Tienes que ver Proxima. En la serie Away de Netflix, la ganadora del Oscar Hilary Swank debía viajar a Marte mientras dejaba atrás a su familia, que además atravesaba un doloroso conflicto emocional. Una vez en el espacio, Emma Green (Swank) enfrentaba la tensión de una tripulación dividida en medio de todo tipo de situaciones complicadas de índole técnico, a las que había que añadir la presión de una complicada convivencia entre extraños con un único objetivo. Un argumento semejante y con un elenco más que competente, tenía todo para triunfar a nivel de crítica y público, pero la ambiciosa serie fue cancelada al finalizar su primera y única temporada entre críticas divididas y rumores sobre altos costos de producción que no se reflejaron en sus números de audiencia.

Por otro lado, la película Proxima (2019) de Alice Winocour y con un elenco discreto cuyo rostro más conocido es el de la actriz Eva Green, toca los mismos temas y se ha convertido en la gran sorpresa de la ciencia ficción en un año con escasos estrenos del género, más allá de la aun en debate Tenet de Christopher Nolan. Comparten la misma premisa: una astronauta lucha por equilibrar su profesión y su familia, en medio de una presión emocional cada vez más dura de superar.

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Pero mientras la serie de Netflix se decantó por el melodrama, la lágrima fácil y una peligrosa inclinación hacia los excesos argumentales, Proxima es una combinación de drama y reflexión existencialista que utiliza las convenciones del género para explorar en la naturaleza humana.

Lo hace desde una percepción sensible acerca de la pérdida, el duelo y el tránsito hacia las aspiraciones más personales a costa incluso de los espacios emocionales más privados. Mientras Away mostraba el dolor como una gran colección de clichés, el argumento de Proxima está más interesado en profundizar en el sufrimiento invisible, con una percepción mucho más íntima y cuidadosa de la que tuvo la serie del gigante de las plataformas streaming.

Para Winocour, la cuestión sobre la gran proeza aspiracional de la astronauta Sarah Loreau (interpretada por una espléndida Eva Green) es una búsqueda silenciosa sobre las razones por las que se toman decisiones trascendentales, a pesar del dolor que eso pueda infringir a quienes nos rodean. Si en Away la misma situación se analizaba con cierto pragmatismo, en Proxima se trata de una circunstancia sin salidas sencillas con la que el personaje debe lidiar en medio de una percepción del sufrimiento cada vez más realista.

Emma de Swank pasó una buena cantidad de tiempo luchando contra sus opciones y promesas emocionales, sin que la serie profundizara en la percepción del sufrimiento como capas de la personalidad del personaje. En Proxima, la decisión de Sarah pasa por erosionar su vida familiar con una lentitud inquietante que termina por poner en tela de juicio los verdaderos motivos por el cual la astronauta toma la resolución final, no obstante lo que deja atrás y las consecuencias que podría traer para su vida, en un eventual regreso.

Proxima es una reflexión cuidadosa sobre el reverso oscuro en la búsqueda de los ideales. La Sarah de Green desea el éxito profesional, la notoriedad histórica de una hazaña asombrosa pero también, lleva a cuestas el dolor vivo de una peligrosa decisión que sin duda, devastará su vida antes o después. Y el personaje lo sabe: la actriz brinda una actuación emocional en que los silencios y la tensión del miedo a la pérdida, se muestran en una serie de secuencias entre sombras y conversaciones en voz baja, que sostienen a la película en sus momentos más angustiosos.

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Eso, mientras Winocour contempla a sus personajes a una distancia tan mínima que por momentos, el film es un doloroso cuestionamiento sobre la posibilidad del bien y del mal. Mientras Green batalla por llevar adelante una misión imposible, también debe cuidar de su hija Stella (Zélie Boulant), a la vez que depender de la decisión de su ex (Lars Eidinger), para sostener la fragilidad de una vida familiar que está a punto de derrumbarse por completo.

La directora logra que todo el conjunto resulte creíble, poderoso, emocionalmente complejo, pero en especial conmovedor, sin que por un momento se pierda de vista el objetivo del argumento: mirar con frialdad y verosimilitud el poder de la tecnología que a la vez, debe sostenerse sobre lo humano. Una combinación improbable que el guion analiza con cuidado y delicadeza.

En Away, el argumento tomó la dudosa decisión de mostrar el drama familiar sin atenuantes ni tampoco, la más mínima concepción sobre los matices que pudieran sostener una situación de una gravedad considerable. Emma debía enfrentar la decisión de abandonar a su familia mientras sufría una situación imprevisible y a la vez, sostener una responsabilidad adquirida que no admitía atenuantes.

El guion intentó imitar la durísima tensión emocional de Interestelar (2014) de Christopher Nolan y también profundizar en un juego de opciones catastróficas, en la que la vida privada de los personajes llevaban la peor parte. Pero al final, el drama se volvió una colección de lugares comunes sin mayor consistencia: Emma viaja al espacio y desde allí, lucha por su supervivencia al mismo tiempo que por ser una buena madre y también, una esposa devota.

El conjunto se sostiene en medio de decisiones inverosímiles y también, de pequeños fragmentos de información que no logra construir una versión creíble sobre una situación de semejante dureza.

Proxima, por otro lado, es mucho más mundana, sensorial y está más interesada en recorrer las emociones con todas sus imperfecciones, con el sufrimiento convertido en algo más elaborado y multidimensional.

Winocour observa de manera minuciosa a Sarah y Stella: el amor entre ambas es obvio, pero la pared que se eleva para separarlas en mitad de una circunstancia imprevisible, es tan sólida como imposible de comprender a primera vista. Stella, como lo fue la pequeña Murph (Mackenzie Foy) de Nolan, debe sobrellevar el doble peso de comprender que la misión de su madre es imprescindible y quizás inevitable, a la vez que esa condición, hará que antes o después, ambas terminen por perderse una a la otra.

Y allí, en donde Away utilizó el recurso fácil de las lágrimas, las grandes conversaciones tópicas y los primeros planos dramáticos, Winocour crea una colección de planos mínimos que sostienen el dolor desde el silencio. Las manos unidas de madre e hija. La distancia inabarcable de una habitación que parece contener el mundo. Una percepción sobre el sufrimiento que les une — y les separa — tan profundo como efectivo.

La exploración inversiva, sensorial y potente de Proxima sobre la ciencia ficción envuelta en un drama emocional de enorme inteligencia, es quizás todo lo que Away aspiró a ser, sin lograrlo. Mucho más parecida a la Gravity de Cuarón que a la grandielocuencia severa de Interstellar de Nolan, Proxima es un despliegue de buenos recursos cinematográficos que narra con habilidad una historia dentro de una historia.

Si Away culminaba con un triunfo que parecía reinvidicar todos los esfuerzos, Proxima insiste en su cualidad matizada, desconcertante y poderosa, para por último, crear una propuesta de un potente valor emocional. Quizás su mayor logro, en el largo recorrido de ambas producciones hacia una versión creíble de un género complicado basado en lo emocional.

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