Antes nos reíamos de los turistas asiáticos que llegaban a España con mascarilla. Veíamos las imágenes de grandes capitales como Pekín como si se tratara de otro mundo. Ahora ese se ha convertido también en nuestro mundo. La pandemia del coronavirus ha obligado a millones de personas en todo el mundo a acostumbrarse a llevar mascarillas para evitar contagios. En España, se ven en todas las calles de las ciudades, en el transporte público y en lugares cerrados. No sin quejas: que si no te entiendo, que si no te veo la cara, que si tengo calor… Pero una mayoría parece haber entendido la importancia de llevarla en su vida diaria a pesar de las incomodidades. ¿Cómo se está viviendo esta consecuencia de la pandemia del coronavirus en otras partes del mundo?
Cada país tiene unas tradiciones, unas costumbres y una forma de ser. También una forma distinta de vivir una pandemia y sus consecuencias. En España, a veces pareciera que llevamos peor la distancia social y el no poder darnos dos besos y abrazarnos que el llevar la cara tapada, aunque no sea un plato de buen gusto para nadie. El uso de la mascarilla es obligatorio casi en la totalidad del país aunque todavía hay ciertas reticencias.
Un domingo por la tarde en Madrid. El metro de la capital no está en hora punta pero sí lleva a mucha gente de camino a sus casa antes de empezar la semana. Un padre con su hija se sienta en dos asientos; delante de ellos, una mujer sola. Las puertas se abren y entra una chica joven, que se sienta al lado de la mujer. "Perdona, pero tenemos que mantener la distancia de seguridad", le espeta ella. La joven responde: "Eso ya no hace falta, han dicho que ya da igual". La mujer insiste en que es recomendable no tener un contacto cercano con personas desconocidas. El padre de familia, sentado delante de ella, le espeta: "Pues levántese usted si no quiere contacto". La mujer de pie hasta su parada, la chica joven sentada y el padre con cara de satisfacción: así acaba uno de los capítulos que demuestran que la concienciación no ha llegado para todos igual.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es una ciudad en la que una mayoría de los ciudadanos ha reconocido a las mascarillas como un accesorio de su vida diaria. Para algunos, hasta la buscan a conjunto con su vestido o traje. ¿Se está viviendo de la misma manera fuera de España y hasta de Europa? Hablamos con personas residentes en varias ciudades del mundo que nos cuentan cómo es su nueva normalidad con mascarilla.
Dubái: mascarillas en medio del lujo asiático
Un desierto en el que se puede llegar a 50 grados. Encima de él, rascacielos, restaurantes de moda y tiendas de alta costura. Y, a partir de marzo, gente con mascarilla. Alicia es una de las españolas que vive en Dubái, uno de los siete emiratos de los Emiratos Árabes Unidos y explicó que, a diferencia de otros países, los locales se toman muy en serio la legalidad que obliga a utilizar mascarilla.
"Al principio chocaba un poco pero ahora la mascarilla es obligatoria desde el momento en el que sales de casa, incluso en el coche, aunque vayas tú solo. Si no te expones a una multa y en estos países se tiene mucho respeto a la autoridad y a las leyes".
Alicia indicó que se ha convertido en algo normal. Hasta tal punto que nadie se plantea no llevarla a pesar de que las temperaturas pueden llegar a los 50 grados y que, además, muchos dubaitíes se visten con túnicas largas y las mujeres con velo. Pese a todo, la mascarilla ya forma parte de la vida diaria de la ciudad. Y nadie lo pone en duda. "A mí me chocaría ver a ahora a alguien sin mascarilla".
México: desigualdad, con y sin mascarilla
Un país donde el propio presidente no lleva mascarilla. No es el único en el mundo. En México, Andrés Manuel López Obrador ha protagonizado alguno de los capítulos más comentados de la pandemia junto a su homólogo estadounidense, Donald Trump. El mandatario mexicano confió en una estampita para proteger a su país del coronavirus y esta táctica le pareció más efectiva que la mascarilla.
Borja, residente en la Ciudad de México, explicó que, además de López Obrador, el encargado de la sanidad pública en el país, Hugo López-Gatell, sigue sembrando alguna duda sobre la eficacia de las mascarillas para evitar contagios. "Las autoridades no están dando ejemplo y eso puede tener un papel negativo para la población porque muchos piensan: si la gente que está dirigiendo el país no lo ve como un elemento indispensable, ¿por qué me la voy a poner yo?".
Por otro lado, Borja indicó que hay varios artículos que apuntan a que el machismo intrínseco en México también tiene algo que ver en que algunos hombres no accedan a ponerse la mascarilla de manera habitual.
