El pasado domingo, la noticia de un informe de la OMS que anunciaba que no hay evidencias del contagio por contacto con superficies del coronavirus se convirtió en uno de los temas más hablados del día, por razones obvias. Desde que la COVID-19 se hizo un hueco en nuestras vidas, hemos introducido en ellas una serie de rutinas muy marcadas para evitar esta forma de contagio. Nos hemos obsesionado con desinfectar todo tipo de superficies, desde los pomos de las puertas, hasta las suelas de los zapatos y los envases de los productos que compramos en el supermercado.

Por eso, la nueva noticia procedente de la OMS está causando tanto revuelo. ¿Hemos estado haciéndolo mal hasta ahora? ¿Podemos ya dejar de gastar lejía como si no hubiera mañana?

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La respuesta, como siempre, está detrás de una buena comprensión de los pasos que supone una buena investigación científica.

Cuidado con las verdades absolutas

Por muy buena noticia que parezca el anuncio de la OMS, en realidad no cambia nada de lo que sabemos hasta el momento.

Lo que han anunciado es que la investigación que se ha realizado sobre el contagio por contacto con superficies se ha desarrollado solo en condiciones de laboratorio. No se ha llevado a cabo directamente en el ambiente, pero eso no significa que, si se hiciera, no ocurriese lo mismo. De hecho, la OMS ha avisado que, a pesar de esta información, mantiene su recomendación de **desinfectar las superficies^^.

“Lo que se sabía se extrapola de los resultados de experimentos en laboratorio en situaciones controladas y estas nos indican que el virus permanece activo y con capacidad para infectar tras varios días en determinadas superficies, especialmente el plástico, el acero y el cristal”. Lo explica a Hipertextual María Francisca Colom Valiente, profesora de microbiología en la Universidad Miguel Hernández. “Esto además se ha demostrado para todos los coronavirus humanos. Lo que la OMS manifiesta es que no se ha hecho ningún experimento en un entorno real, pero esto solo reforzaría la idea que ya tenemos, el que no esté hecho no anula las evidencias ni disminuye su valor”.

¿Qué sabemos del contagio por contacto con superficies?

En los inicios de la pandemia, los primeros estudios que se llevaron a cabo al respecto procedían de información relativa a otros coronavirus. Estos indicaban que, en condiciones óptimas, el virus podría llegar a permanecer activo hasta nueve días en algunas superficies.

Trabajos posteriores han apuntado más específicamente a la persistencia del SARS-CoV-2 en materiales concretos, bajo unas condiciones determinadas. En este caso se reducía el periodo, especialmente en materiales como el cartón, en el que parece no aguantar más de 24 horas. No obstante, en superficies de plástico o acero podrían estar hasta 4 días activos.

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Esto explicaría en parte la razón por la que este virus ha resultado ser tan contagioso. Afortunadamente, la cara positiva de estos estudios fue que el virus podía inactivarse fácilmente a través de desinfectantes comunes, como la lejía o el alcohol.

Gracias a todos estos estudios también sabemos que la capacidad de contagio por contacto de superficies no depende solo del material del que estén compuestas o las condiciones ambientales. También depende de la persona que las haya contaminado. Aquí entra en juego un concepto muy importante cuando hablamos de este tipo de infecciones: la carga viral.

coronavirus
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¿Qué es la carga viral?

La carga viral es una estimación de la cantidad de partículas virales que se encuentran en los fluidos de un paciente.

Entre otros factores, la capacidad de contagio de una persona depende de este factor. De hecho, suele ser una cifra muy elevada en los pacientes conocidos como supercontagiadores.

Por eso, si alguien con una carga viral elevada estornuda o tose sobre una superficie la posibilidad de que se dé contagio por contacto será mayor. “Hay una relación directa entre la carga viral que llega a una superficie y la capacidad de persistir activo e infectante en ella”, relata Colom. “Por eso, las superficies contaminadas con cargas virales con baja concentración mantienen la potencial peligrosidad menos tiempo que las cargas altas”.

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La experta recuerda también que los experimentos que se han realizado, tanto con SARS-CoV-2 como con SARS-CoV y MERS-CoV se han desarrollado con concentraciones de virus similares a las que se encuentran en la garganta y la nariz de personas portadoras. “Incluso, ahora sabemos que quizá estos experimentos usaron dosis algo más bajas de lo que los portadores del virus con síntomas leves o asintomáticos liberan con estornudos, tos o al hablar”, añade. “Obviamente, el estornudo o la tos pueden liberar más partículas virales que hablar o cantar, pero en cualquier caso pueden ser concentraciones altas de virus”.

Con esto recuerda que, a pesar de ser experimentos realizados en laboratorio, las condiciones no son muy diferentes de las que se habrían dado en un entorno real.

Cuanto más contactos, menos carga viral

La capacidad de una superficie contaminada de provocar un contagio por contacto disminuye con el tiempo. Pero no es el único factor que contribuye. También es importante cuántas personas la hayan tocado o desde cuántos sitios se haya transportado el virus.

Imaginemos que una persona infectada tose sobre su mano e inmediatamente después toca el botón de un ascensor. A continuación, un individuo sano pulsa ese mismo botón y luego apoya la mano en una barandilla.

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Si luego alguien toca el botón del ascensor, tendrá más posibilidades de contagiarse que una persona que toca la barandilla. “Al arrastrar el inóculo, la carga vírica se va diluyendo”, aclara la profesora de microbiología. “Además, al bajar la carga la supervivencia es menor”.

Depende de la superficie y el lugar

No debemos caer en la obsesión, pero sí pensar si cabe la posibilidad de que una superficie concreta haya podido estar en contacto con muchas personas y, como tal, haberse contaminado con este u otro virus.

Por ejemplo, María Francisca Colom apunta al tema de los supermercados. “Los supermercados utilizan abundantísimo plástico, dando una falsa imagen de higiene, ya que es la superficie en la que este virus (y otros) sobrevive más tiempo”, argumenta. “Además, los empleados llevan guantes en vez de lavarse frecuentemente las manos o usar gel, lo que también da una falsa sensación de seguridad”.

Hace este apunte por el hecho de que los guantes pueden mantener el virus activo muchas horas, con lo que se puede ir arrastrando inóculo de unas superficies a otras. “Como norma, las superficies de mayor riesgo son las lisas y frescas, como el plástico, el acero y el cristal”, añade. “Hay que tener en cuenta que no solo la superficie es importante, también lo son las condiciones en las que se encuentra. En supermercados y transportes con aire acondicionado, la temperatura y humedad relativa del aire son idóneas para la persistencia del virus”.

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¿Y ahora qué hacemos?

Por muy deseosos que estemos de recibir buenas noticias, este anuncio de la OMS no cambia nada. Es cierto que la situación en España está mucho más controlada que al principio. Poco a poco vamos perdiendo el miedo, pero la cautela es algo que no debemos perder. No es momento de flaquear, el virus sigue ahí fuera y los experimentos de laboratorio han mostrado que puede transmitirse por contacto. Por eso, es importante que mantengamos el lavado de manos y la desinfección de las superficies que lo requieran.

Eso sí, la principal vía de contagio sigue siendo directamente, de un contagiado a otra persona. Por eso, aunque poco a poco podamos hacer nuestra vida, debemos recordar siempre la importancia de los dos metros. Ya habrá tiempo de celebrar fiestas multitudinarias, manifestaciones o cualquier otra actividad que requiera reuniones. Hasta que no haya una disponible, nosotros seguimos siendo la única vacuna. No lo olvidemos.

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