Esta mañana, el primer gran envío de la vacuna de coronavirus de Pfizer llegaba a España. Tendría que haber sido ayer, pero por un problema en el transporte se ha pospuesto hasta hoy. Durante doce semanas, cada lunes llegarán a territorio español 350.000 dosis, que se repartirán por todas las comunidades autónomas. Sin embargo, el domingo ya se administraron las primeras vacunas.

Todo empezó con Araceli Hidalgo, de 96 años, pero después de ella se vacunaron otros residentes, personas dependientes, cuidadores y personal sanitario de todo el país. Han sido los primeros afortunados de una lista que se irá engrosando durante los próximos meses. Entre ellos se encuentra la doctora Elena Salamanca, con quien hemos podido hablar desde Hipertextual para saber un poco más sobre los efectos de la vacuna y los motivos que la llevaron a ponérsela.

Ella es médico especialista en Medicina Interna y en Microbiología y Parasitología en el Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Virgen Macarena, de Sevilla. Lleva meses trabajando en primera línea frente al virus y sabe muy bien lo que le esperaría a una población sin vacuna.

Nada nuevo en los efectos de la vacuna del coronavirus

Elena recibió la primera dosis de la vacuna de Pfizer el domingo. En el momento de hablar con este medio ya llevaba más de 24 horas en su organismo y apenas tenía efectos secundarios. “Me encuentro muy bien”, cuenta la doctora. “No he tenido ningún efecto secundario general. Solo siento molestias o leve dolor en la zona de la inyección, similar al dolor de unas agujetas o como si te hubieras dado un golpe”.

Además, explica que durante el día ha podido ir a trabajar y realizar ejercicio con normalidad.

Ese dolor en la zona del pinchazo es uno de los efectos de la vacuna el coronavirus más comunes. Según el informe sobre los ensayos clínicos publicado por la FDA, después de la primera dosis se dio en un 83,1% de los participantes menores de 55 años y en un 71,1% de los que superaban esa edad. No es el único. También se han reportado otros, como fiebre, fatiga, malestar general, dolor de cabeza o náuseas. Nada diferente a lo que puede ocurrir con otras vacunas. También se han reportado algunas reacciones alérgicas. Ninguna ha sido grave y el porcentaje de afectados no es diferente al que se da con otros fármacos.

Es importante destacar que es posible que se dé alguno de estos efectos de la vacuna del coronavirus, pero eso no significa que sea peligrosa, como tampoco lo es un paracetamol o un ibuprofeno.

El inicio del fin de una pesadilla

Mucho más graves que los efectos de la vacuna son las consecuencias de la enfermedad, como también ha podido relatarnos Elena. “Es algo horrible, durísimo, casi imposible de explicar, extenuante, frustrante, triste...”, describe. “Las situaciones que estamos viviendo en el hospital son muy dolorosas. Hay familias ingresadas, en las que unos sobreviven y otros no. Es tan frío informar al resto de la familia por teléfono... Gracias a Dios en mi centro, cuando ha dado tiempo, hemos podido ofrecer a un familiar de cada paciente en situación de últimas horas acudir y quedarse acompañando, asumiendo el riesgo de exponerse. Cuando no ha dado tiempo, han fallecido sin su familia. En otros hospitales, rebosantes, ni siquiera se ha podido”.

Todo esto ha supuesto un gran cansancio, tanto emocional como físico, para los sanitarios que se han enfrentado y se siguen enfrentando al virus. “Emocionalmente estamos al límite, físicamente creo que lo hemos sobrepasado, pero seguimos”, opina. “Los equipos que se han formado son excepcionales, grupos muy variopintos, con profesionales que sí vemos enfermedades infecciosas en nuestra tarea diaria, pero otros muchos de ámbitos de conocimiento muy distantes (endocrinos, anestesistas, digestivos, cardiólogos, reumatólogos, neurólogos e incluso cirujanos cardiovasculares) en los momentos de pico máximo de pacientes ingresados. Eso ha sido lo que nos ha mantenido en pie, apoyándonos los unos en los otros, descubriendo que trabajar todos a una es posible”.

Elena Salamanca
Elena Salamanca recibiendo la primera dosis de la vacuna

Un pinchazo lleno de esperanza, otro de los efectos de la vacuna del coronavirus

El pinchazo, como cualquier otro, dura apenas unos pocos segundos. Sin embargo, es tiempo suficiente para que aquellos que han visto la parte más cruda de la pandemia visualicen todo aquello que no querrían haber vivido jamás. Estar recibiendo por fin la vacuna del coronavirus que podría escribir el prólogo del cierre de la pandemia es un momento muy emocionante. Sin duda para Elena lo fue.

Sentí fundamentalmente alegría, pero como he comentado a alguien ya, en los escasos 2-3 segundos que dura la inyección se me pasaron por la cabeza muchísimos pensamientos”, recuerda. “Los pacientes que se nos han ido, las situaciones vividas, las familias que ya se han roto… También los momentos de tristeza, frustración, rabia e impotencia de los compañeros de todos los servicios llamados ‘de primera línea’”. Además, relata que sintió cierto júbilo interno al pensar que han llegado a este momento sin haber lamentado la pérdida de ningún compañero en el camino. “Otros centros no han tenido la misma suerte”.

Y es que, desde luego, ese es también uno de los grandes efectos de la vacuna del coronavirus: la emoción y la esperanza de ver algo de luz al final del túnel. Por eso Elena no lo dudó cuando se le ofreció ser una de las primeras personas de España en recibirla. “Nunca lo dudé”, sentencia. ”La forma de prevención por antonomasia de las enfermedades infecciosas son las vacunas. Es lo único que ha acabado con las grandes pandemias. Como es lógico, con el avance de la ciencia y la tecnología cada vez son más sofisticadas, pero esto, a la vez, en mi opinión, las hace también más seguras”.

El miedo es lógico, pero no debe pararnos

Elena estaba tan decidida que incluso se planteó participar en un ensayo clínico de otra de las vacunas que están en investigación.

Finalmente la tardanza en ciertos trámites ha hecho que llegue la vacuna de Pfizer antes, pero tampoco lo hubiera dudado en participar tanto como investigadora como voluntaria. Sé por experiencia la cantidad de trámites y lo que se vigila cada uno de los aspectos de un ensayo clínico y por tanto confío plenamente en la vacuna. Lo que pase en un futuro no lo podemos predecir ahora mismo, ya se verá, pero a día de hoy ha demostrado mucho beneficio y poco riesgo.

Por eso, anima al resto de la población a que siga sus pasos, aunque también comprende las reticencias iniciales sobre los efectos de la vacuna. “Dudar y tener miedo es natural y comprensible”, reconoce. “Es aceptable y completamente respetable. Por eso a las personas que dudan les diría que busquen información científica de calidad para informarse. Por otro lado, el ejemplo espero que sirva. Yo ya me he puesto mi primera dosis y cuento los días para que me llegue el momento de la segunda”.

Lo que sí que no comprende esta sanitaria es que haya personas que prefieren esperar a que otros se la pongan para ver qué pasa. “No me vale los que dicen que les da miedo, pero que me vacune yo primero y ya verán qué ocurre, que ellos los últimos. Eso no es miedo, es egoísmo. Si tuvieras miedo, no querrías que yo tampoco me vacunara”.

Vacunarnos de coronavirus ahora mismo es uno de los mayores actos de solidaridad que podemos llevar a cabo. No dejemos que nos mueva el miedo y mucho menos el egoísmo. Todos tenemos en nuestra mano que esto llegue a su final.

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