Pasar las horas muertas haciendo scroll en la pantalla del ordenador mirando modelos de pantalón corto se ha convertido casi en una rutina de Patricia. Y como ella tantos otros. Mirar las webs de moda no es solo una cuestión de tendencia, es una promesa personal de que al largo plazo "quizá pueda usarse". Una especie de luz al final del túnel en forma de moda para una situación que aún no termina de tener claros unos calendarios. Al final termina comprando, un mono para salir y un vestido. "Acaba de llegar", comenta, "con una nota de agradecimiento por comprar en la web de la tienda y una piruleta". Pero sabe que quizá tarde semanas en poder estrenarlo –al menos en la calle–. Muy seguramente volverá a comprar, ya la han conquistado con ese pequeño detalle.

Con los comercios cerrados y manteniéndose solo con las compras de internet, muchas Patricias tiene que haber ahora mismo en España haciendo compras online para sostener al sector de la moda; o al menos sus cifras previas a la crisis sanitaria por el coronavirus. La realidad es que no llegan. Según un informe de EY sobre los efectos que la COVID-19 tiene sobre la industria, ya se han quedado por el camino casi el 40% de las ventas del sector.

Un efecto que es mucho mayor en los pequeños comercios que, sin contar con los medios de las grandes cadenas, carecen de venta online o sistemas de distribución desarrollados. Otros nativos, formado por ese pequeño pero gran ecosistema de emprendedores en moda en España juegan con esa ventaja de nacimiento–. Otros se han liado la manta a la cabeza y se han puesto manos a la obra en mitad de la pandemia. Pero todos son víctimas de la situación.

¿Qué pasará con este sector una vez termine la orden de confinamiento y el mundo retome una cierta normalidad? El negocio textil, representando un 2,8% de PIB nacional y el 13% de los motivos para el turismo extranjero, tendrá un año realmente malo para EY. Según sus datos, esta crisis reducirá el tamaño de la industria en un 25%. Todo suponiendo que no exista una vuelta a la obligación de encerrarse en un nuevo brote a finales de año y que Patricia, como tantos otros compradores, tengan que mirar la colección de invierno a través de sus ordenadores.

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Dominados por los grandes en un sector en declive

Las malas noticias para el textil no han tardado en sucederse a un lado u otro del continente. Los cierres de comercios, los ERTES en pequeñas, medianas y grandes empresas, las cancelaciones de colección y el "ya veremos qué pasa" han marcado la pauta de las últimas semanas.

Mientras, aquí en España, los grandes como Inditex esquivan el ERTE a sus empleados –no sin polémica–, otros en el mundo del emprendimiento ya lo anunciaron prácticamente desde el primer momento. Pompeii, en declaraciones a Hipertextual explicaba que había tenido que abrir expediente al 100% de su plantilla: cinco años de trabajo tirados a la basura en solo un mes por un motivo muy simple: el consumo se para y no hay nada que hacer.

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En Estados Unidos, la cosa no es muy diferente. Mientras el auge de plataformas de segunda mano se incrementa, Vestiaire Collective lograba una ronda de 64,2 millones de dólares según adelantaban en Techcrunch, varias tiendas ya han declarado la banca rota. Entre ellas la conocida Neiman Marcus que, tras largo tiempo arrastrando las deudas de un sector cada vez menos voyante, ha terminado por claudicar en la peor crisis que se le podría venir a un comercio de ropa.

La crisis del coronavirus que ya se empieza a definir en el sector textil como "el Apocalipsis minorista" es una tendencia que viene arrastrándose desde hace 10 años, seguida del declive de los grandes almacenes. Según datos de la firma de investigación Forrester, "ni si quiera el comercio online será capaz de compensar las pérdidas de las tiendas, grandes o pequeñas"; puesto que los márgenes de beneficio son mucho más bajos que en el entorno físico. Una afirmación que los propietarios de los grandes parques comerciales de España también han adoptado como propia. Con 500.000 empresas del sector y 1,8 millones de empleados solicitan ayudas ICO para soportar la caída en ventas, permiso para abrir todos los días de aquí a 2021 y promociones sin IVA para incentivar un gasto que no está del todo claro que termine llegando. Si las peores previsiones del FMI para España se cumplen, veremos un desplome del 8% en la economía y un aumento del paro hasta el 20,8%. Todo alimentado con una caída del turismo, nuestra principal fuente de ingresos, y un incremento del ahorro de las familias ante la situación de incertidumbre.

El retail textil se enfrenta, además, a un reto en su propia casa. En 2019, el informe Moody´s para el sector textil aportaba una serie de conclusiones nada positivas. "El textil es un mercado vulnerable en un entorno macroeconómico declinante", explicaban; la compra de ropa ya no es una prioridad para unos clientes que ahora tienen que repartir su sueldo entre una larga lista de servicios: viajes, ocio, suscripciones a plataformas de contenido...

