La India se toma el mundo del entretenimiento muy en serio con Betaal: no en balde se considera a Bollywood una de las industrias del espectáculo con mayor actividad del mundo y como si eso no fuera suficiente, una que se sostiene directamente sobre su capacidad para producir todo tipo de propuestas, casi de manera simultánea.

No obstante, quizás uno de los géneros que nunca ha sido muy atractivo para el considerable mercado del país ha sido el del terror, y mucho menos las historias de zombies. De modo que Beetal, la nueva serie de Netflix, es cuanto menos un experimento afortunado que intenta mezclar humor, lo más reconocible del género de zombies y con una notoria estética de la década de los ochenta. La combinación resulta por momentos caótica, pero sin duda es un inteligente intento de dotar de cierta personalidad a una historia sin otro atractivo que su rareza.

Pero, a pesar de sus buenas intenciones, es evidente que el director y showrunner Patrick Graham (que logró una interesante versión sobre el folclore árabe en Ghoul) no logró unir las piezas correctas para lograr que Beetal sea otra cosa que un recorrido accidentado y poco convincente a través del género zombie. La serie falla al lograr sostener la tensión y los toques de humor —inoportunos y en más de una ocasión, directamente ridículos— recorren caminos obvios para llegar a una conclusión predecible.

Con la evidente intención de emular la agridulce agudeza de Shaun of the Dead (2004) de Edgar Wright, Graham crea una historia que suaviza el gore en medio de una disparatada serie de escenas en las que incluye de forma desigual chistes y vísceras cercenadas. Pero el argumento no es lo suficientemente gracioso para hacer reír o al otro lado con un ingrediente grotesco que para causar repulsión o sorpresa.

A la mitad de ambas cosas, Betaal parece incompleta, carente de ritmo y por momento por completo inconexa. Eso, a pesar de los esfuerzos del director por sostener el ritmo trepidante y en especial, la noción acerca de la urgencia de la supervivencia, que el guion resalta sin que en realidad, sepa resolver del todo.

Una historia sin sentido

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La historia —contada en el transcurso de un día y una noche— transcurre en la aldea Nilja, en algún lugar del centro de La India.

Podría suponerse que la especificidad del elemento geográfico reviste cierto significado folclórico, pero los capítulos avanzan sin que en realidad el lugar en que acaece la acción sea relevante. Hay algo genérico y definitivamente deslucido en la forma en que el guion intenta abarcar la noción del horror zombie —con toda su percepción sobre la amenaza latente y la imposibilidad del escape— y sin duda es esa incapacidad para contar una historia y no mostrar una colección interminable de situaciones descabelladas. Es precisamente lo que hace de Betaal una acumulación poco afortunada de elementos, que en apariencia podrían funcionar de manera ingeniosa de ser mejor ensamblados o tener mayor profundidad.

Eso a pesar que el primer capítulo muestra desde sus primeras escenas la intrigante premisa de un túnel cerrado al borde de la montaña Betaal. En el que según la leyenda local, un numeroso grupo de trabajadores de la Compañía de las Indias Orientales quedó enterrado alrededor del año 1857.

Con el transcurrir de las décadas, la tragedia se convirtió en una leyenda local, mucho más después de que buena parte de los lugareños se convencieran que el fantasma de la Montaña fue responsable en menor o mayor medida de lo ocurrido. Pero el argumento no se detiene para analizar la premisa — ni muestra interés en hacerlo después — sino que se enfoca en la artificial lucha entre los lugareños y la empresa privada, Surya Corporation, por la construcción de una carretera local.

A pesar de las buenas intenciones de Graham, las pocas escenas de contexto a la historia central, carecen del ingenio suficiente para suscitar preguntas o al menos la curiosidad del espectador. Desde el primer golpe de cámara — que enfoca de manera muy evidente e intencionada a la montaña — es notorio el origen de lo que sea ocurrirá a continuación. Y el argumento no disimula ni antes ni después su necesidad de no dar demasiados detalles más allá del peligro que amenaza y que sin duda, atacará a no tardar.

Los clichés del género

Por supuesto, se trata de un recurso habitual en las historias de zombies: la percepción del peligro latente y a punto de hacerse incontrolable es parte esencial de la mayoría de los argumentos del género.

Pero en Betaal la línea narrativa avanza de manera atropellada, mientras los malvados representantes de la corporación encabezados por Mudhalvan (Jitendra Joshi) se hacen del poder y todo parece apuntar que la posible aparición de una situación potencialmente letal. Los estereotipos abundan y el guion no logra solventar el hecho que todo se hace más predecible a medida que la amenaza es más cercana.

Por último, cuando el ejercito de muertos hace su aparición, el argumento no tiene la energía o la audacia necesaria para crear algo más profundo que un mero desfile de horrores sin mayor sentido.

El contexto político, que no falte

Como no podía faltar, hay un breve y poco disimulado subtexto político sobre el racismo y el neocolonialismo. Pero la serie tiene mucha prisa por mostrar a sus criaturas de aspecto rudimentario y seguir su trepidante historia en la que abunda la sangre, las mutilaciones y decapitaciones.

A pesar del notorio esfuerzo de la producción por lograr un producto digno, los capítulos avanzan y de pronto el argumento parece tener demasiado que abarcar sin concentrarse en nada específico. Para la segunda hora, el guion olvidó la lucha de clases, la mirada intrigante sobre sus personajes femeninos, e incluso la esencial leyenda sobre la montaña Betaal, para seguir con ritmo trepidante a los zombies, dulcificados en medio de lo que parece un carnaval de horrores con algunas risas de fondo.

La serie jamás remonta sus primeras escenas, bien construidas y contadas con cierta habilidad y sin duda, la gran decepción que provoca el argumento, es la insinuación que pudo ser algo más que una salvaje mezcolanza de estilos y ritmos narrativos. Betaal es la suma de sus errores — o de las expectativas no cumplidas — y quizás, eso es lo más lamentable de todo.

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