derrota durante décadas. No obstante, algunos conflictos bélicos se alargaron en el tiempo por otro motivos. Es el caso, por ejemplo, de la que ya se conoce ampliamente como la enfermedad de la Guerra del Golfo.

Dicho síndrome está considerado desde principios del siglo XXI como una enfermedad real, que afecta a 250.000 de los casi 700.000 militares estadounidenses que se enviaron a la contienda entre 1990 y 1991. Todos ellos desarrollaron una afección caracterizada por síntomas como fatiga, fiebre, sudores nocturnos, problemas de memoria y concentración, diarrea, disfunción sexual y dolor corporal. Inicialmente se pensó que sería un trastorno psicológico, propio del trauma de haber pasado por un conflicto bélico de tal magnitud. Sin embargo, tras 30 años los síntomas no han remitido. Por eso, se han propuesto varias hipótesis, que van desde los efectos de ciertos pesticidas hasta la exposición a uranio empobrecido.

Muchos científicos han estado investigando cuál de esas posibilidades es la más plausible, descartando algunas y dotando de más fuerza a otras. Ahora, tras una investigación recién publicada en Scientific Reports, la hipótesis del uranio ha salido de la lista. Pero veamos por qué.

¿Qué es el uranio empobrecido?

Antes de discernir si el uranio empobrecido es el culpable de la enfermedad de la Guerra del Golfo, es importante tener claro en qué consiste esta sustancia.

Se denomina así al uranio que contiene una proporción del isótopo U-235 inferior a la natural. Se denomina isótopos a los átomos de un mismo elemento que, aun teniendo el mismo número atómico, varían en el másico. Esto indica que en su núcleo tienen la misma cantidad de protones, pero no de neutrones.

En la naturaleza, el más abundante es el U-238, que se encuentra en un 99’2739%, seguido del U-235, con un 0’7205% y el U-234, con un 0’0056%. Al ser el U-235 un isótopo radiactivo, se considera que el uranio empobrecido cuenta con menos radiactividad que el natural. Se obtiene como subproducto en la producción del uranio enriquecido, mucho más radiactivo, que se utiliza en los reactores nucleares.

Tiene múltiples aplicaciones militares, especialmente en blindaje de tanques y el desarrollo de municiones. El ejército de los Estados Unidos empezó a usarlo en 1990, coincidiendo con el inicio de la Guerra del Golfo. Por lo tanto, se sabe que los pacientes afectados por el síndrome estuvieron expuestos a él. Podría ser el culpable, pero ahora sabemos que es muy poco probable.

¿Por qué no pudo ser el uranio empobrecido?

Los autores del estudio, procedentes de la Universidad de Portsmouth, trabajaron con muestras de orina procedentes de veteranos afectados por la enfermedad de la Guerra del Golfo.

Su objetivo era compararla con la de otros soldados que combatieron en la misma guerra, pero no desarrollaron la enfermedad, y también con otros que, aun dedicándose a lo mismo, no estuvieron desplegados en esta contienda.

En realidad, este es un procedimiento que ya se había realizado con anterioridad. Sin embargo, se había hecho con técnicas poco sensibles, que no podrían encontrar proporciones bajas de los isótopos del uranio. Para solucionarlo, estos científicos emplearon un dispositivo conocido como espectrómetros de masas multicolector de alta precisión, capaz de detectar niveles muy reducidos de estos átomos.

Así, no se encontró uranio empobrecido, ni en los veteranos con la enfermedad de la Guerra del Golfo, ni en los sanos, ni en los que no se desplegaron en la contienda. Incluso había muestras procedentes de militares que sobrevivieron a la explosión de un vehículo de combate que lanzó al aire gases contaminados con uranio empobrecido. Pero tampoco encontraron restos en esta orina. Debió ser otro de los candidatos a culpables, ¿pero cuál?

Los posibles culpables de la enfermedad de la Guerra del Golfo

Desechada la hipótesis del uranio empobrecido como culpable de la enfermedad de la Guerra del Golfo, aún quedan otras muchas opciones.

Sin embargo, los autores del estudio consideran que lo más probable es que se trate de una combinación de varias de ellas. Concretamente, piensan que pudo ser la exposición al gas sarín, que se liberó al ambiente tras la destrucción del almacenamiento de armas químicas iraquíes en enero de 1991, combinada con el uso de ciertos pesticidas y medicamentos.

Los pesticidas se usaron para prevenir el contagio de multitud de enfermedades transmitidas por insectos. En cuanto a los fármacos, eran medicamentos anti agentes nerviosos, que se administraban para neutralizar los síntomas generados por la exposición a ciertas armas químicas. Uno de los más comunes era el bromuro de piridostigmina, que protegía parcialmente de los efectos del somán, más denso y letal que el sarín.

Esos son los candidatos. Sin embargo, la enfermedad de la Guerra del Golfo sigue siendo un misterio médico y posiblemente continúe así durante mucho tiempo. Mientras tanto, la guerra que, según los libros de historia, duró solo seis meses, sigue librándose en el organismo de los militares justo 30 años después de su fin.

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