Conceptos relativamente nuevos como el fast fashion, en el que Inditex o Mango son los líderes en España –y buena parte del mundo– con facturaciones que superan los 1.000 millones de euros, entran en conflicto con otros aún más nuevos como el de la sostenibilidad. Una asignatura que esos grandes retailers suspenden desde 2001 con el Acuerdo Multifibras mediante el cual China se quedaba con la mayor parte de la producción y comercio textil de España.

Y ahora qué en un sector que no lo da todo por perdido

El panorama no es el mejor que podríamos tener, tampoco para la potente –aunque en declive– industria textil incluido el mundo del emprendimiento y pequeñas empresas. Pero no todo está perdido especialmente para los pequeños con más margen de maniobra y un posible equilibro en un futuro en el que los grandes son menos grandes y los pequeños menos pequeños.

Y es que en esto no hay una estrategia única para continuar. Hipertextual se ha puesto en contacto con varios emprendedores del sector que prefieren no hacer declaraciones pero que sí confirman que están bajos de ánimo. "No es un buen momento para comprar ropa, porque no la necesitamos; el que más y el que menos tiene ropa para estar por casa. Las cifras de mercado que estamos viendo es que han caído casi un 80% a nivel global, y eso obviamente nos afecta", sí que se atreve a explica Federico Sainz de Sepiia a este medio, que sí que acusa la bajada de ingresos, pero ya mira a lo que pasará en los próximos meses.

Algunos como Lookiero mantienen su publicidad online para incentivar la compra, en el caso de Sepiia se ha decidido no incitar al consumo pero sí que siguen sirviendo pedidos aunque no puedan fabricar nueva mercancía; menos que antes, pero sí diarios explican. "Al principio pensamos que íbamos a interrumpir las ventas porque no tenemos un producto esencial, pero hablando con la mensajería Nacex y ellos os dijeron que no tenía sentido, porque si nosotros funcionamos ellos pueden trabajar. Es una cadena", explica. No son los únicos que han dejado de vender tanto como tenían pensado e, incluso las grandes compañías digitales están echando una mano a los emprendedores del sector. Zalando, dedicada a la venta textil, anunciaba esta semana una iniciativa para apoyar a las marcas de moda y a los minoristas durante la crisis permitiéndoles acceder a su base de clientes.

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Son conscientes de la caída del sector para los próximos meses y también de que es muy probable que la industria cambie de aquí a unos meses: "No será una debacle global, solo que los consumidores comprarán menos que antes", pero se mantendrán las lógicas low cost que han reinado hasta ahora.

Difícilmente habrá una relocalización de la industria de la moda porque, como explican desde el sector, eso supondría cambiar el modelo de negocio de muchas empresas muy establecidas. Pero esto también podría suponer una oportunidad para ese emprendedor buscando su nicho de mercado. "La cuestión de la sostenibilidad puede ser un efecto diferenciador en esta nueva etapa que se abre; cómo desde la cercanía podemos hacer productos que satisfagan nuestras necesidades y sean comprados por los clientes", no explica el profesor colaborador del CEF Josep Miracle. Una posición que mantiene el también profesor José Luis Ramírez, pero desde una perspectiva menos positiva: "soy pesimista y no vamos a avanzar ni aprender, algunos sí lo harán y tendrán una oportunidad, pero salvo que supiéramos aprender a vender mucho mejor, no podemos recuperar las fábricas porque eso supondría un aumento del precio", explica.

Pero mientras algunos deciden si volver a China o no, para los analistas la batalla está aún más cerca. Si bien es cierto que el emprendimiento en moda se ha centrado en el mundo digital, la realidad es que esta situación "el capital privado ha llegado un poco con el agua al cuello a esto, la realidad es que lo han salvado las personas", apunta Miracle, "también muchos se han dado cuenta de la necesidad de dar una respuesta rápida sin pensar mucho e ir mejorando sobre la marcha con un producto que se puede ir manejando sobre la marcha".

Con un consumidor que se ha dado cuenta de que puede comprar 100% online, Ramírez apunta a que la tarea del emprendedor en esta nueva etapa apunta a crear esos lugares especializados en la experiencia de cliente. "Algo que ha sido hasta ahora como predicar en el desierto", apunta "porque es fácil moverse por inercia". De esta manera, el futuro del ratil –el más emprendedor– pasaría por crear esa experiencia online y en persona de una forma paralela de la misma manera que ya hizo Hawkers o Singularu naciendo primero en el mundo digital para pasar esa experiencia de usuario al trato personal. O las populares webs de compra de calzado deportivo que han hecho de la experiencia, pese a estar conquistada por las grandes marcas internacionales, todo un evento único para un nicho de mercado muy específico.

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