El aborto es un tema incómodo que se suele tratar en el cine desde dos puntos de vista: desde la censura que alecciona o a través de una proclama política. La directora Eliza Hitman ignora ambas direcciones y toma la inteligente decisión de contar en Never Rarely Sometimes Always (2020) lo que le ocurre a una mujer real que toma una decisión dolorosa en un contexto que le presiona para no hacerlo.

No es una versión sencilla, ni tampoco la más accesible para el lenguaje cinematográfico contemporáneo, en el que la relación entre la decisión moral y un argumento con objetivo político suele ser inevitable. No lo es para Hitman, que evade los lugares comunes y las explicaciones sencillas para hacerse preguntas importantes acerca de la vida, la muerte, la maternidad y la esperanza.

Never Rarely Sometimes Always no espera ser emocional, ni tampoco disculparse por el tema que toca. El aborto es el tema central y no lo disimula: con una puesta en escena urbana, sencilla y casi destartalada, la cámara sigue a la mujer de 17 años a través de un extraño viaje exterior e interior. En el que la posibilidad de interrumpir su embarazo es en esencia una mirada a la forma en que la cultura de nuestra época comprende a la mujer, los derechos sobre su cuerpo y el debate sobre su capacidad para decidir sobre su capacidad de reproducción.

Pero en lugar de poner los temas álgidos en primer plano, Hitman decide que la adolescente decidida, aterrorizada y emocionalmente agotada que sostiene el argumento, sea el rostro visible de algo más movedizo y poco visible.

Más allá del debate moral

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Para la directora, la noción sobre el aborto no es solo un hecho político — una proclama —, sino una realidad. Un trauma latente con que el que su personaje principal deberá lidiar durante buena parte de su vida. Dicho así, pareciera que Hitman tiene la intención de que Never Rarely Sometimes Always sea un alegato, pero a medida que avanza la película es evidente que el sustrato moral o las posibles disculpas por lo que ocurrirá no son parte de esta narración de inusual dureza.

Se trata de la vida, los temores y al final de la profunda necesidad de comprender la naturaleza de su dura decisión de un personaje tridimensional, tan real como conmovedor.

Pero más allá de eso, Hitman también sabe el peso conciso que el discurso de su película tiene sobre la percepción de la mujer y el terreno difuso, que abarca la discusión espiritual e intelectual sobre el aborto. Tal vez por ese motivo, resulta tan duro que Autumn (Sidney Flanigan), una adolescente como cualquier otra, de súbito debe asumir la responsabilidad total sobre un acto que la inquieta. Callada, abrumada, aplastada por el peso de la idea de abortar —que en su Pensilvania natal resulta menos que imposible—, Autumn deberá viajar para comprender su vida desde una perspectiva por completo distinta.

Se trata del viaje del héroe transformado en una convicción afligida, pero también en un retrato de cualquier mujer de nuestra época en una batalla privada que rara vez se analiza en todas sus implicaciones.

Never Rarely Sometimes Always: la aterradora normalidad

Never Rarely Sometimes Always

Autumn en apariencia proviene de una familia normal, con una madre amable con hermanos que cuidar y un padrastro petulante. Pero en realidad, la gran cuestión que Hitman plantea de inmediato es que a pesar que es evidente que Autumn guarda un secreto — y uno muy duro de sobrellevar —, la principal cuestión es que su decisión se basa en la convicción que no está preparada para ser madre.

¿Es un argumento válido para un aborto? La pregunta gravita alrededor de Autumn, pero no hay diálogos explicativos para asumir la noción moral que le rodea, ni tampoco grandes debates a su alrededor sobre su decisión. En realidad, esta mujer muy joven es también la metáfora de una sociedad que asume que la maternidad es una obligación inmediata, un castigo para la mujer por el sexo o al menos, una presión con la que debe lidiar antes o después.

Hitman resuelve la angustia existencial y moral de su personaje dotándola de largos silencios introspectivos, pero también de una calma amable que tiene una relación directa con cierta comprensión directa del peso que lleva sobre sus hombros.

Autumn no tiene la intención de proclamar que lo que hará tiene un peso político. Tampoco está hiper sexualizada o es una determinada activista moral sobre tópicos contemporáneos de índole ideológico. La directora sigue a su personaje durante su escape del pueblo natal y el trayecto en autobús que hará después, con la mirada una mirada elocuente que sostiene a Autumn como lo que es dentro del argumento. Una mujer cualquiera, en una situación complicada y dolorosa. El acierto reside además en que la directora se niega a dotar a Autumn de la valentía, el coraje o la cualidad simbólica que por años se ha brindado a las mujeres que toman caminos complicados dentro de tramas políticamente incómodas.

Autumn solo es una chica. Una que comete errores — como tomar pastillas y golpearse en un intento de provocarse un aborto espontáneo — y además una que ve con callada resignación que deberá afrontar un momento radical y doloroso de su vida a solas.

Con su rostro delgado y pálido, Autumn está tan aterrorizada como podría estarlo cualquier adolescente de su edad ante una situación semejante, pero aun así no retrocede o se cuestiona su derecho a decidir sobre la posibilidad de tener un hijo. Cuando además los dolores y un pasado angustioso salen a la luz, es más evidente que nunca que el personaje atraviesa la angustia de la maternidad desde un lugar en sombras que el cine pocas veces analiza sin maniqueísmos.

Sin moraleja

¿Es necesario el aborto? ¿Es cuestionable? ¿Qué hace que una mujer se sostenga en medio de un golpe moral de semejante calibre?

Hitman no responde a las preguntas, pero deja claro que su argumento es un homenaje silencioso a la capacidad de la mujer (cualquier mujer, de cualquier edad) para decidir. Lo hace sin grandes aspavientos ni tampoco aparejar un mensaje político, sino con la sencillez dolorosa de la vida — y lo que implica — de una mujer que debe lidiar con el peso de una cultura que intenta aplastar su identidad bajo algo más amplio.

Al final, Autumn es un símbolo, pero no el que podría suponerse. En realidad, es el reflejo de lo femenino, mínimo, actual y despojado de todo peso metafórico, que es cada vez más frecuente en la actualidad.

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