Durante la década de los noventa, el llamado terror asiático tomó el cine y se convirtió en una especie de subgénero tan apreciado como en constante transformación. Por supuesto, la franquicia The Grunge Ju-On Origins, en su versión original—  creada Takashi Shimizu, se convirtió en una de las más populares y sentó el precedente de transformar la clásica casa embrujada, en algo más elaborado, extraño e inquietante.

No obstante, después de su remake estadounidense y fallidas secuelas — que incluyó la reciente dirigida por Nicolas Pesce — la saga pareció entrar en un momento especialmente bajo. Ahora, Netflix le brinda un nuevo aire y deja claro que todavía hay mucho que contar en el Universo en que los fantasmas Kayako y Toshio son la más espeluznante amenaza.

Ju-On Origins retoma lo mejor de la saga

La serie de seis capítulos Ju-On Origins de Netflix logra recuperar el atractivo y tensión siniestra de la franquicia de la que proviene. Además de crear una nueva percepción sobre la historia en general. De nuevo, una propiedad condenada a la desgracia, la violencia y el horror que le habita, se convierte en centro del argumento. Pero en esta ocasión —y a diferencia de las películas— las diferentes líneas de tiempo se sostienen desde una versión del bien y del mal cuidadosamente enlazadas.

De hecho, en su cualidad de precuela —todo ocurre en el año 1998 antes de comenzar la primera historia en pantalla— la, en apariencia, confusa combinación de escenarios, historias y sucesos, se enfocan en los personajes más que cualquier suceso sobrenatural. Y es esa percepción de la tragedia humana — envuelta y enlazada con algo más elaborado y amargo — lo que sostiene un guion inteligente y tramposo, consciente del peso de cada trozo de información que brinda y la forma de sostenerlo sobre una propuesta cada vez más tétrica.

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La combinación convierte a Ju-On Origins en una violenta historia sobre un pasado tortuoso. Es también una transición desde lo paranormal a una versión sobre el dolor y la tragedia transmutado en una forma de condena. Algo con lo que las películas originales ya habían meditado, pero que en esta ocasión se transforma en algo más siniestro.

El guion reflexiona sobre la naturaleza de la violencia y lo emparenta con lo paranormal, a través de una serie de matices de aire sombríos que convierten a la transición lenta hacia una historia en conjunto, una mirada espeluznante sobre lo perverso y la oscuridad espiritual.

Por supuesto, la serie cuenta con la ventaja de tener suficiente tiempo para profundizar en sus principales giros argumentales, algo que siempre afectó a las películas y en especial a las norteamericanas, en las que su corta duración hacia por completo imposible reflexionar sobre la atmósfera tenebrosa, densa e irrespirable que dotaba a la historia de su potencia.

Ju-On Origins, al contrario, tiene la capacidad para mirar lo retorcido del comportamiento de sus personajes, hombres y mujeres en apariencia comunes, hasta desplegar un escenario terrorífico en que la crueldad y la violencia, son más poderosos que la conciencia de lo intangible que observa.

Hay una retorcida capacidad para el análisis de lo tétrico en cada uno de los personajes, que la serie contempla con cuidado y analiza en dimensiones cada vez más elaboradas, a pesar de lo corto de los capítulos — alrededor de 30 minutos —. En realidad, cada uno de ellos son piezas en un amplio rompecabezas de horrores.

Pero el guion tiene la evidente intención de asumir el costo de dejar algunas preguntas sin respuesta, a la vez, que evade la tentación de hacer muy obvia la dirección en la que se dirige.

Imprecedible, inquietante, oscura, amarga, la nueva versión de The Grunge rescata lo mejor de la saga — y lo sublima a un nuevo nivel — y crea una condición elemental sobre un efectivo tipo de terror. El hecho de lo humano como el monstruo que se esconde en la oscuridad.

Temible, hermoso y sofocante

Con la estrella de los efectos especiales Mad George (Society, A Nightmare on Elm Street 4: The Dream Master), detrás de los créditos, el apartado visual de Origins tiene un especial realce.

Quizás, lo que más sorprenda al fan de la franquicia o al espectador neófito es la forma como una serie de secuencias especialmente grotescas y desagradables, se unen entre sí para crear una mixtura delirante, que la producción acentúa con espacios cerrados y sofocantes, tomas en medio de sombras y una versión de la cultura japonesa que se observa desde sus misterios.

Para cuando se llega al capítulo final es notorio el cuidado del argumento en enlazar cada historia en una conclusión, que si bien pudiera parecer ambigua, es en realidad una reflexión violenta sobre una idea aterradora: lo sobrenatural puede aterrorizar —y de hecho, lo hace—, pero como la franquicia a la que hace un pulcro homenaje, Origins conoce el poder de las sombras y como recrearlas en toda su aterradora extensión. Uno de sus puntos más altos.

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