"Hay un componente de esta masculinidad mal entendida en la que tienes que ser macho y no puedes mostrar debilidad. Sobre todo en zonas más populares y donde puede haber un mayor arraigo de este tipo de comportamientos machistas creo que hay hombres que rehuyen ponerse la mascarilla porque piensa que eso les hará verse más débiles o que no son capaces de protegerse".
Asimismo, las mascarillas también se han convertido en un reflejo de las realidades socioeconómicas y, específicamente, de la desigualdad en el país azteca. Avenida Presidente Masaryk es una de las calles más exclusivas de la capital mexicana, con tiendas de marcas caras o de alta costura. Allí, se han empezado a comercializar mascarillas con el sello de grandes como Louis Vuitton. Sin embargo, a pocos kilómetros de esta exclusiva avenida, una madre con su hija le ofrecieron a Borja unas mascarillas que tejieron ellas mismas y con estampados típicos de las culturas populares. "Esa desigualdad tan clara que existe en México también se refleja en los tipos de negocios alrededor de la figura de la mascarilla", zanjó Borja.
Brasil: otro presidente sin mascarilla
Andrés Manuel López Obrador ha recibido críticas por su gestión de la pandemia, pero no es el único presidente latinoamericano que ha estado en el centro de la polémica. Las medidas del ultraderechista Jair Bolsonaro han provocado la salida de los políticos encargados de la sanidad pública en Brasil.
Paulo Souza, residente en Brasilia, explicó que en la ciudad es obligatorio el uso de la mascarilla, pero que la situación es distinta en los lugares más rurales. Recientemente, Bolsonaro vetó parte de una ley aprobada por el Congreso para obligar a la gente a ponérsela en sitios cerrados. En todo caso, el veto no es definitivo y puede ser anulado, además de que en algunos estados su utilización ya es obligatoria.
En este contexto, Souza añadió que el problema en muchos casos es que la supervisión de las autoridades es mínima y que eso da pie a que los ciudadanos no lleven mascarilla y sean sancionados por ello. "Además hay muchas quejas por llevar mascarilla porque es difícil respirar con ella en un lugar tan caluroso como Brasil", indicó a Hipertextual.
Felipe Boada, residente en Sao Paulo, lleva siempre mascarilla aunque reconoce que mucha gente no lo hace y que no llama la atención que las personas vayan con la cara descubierta. Sin embargo, al ser una ciudad tan grande, con el paso de los meses el uso se ha generalizado. Pero hay de todo. "La gente se la pone con la nariz descubierta o por debajo de la quijada. Eso no vale para nada".
Argentina: la cuarentena más larga
En Argentina, la cuarentena sigue estando vigente, aunque se empieza a ver la luz al final del túnel. El que ha sido uno de los confinamientos más largos en Latinoamérica ha dejado en sus casas a millones de argentinos. Y cuando veían la luz del sol lo hacían con mascarilla.
En ciudades como la capital, Buenos Aires, el uso de la mascarilla es obligatorio. En las calles es muy extraño ver a alguien en ella así como en lugares cerrados, aunque los bares y restaurantes siguen cerrados por la cuarentena.
Vivi Maniple reconoció desde Buenos Aires que no son cómodas y que todavía las siente como un objeto extraño, aunque cree que su utilización irá más allá de la pandemia del coronavirus actual.
"Creo que se van a normalizar y cuando eso pase creo que se van a estandarizar en lugares como aeropuertos, cines, teatro. Pero eso pasará cuando todo vuelva a la normalidad en Argentina porque ahora todo sigue cerrado y no hay reuniones de personas, ni siquiera de familia".
Venezuela: un policía dando ejemplo… sin mascarilla
Venezuela fue uno de los primeros países en imponer una cuarentena por el coronavirus y su uso, en apariencia, es generalizado. Aglaia vive en Caracas y conoce la realidad de su país. Explica que por las condiciones económicas tan especiales que atrasviesa el país, el confinamiento estricto es un lujo que pueden permitirse solo algunos. "La mayoría continúa acudiendo al trabajo a diario, lo que implica el uso de transporte público y subterráneo".
Todos lo hacen llevando mascarilla porque es una obligación debido al estado de emergencia que se declaró por la pandemia. Pero, igual que comentaba Felipe Boada desde Sao Paulo, muchas personas no la llevan de forma adecuada. Colgada de las orejas, por debajo de la barbilla, bajo el mentón… Aglaia ha visto de todo en las calles de la capital venezolana, en la que además el calor tropical fomenta que la gente se la quite por las altas temperaturas. "También hay quienes llevan el rostro cubierto por trozos de tela, plástico. Por mascarillas que tienen más parecido con accesorios de uso estético que de protección. Al final, una fracción muy pequeña de la población usa la mascarilla de manera apropiada".
