El documental Circus of Books, de la cineasta Rachel Mason, comienza con una amable mirada a la cocina familiar. Las imágenes son borrosas, hay risas y bromas privadas y al final un corte a negro, que lleva a un primer plano de sus padres Karen y Barry, sentados uno junto al otro en un iluminado y radiante salón de lo que parece ser cualquier norteamericano. Ambos sonríen, se presentan a sí mismos. Un rápido movimiento de cámara presenta a Rachel… y lo siguiente que ocurre es que esta sonriente pareja de ancianos anuncia con enorme desparpajo que su negocio por treinta años ha sido el de vender pornografía —hard core, puntualiza Karen— a la comunidad gay.

¿Sorprendido por la premisa? Solo es una de las muchas que Circus of Book narra de manera inteligente y detallada en un recorrido sorprendente por la noción de la exclusión, la diferencia y la tolerancia desde una perspectiva por completo nueva.

Este documental afectuoso y con un indudable aire familiar tiene, además, la inexplicable capacidad de convertir lo escandaloso en una anécdota entrañable. Para los Mason vender pornografía no es solo un negocio familiar, sino una aproximación directa y bondadosa a un estilo de vida que décadas atrás resultaba escandalosa y al límite de la ley. Para el matrimonio se trataba de una confluencia de percepciones sobre la moral, la hipocresía cultural y también de una pragmática visión acerca de lo financiero. Todo bajo el lustre de un próspero negocio familiar.

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Cómo hacer entrañable algo sórdido

La cineasta Rachel Mason sorprende por su capacidad para contar la extrañísima historia de la famosa librería para adultos, con un tono ligero que se hace más complejo, profundo e inesperada a medida que la narración avanza a través de las vicisitudes de los Mason para convertir un emprendimiento local en la red de distribución de pornografía gay más grande Norteamérica.

Llena de momentos burlones y otros de enorme carga dramática, el documental es una combinación poco común de matices sobre la cultura de EE.UU.. Sus prejuicios más acendrados, pero en especial la forma en que la comunidad gay logró sobrellevar la discriminación y el prejuicio en años de especial dureza.

Quizás se deba a que Mason intenta retratar la atípica vida de sus padres o al mero hecho de que el documental tiene la suficiente habilidad para reflexionar de manera minuciosa sobre una circunstancia insólita.

Cual sea el caso, Circus Of Book resulta absorbente en la misma medida que coloquial, amable y en especial, una perspectiva casi neutral sobre un tema que, en manos menos hábiles, podría resultar en una polémica superficial.

Mason recorre la evolución de la librería en productora de material fílmico pornográfico y, por último, una importante productora sin pontificar ni tampoco añadir peso a su trayecto desde esa primera gran escena familiar hasta la última. En la que la historia parece cerrar en un círculo cuidadoso de reflexiones sobre la cultura contemporánea, la tolerancia y la naturaleza del prejuicio.

Ni la directora, los diferentes entrevistados o incluso el contexto por momentos sórdido, hacen otra cosa que mostrar una realidad consistente y hacerlo, además, con enorme buen gusto y osadía.

Una historia disparatada

circus of book

En una de las escenas del documental, una montaña de DVD, revistas y posters de películas para adultos se apilan en una de las esquinas de la extensa librería Circus Of Book.

La librería acaba de cerrar y sus dueños recorren por última vez sus instalaciones. Hay un aire de definitiva tristeza en medio de las escandalosas imágenes de hombres semidesnudos, estrellas porno gay y todo tipo de objetos sexuales mezclados en un confuso montón que, probablemente, terminará en la basura.

Karen y Barry van de un lado a otro del lugar, mientras Rachel les filma a detalle. “Estas [películas] pagaron tu universidad”, bromean. Pero la pesadumbre de ambos es evidente.

La despedida —simbólica y práctica— es evidente. La librería, y después distribuidora, conoció tiempos de plenitud y de éxito en el que en las imágenes de Rachel se transforman en un espacio casi doloroso, con las estanterías vacías y las paredes desnudas.

Por cuarenta años, Circus of Book fue una institución para el mundo LGBTQ. Un secreto bien guardado de la familia al resto de sus parientes, amigos y, por supuesto, miembros de la Sinagoga a la que asistían. Pero más allá de la escandalosa anécdota detrás de bastidores, Circus of Book fue un lugar que simbolizó una zona de tolerancia desconocida para la comunidad gay estadounidense.

Tanto Rachel Mason como el productor Ryan Murphy han intentado que el documento sea algo más que la vertiginosa evolución del negocio a manos de una pareja inexperta pero decidida a hacer dinero de una forma poco común.

En realidad, Circus of Book se trata de una meditada visión sobre la diferencia y la discriminación en el contexto de la opresión social, la epidemia del VIH, la igualdad matrimonial y las batallas contra la censura. De modo que, a pesar que el centro de la acción parece ser una disparatada aventura empresarial en el mundo de la pornografía, en realidad se trata de un retrato fidedigno sobre los cambios sociales y culturales que rodearon a EE.UU. durante las últimas décadas.

Un viaje a épocas pasadas

Circus of Book fue uno de los lugares emblemáticos de la comunidad gay en West Hollywood (California) y poco después, en el barrio Silver Lake de Los Ángeles.

Para el momento de su fundación, el local llevaba el nombre de Book Circus: corría la década de los sesenta y los Mason decidieron ayudar al entonces dueño del local con sus problemas financieros. Comenzaron pagando la mitad del arrendamiento y, por último, adquirieron la librería. El cambio de nombre a Circus of Book también fue una forma de dar un golpe de timón por completo inesperado para la librería y la vida familiar.

A principios de los años ’80, la orientación sexual era un tema tabú en la cultura norteamericana. Pero a la pareja de mediana edad con deudas que pagar no pareció importarle demasiado los prejuicios respecto a la percepción sobre la industria del cine sexual enfocado en el mundo gay que se tenía por entonces.

En realidad, los Mason no podían ser una pareja más típica de la clase media estadounidense: Karen es periodista — que se define a sí misma como una judía muy devota — y Barry un ex ingenio que trabajo bajo las órdenes de Stanley Kubrick. La decisión de incursionar en el mercado porno fue tan inesperada como improvisada: la familia necesitaba dinero y los Manson estaban decididos a prosperar. No obstante, a medida que transcurrió el tiempo, la librería pasó de ser un experimento afortunado a la celebración de un estilo de vida que, de una u otra forma, resultaba desconocido y chocante para buena parte de la población norteamericana. Con su aire amable, libre y en especial, con su poderosa capacidad para enaltecer la diferencia, Circus Of Book fue algo más que una anécdota inexplicable en el mundo comercial norteamericano. Fue también un recorrido por una nueva forma de comprender la exclusión, marginación y la violencia cultural.

Al final, el documental de Rachel Mason también es una toma de conciencia sobre una idea muy amplia sobre la libertad personal y sexual. El documental no responde todas las preguntas que podrían plantearse sobre el porno y el sustrato que lo compone, pero al menos intenta reflexionar sobre la identidad de una forma original y divertida. Como la sonrisa incansable de Barry o el mal carácter de Karen, quizás todo se trata de la confluencia de las condiciones adecuadas para sostener algo más profundo de lo que parece a primera vista.

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