Que esta pandemia nos ha pillado sin preparar a muchos niveles es algo muy poco discutible. Unos países la han afrontado mejor que otros, pero lo cierto es que ninguna tenía inicialmente las herramientas necesarias para combatir un virus nuevo, totalmente desconocido hasta el momento. Por eso, es buen momento para reflexionar sobre ello y, aparte de seguir afilando nuestras armas contra el SARS-CoV-2, investigar lo necesario para fabricar un arsenal que se anticipe al próximo gran patógeno que nos plante cara. Y para ello, según un estudio publicado este verano en Nature Communicatiosn, pueden ser muy útiles las conocidas como vacunas autodispersables.

Se trata de vacunas que se aplican a unos pocos animales, de modo que sean ellos los que se encarguen de “administrarlas” al resto de su población. Ya se han estudiado con anterioridad para el tratamiento de ciertos patógenos que afectan a animales domésticos o silvestres, así como para esterilizar plagas. No obstante, hasta ahora no se había planteado su uso para evitar el salto de las especies que sirven como reservorio a los humanos.

Así funcionan las vacunas autodispersables

Inicialmente, las vacunas autodispersables se han planteado para evitar epidemias de virus bien conocidos, como la rabia o la fiebre hemorrágica del conejo.

Las hay de dos tipos: transmisibles o transferibles. Las primeras se inoculan a uno o unos pocos ejemplares, de modo que estos, al morder a otros, la traspasan, como si del propio patógeno en cuestión se tratara. Por ejemplo, si se inyecta una vacuna contra la rabia a un murciélago, este al morder a otro le “contagiará” la vacuna. A su vez, este segundo podrá morder a otros y así sucesivamente. Se considera una opción rápida, pues se puede transmitir indefinidamente, aunque es importante que el R0 sea mayor que el del patógeno objetivo. Esto, si recordamos los conceptos aprendidos con el coronavirus, significa que un solo individuo debe transmitirlo a un mayor número de compañeros que si lo que transmitiera fuera la enfermedad.

En cuanto a las transferibles, no se permiten nuevas rondas, ya que los animales que quedan vacunados no pueden pasarla a otros. Esto se debe a que no se transmite, sino que se transfiere por contacto. Por ejemplo, se puede impregnar un poco sobre el pelo de los murciélagos. Estos animales tienden a acicalarse entre ellos, de modo que cuando uno lama el pelo de su compañero vacunado quedará protegido, pero no podrá proteger a otros.

La importancia de observar la naturaleza

Tanto para las vacunas transmisibles como para las transferibles, es importante observar el comportamiento en la naturaleza de los animales a los que se les va a administrar. Esto permite determinar cuál de los dos métodos es el mejor y de qué modo puede difundirse.

Por ejemplo, gracias al acicalamiento típico de los murciélagos es posible usar con ellos la opción transferible. Sin embargo, para otras especies puede ser un método inválido, ya que los animales no se lamen entre sí.

También es importante para determinar la época del año en la que se comienza el ciclo. Por ejemplo, con algunas especies puede ser interesante hacerlo en época de celo o reproductiva.

Finalmente, sirve para determinar cuáles son los mejores ejemplares para empezar. No será lo mismo inocular a un macho especialmente agresivo que a otro más tranquilo que, por lo tanto, morderá a menos compañeros.

El caso de los conejos españoles

En el año 2000, un equipo de científicos españoles estudió el uso de vacunas autodispersables con conejos en la Isla del Aire, en Baleares.

Utilizaron una vacuna transmisible dirigida contra la mixomatosis y la fiebre hemorrágica del conejo. Para ello, se la inocularon a 76 de estos animales, que fueron liberados junto a otros 71 a los que no se les administró. Pasados 32 días, 25 animales del segundo grupo presentaban anticuerpos contra el virus mixoma, por lo que se había generado correctamente la transmisión de la vacuna.

También tiene sus limitaciones

Las vacunas autodispersables pueden ser atenuadas o recombinantes. Las primeras consisten en la inoculación directa del patógeno que se quiere prevenir, pero habiéndolo atenuado previamente, de modo que genere una memoria inmunitaria, pero no provoque la enfermedad. Las recombinantes, en cambio, introducen a otro virus totalmente inocuo algún gen característico del patógeno, de modo que sea reconocido por el sistema inmunitario del organismo, pero sin posibilidad de que el individuo vacunado enferme.

Las primeras no tendrían por qué ocasionar ningún problema en vacunas transferibles. No obstante, algunos estudios concluyen que sí podrían hacerlo en las transmisibles. Esto se debe a que a medida que se van pasando de unos individuos a otros el patógeno atenuado puede mutar hasta volver a su estado agresivo. Por eso, es una posibilidad que debe tenerse en cuenta a la hora de elegir una opción u otra.

Vacunas autodispersables para futuras pandemias

¿Qué hubiese pasado si ese pangolín que transmitió el coronavirus a un primer humano hubiese estado vacunado? Bueno, en realidad no es seguro que fuese un pangolín, aunque muchos estudios apuntan a él. Lo que sí está claro es que el origen de la enfermedad estuvo en los murciélagos y que otra especie debió servir como transición.

Un correcto seguimiento de los virus que afectan a estas especies que tan a menudo sirven como reservorio puede ayudar a prevenir una nueva pandemia. Muy probablemente, lo que ocurrió en Wuhan, o donde fuera que el virus saltó a los humanos, fue un problema de seguridad alimentaria. Esto es algo que también hay que atajar. Pero el salto no va a ser siempre a través de la alimentación. Si se elimina el problema desde la raíz, no habrá salto que temer.

Y eso es lo que estos científicos proponen con las vacunas autodispersables. De cualquier modo, aún falta mucho para que se pueda hacer algo así. Primero es importante seguir experimentando con ellas, tanto en animales en cautividad como en libertad. Una vez que aprendamos a frenar las epidemias de los animales, podremos anticiparnos a las nuestras. Sin duda este ha sido un buen aviso para empezar a tomar medidas.