Aglaia explicó que la mayoría lleva la mascarilla como accesorio para evitar problemas con la ley, no porque entiendan la necesidad de la misma para evitar contagios. Esta percepción llega hasta las autoridades policiales. La venezolana recordó para Hipertextual que hace pocos días volvía a su casa de una revisión médica y un Guardia Nacional, encargados del resguardo de las zonas urbanas y de controlar el movimiento vehicular, la detuvo y le pidió la documentación.
"Mientras lo hacía, miró mi mascarilla — un modelo médico que cubro con un pañuelo con el logo de Superman — y me preguntó en tono jocoso si pensaba que eso evitaría que 'me matara la kriptonita'. No me esperaba el comentario humorístico y mantuvimos una corta conversación. Me explicó que la mayoría de las personas que ve en sus recorridos diarios, usan la mascarilla 'sólo cuando se les vigila' y que eso, le hacía pensar que "poca gente entiende que necesita estar protegido". ¿Lo extraño? No llevaba mascarilla".
Colombia: una sonrisa con mascarilla
En toda Colombia, sus habitantes se mueven con mascarillas. Así lo dictamina la ley, aunque se han acostumbrado todos. Alfredo Ramos indicó desde Bogotá que mucha gente se queja por la incomodidad que supone, pero que prácticamente tienen interiorizado que es una medida indispensable para evitar contagios.
Sin embargo, Ramos cree que el uso de las mascarillas no irá más allá de la pandemia actual. A pesar de que mucha gente está concienciada, la cultura del país le da mucha importancia a las expresiones faciales y a sonreír a la gente de tu alrededor.
Este tipo de hábitos, que también son característicos de otros países de América Latina y de España, se basan en demostrar el afecto a las personas que nos rodean. Llevar la cara tapada, así como mantener la distancia de seguridad, provoca que no podamos abrazar, sonreír a alguien y muchas otras expresiones que estamos acostumbrados a tener en nuestra vida diaria.
Por lo tanto, Ramos piensa que cuando la situación sanitaria se estabilice, la gente volverá a hacer lo mismo que hacía antes. Y la mascarilla se lo impide. Pero, mientras tanto, reconoció que se han convertido en un fashion statement en Colombia y que se están vendiendo con diferentes diseños y colores. "Algo que reemplace la sonrisa en la cara de las personas".
Estados Unidos: jerseys y bufandas contra el coronavirus
Hemos hablado del presidente mexicano y brasileño como ejemplos de mandatarios que han puesto en duda la eficacia de la mascarilla contra los contagios. En esta lista no podía faltar Donald Trump. La primera foto del republicano con una mascarilla se publicó hace pocas semanas, mientras que la mayoría de jefes de estado la llevan desde el principios de la pandemia, en marzo. Este posicionamiento tiene sin duda un efecto en la población.
En San Francisco, California, la española Teresa Gundín nos explicó que el uso de las mascarillas está muy polarizado porque no existe una obligación a nivel estatal o nacional. Por las calles, unos la llevan y otros no y no existe presión ciudadano al respecto. En algunos restaurantes o comercios sí exigen la utilización de la mascarilla para atender a los clientes, aunque Gundín reconoció que alguna vez ha entrado en estos sitios sin mascarilla y no han tenido problema en ser atendidos.
Por otro lado, muchas personas han escuchado una de las frases del presidente Trump, en la que decía que lo importante es protegerse la cara, pero que no es necesario que sea con mascarilla. También puede protegerte una bufanda o un jersey. "Por eso muchas veces entras en un sitio y ves a gente que no lleva mascarilla y que se protege con el jersey".
Si poca gente lleva mascarillas, poca se compra las de tela y con estampados. A pesar de que la española ha visto alguna con el logo Black Lives Matter por las recientes protestas contra el racismo en Estados Unidos, no se algo común encontrarse a gente con una mascarilla de tela y con estampados.
Israel: mascarillas entre protestas
La crisis del coronavirus ha coincidido en Israel con un período político complicado. Unas elecciones que han dividido el Gobierno y que, sobre todo, han debilitado a Benjamin Netanyahu. A pesar de que en los primeros meses de la pandemia, el Primer Ministro afirmó que el país era uno con menos casos de coronavirus en el mundo, la mal organizada reapertura ha provocado un aumento significativo del número de contagiados.
