En Estados Unidos, el coronavirus ha pasado a un segundo plano después de que el asesinato de George Floyd haya dado lugar a una ola de reivindicación contra el racismo en todo el país. Millones de personas han formado parte de las manifestaciones pacíficas, enturbiadas también por algunos altercados mucho más minoritarios. Es cierto que el SARS-CoV-2 ha dejado paso al movimiento #BlackLivesMatter en los titulares de los medios de comunicación. No obstante, eso no significa que se haya ido. De hecho, en el país hay ya más de 2 millones de infectados y 113.000 muertos a causa de esta pandemia, para la que esta situación puede servir de combustible, por razones tan concisas como la relación entre gases lacrimógenos y coronavirus.

Esta es una estrategia disuasoria muy común entre los cuerpos policiales estadounidenses, tanto en estas como en otras situaciones. No obstante, las autoridades de algunas ciudades y estados ya han mostrado su descontento, por los peligros que puede suponer en relación a la expansión de la COVID-19.

Gases lacrimógenos y coronavirus, una pareja peligrosa

Hay pocas razones más nobles para manifestarse que la que ha levantado a millones de estadounidenses contra la injusticia.

Sin embargo, no es el mejor momento para realizar actividades multitudinarias, por muy loable que sea su causa. En España, por ejemplo, el movimiento generado tras el asesinato de Floyd reunió este fin de semana a miles de personas en ciudades como Madrid y Barcelona, donde la pandemia ha sido especialmente grave.

Este es precisamente el mayor peligro de las manifestaciones en tiempos de coronavirus, sea cual sea el motivo que las originó: la falta de distancia entre personas.

No obstante, en Estados Unidos a ello se unen los gases lacrimógenos, cuyo efecto sobre las vías respiratorias ha llevado a tomar medidas en varios lugares a tomar medidas. Según informan en Associated Press, los alcaldes de Portland, Oregón y Seattle han ordenado limitar su uso, mientras que en Denver se ha impuesto una restricción por vía judicial. Además, funcionarios de Pittsburgh, Nueva Orleans y Washington DC han propuesto prohibiciones o límites para evitar los peligros derivados de la combinación de gases lacrimógenos y coronavirus. ¿Pero cuáles son esos peligros?

Dos razones para limitar el uso de gases lacrimógenos

Como en otras facetas, aún no hay estudios específicos para la relación entre gases lacrimógenos y coronavirus, ya que es un virus prácticamente “en pañales”.

No obstante, en 2014 un equipo de investigadores del área de la medicina militar publicó uno que podría aplicarse a esta situación. En él, se analizó cómo afectaba a la salud de 6.723 reclutas el uso de un gas antidisturbios durante su entrenamiento. Finalmente, se concluyó que, efectivamente, se generaba un aumento en las probabilidades de contraer enfermedades respiratorias agudas.

El autor principal de este estudio, Joseph Hout, sostiene a día de hoy que esto puede extrapolarse también a la situación generada por el coronavirus. En declaraciones a Associated Press, argumenta que hay dos razones principales por las que puede ser peligroso.

Por un lado, las personas que lo inhalan suelen manifestar síntomas como tos o estornudos. Si una de ellas estaba previamente infectada por SARS-CoV-2, la probabilidad de que se lo contagie a otros manifestantes aumenta, ya que de este modo las gotículas cargadas de virus pueden llegar más lejos.

Por otro lado, la irritación de las vías respiratorias facilita la infección de patógenos oportunistas. De hecho, es una de las razones por las que aumentan los resfriados en invierno. No es que pasar frío nos haga más propensos a enfermar, sino que, entre otros motivos, creamos un “hogar más confortable” para la entrada de algunos virus.

El principal problema sigue siendo la cercanía

Si esto puede ocurrir también con el coronavirus no está claro aún. De cualquier modo, está claro que usar sustancias irritantes como los gases lacrimógenos no es para nada una buena idea.

Por supuesto, el principal problema es la ausencia de distancia. No importa si la manifestación es una cacerolada de personas descontentas por la gestión de su gobierno o un canto a la libertad y la igualdad de derechos. Desgraciadamente, este no es un buen momento para manifestarse. Llegará el día en el que podamos salir a las calles a luchar por las causas que consideremos necesarias. Hasta entonces, el mejor activismo será el que llevemos a cabo des**de casa. Y los gases lacrimógenos no son la única causa.

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