La mala gestión de la pandemia, que ha coincidido con la reanudación del juicio de Netanyahu por corrupción, ha provocado jornadas de protestas casi inéditas en Israel.
Shay vive en Tel Aviv y explicó que, desde el principio de la pandemia, las mascarillas se han utilizado como una marca política en la que se han escrito slogans, sobre todo por parte de la izquierda en el país. En Jerusalén, durante las protestas, ha sido algo común ver este tipo de mascarillas "politizadas".
Cuando empezaron las protestas, Shay recordó que los manifestantes eran en su mayoría gente de avanzada edad, por lo que todos llevaban mascarilla. Ahora, sin embargo, se han unido las generaciones más jóvenes a los encuentros contra Netanyahu, aunque nadie ha dejado de llevarlas. "Nosotros respetamos el miedo de la gente mayor y por eso la mayoría de los jóvenes lleva mascarilla en las manifestaciones".
Suecia: la distancia es la normalidad
Suecia ha sido uno de los países que ha provocado mayor interés durante la pandemia. Primero, porque optó por una estrategia contraria a la de sus homólogos europeos: evitar el confinamiento. El objetivo era debilitar el virus con la inmunidad de rebaño. Sin embargo, el plan tuvo muchas fisuras y el propio gobierno acabó reconociendo que la medida provocó un número importante de contagios y muertes por coronavirus.
Durante la pandemia, algunas personas residentes en ciudades suecas explicaron por redes sociales que nadie llevaba mascarillas y cómo, además, los ciudadanos criticaban y se reían de las personas que sí las llevaban. El mundo al revés de lo que está pasando en una gran parte del mundo.
Juliana ha vivido estos meses en Karlskrona, una pequeña ciudad en la que, afirmó, casi nadie lleva mascarilla. La única vez en la que vio a más personas protegidas fue cuando cogió un tren para moverse a otra ciudad. Allí, en ese espacio cerrado, casi todos la llevaban.
Sin embargo, Juliana subrayó que todas las personas suecas que ella conoce son muy cuidadosas. "No se abarrotan y mantienen la distancia porque eso ya forma parte de su cultura". También tuvo la misma sensación en un viaje reciente a Estocolmo, la capital, por la que estuvo caminando durante horas y no tuvo contacto cercano con nadie.
En este sentido, los suecos mantienen una tradición de mayor distanciamiento social en comparación con otros países europeos. Juliana nos cuenta que hasta hay un chiste que representa la realidad en Suecia.
"Mucha gente dice que ojalá termine el virus para poder volver a nuestra normalidad, a 5 metros de distancia entre nosotros".
Italia: una pandemia, dos realidades
El norte de Italia ha sido uno de los sitios más afectados por el coronavirus. Fueron los primeros en dar la alarma mundial de que la pandemia iba en serio. Pero en el sur, las cosas han sido diferentes. Inés nos cuenta desde Puglia que la mayoría de la gente por las calles no va con mascarilla y que a veces parece que no hubiera pandemia.
"Para entrar en espacios cerrados como restaurantes, sí. Y noto más preocupación por desinfectar las superficies como tumbonas de playa y las mesas", indicó.
Mientras, en el norte, la gente sigue viviendo con el miedo de que un rebrote pueda volver a convertir a esa zona en una de las más afectadas por el coronavirus.
Francia: mascarilla sí, mascarilla no
Los franceses han vivido más que una pandemia. Han vivido un cambio de Gobierno, que acabó con el Primer Ministro Édouard Philippe, en medio de un descontento generalizado por la gestión de la crisis del coronavirus. Marie Piet recordó desde París como, en los inicios de la pandemia, el Ejecutivo afirmó que la mascarilla no era necesaria para evitar contagios. De hecho, en otros países de Europa sucedió lo mismo, cuando ni siquiera la Organización Mundial de la Salud (OMS) parecía dar un veredicto claro sobre la eficacia de la mascarilla.
Sin embargo, Francia ha empezado a obligar a la población el uso de la misma, cómo ha sucedido en una mayoría de países de la región. Piet afirmó que esta medida es adecuada porque mucha gente todavía no se ha acostumbrado a llevarla. En la capital, "todos llevan la mascarilla, pero no quiere decir que la lleven puesta. No es un fenómeno".
Marie Piet espera que, con leyes como la que obliga a utilizar mascarilla en las calles, comercios y transporte público se evite un nuevo confinamiento. Y que la gente la adopte como parte de su rutina diaria.