Más de 5.060 millones de euros en su nueva valoración. Con esta cifra desayunaba el equipo de Revolut tras anunciar su nueva ronda de financiación. La startup británica ya puede anunciar que es la fintech europea –continental, que de los países miembros de la Unión Europea– más valiosa. Supera la valoración en bolsa de algunos de los bancos tradiciones y la de su principal rival en cuanto a usuarios: N26.

Con su nueva ronda de financiación de 460 millones de euros, que se unen a los casi 800 millones de euros en operaciones anteriores, ponen su foco fuera de su país de origen –ahora a la espera de conocer cómo será la gestión de la estructura financiara tras el Brexit– y centrar su negocio en el resto de países del Viejo Continente. También pasar uno de los exámenes pendientes de la industria tecnológica y, más concretamente, del fintech en Europa: la rentabilidad. Una escena que pretenden alcanzar a finales del ejercicio. Sin cifras de 2019, ya en 2018 la compañía se dejaba 40 millones de dólares –el doble que en 2017– y unos ingresos de 75 millones de dólares; cifras que la fintech justifica por su agresiva estrategia de crecimiento para captar clientes a lo largo y ancho del continente aumentando los ingresos, pero también los gastos.

Su licencia bancaria, de hecho, está expedida en Lituania -un país con menos habitantes que clientes registra la entidad–; uno de los centros de referencia para las empresas tecnológicas financieras de Europa por la facilidad de la gestión de los trámites de expedición. Esto, además, les permite operar en el resto de países con libertad y con la posible futura cobertura de depósitos del Sistema Europeo de Seguro de Depósitos –un concepto que, hasta la fecha, es solo una propuesta ante la dificultad de ponerse de acuerdo en las negociaciones políticas de los ministros de finanzas de la UE–.

En este contexto de incertidumbre, ya son algunas entidades financieras de gran tamaño, las que buscan entrar en la banca digital con la protección de su gran brazo financiero detrás. JP Morgan anunciaba a primeros de 2020 que estrenaría en los próximos meses una suerte de banco minorista que compitiese con Monzo, N26 y, por supuesto, Revolut.

Esta posibilidad, aún en el aire, ha sido suficiente para los inversores de Revolut. El último de ellos, el fondo estadounidense TCV de hecho ya cuenta con experiencia en inversiones complejas. En su histórico aparecen Netflix, Facebook, Spotify –en un claro interés por las operaciones fuera de su zona de confort en Estados Unidos–; también Airbnb y HomeAway, dos de las tecnológicas que, junto a Uber, se ha encontrado con el muro de las normativas de las regiones donde han entrado a operar.

Por su parte, Revolut se ha tenido que enfrentar a varias crisis a lo largo de su negocio. Además de un Brexit repleto de idas y venidas poco claras para empresas y trabajadores -y que aún tiene que resolverse–, se ha contado con problemas internos.

Empezaban 2019 con una acusación de plagio publicitario al gigante Spotify, un hecho que en pocas semanas pasó a ser meramente anecdótico –pese a la retirada de los anuncios en cuestión–. Esa misma campaña, en la que se podían ver datos de usuarios supuestamente reales también fue acusada de falsa al publicar datos –anecdóticos y para atraer clientes– si en realidad no tenía acceso a los mismos.

La verdadera crisis de 2019 llegó en febrero; momento en el que se les acusaba de tener vínculos con Rusia para el traspaso de información a través de Lituania; sospechando, precisamente, de la rapidez con la que se concedió la licencia bancaria a la tecnológica. Una noticia que trascendía en un momento tenso tras el conocimiento de la injerencia del Kremlin en las elecciones de Estados Unidos y los resultados del Brexit. Revolut, desde el primer momento, negó tal acusación.

Continuaba el año y los problemas aumentaron para la fintech. Según una investigación en The Telegraph, Revolut habría estado haciendo ojos ciegos a trasferencias de dinero dudosas favoreciendo procesos de lavado de dinero. Esta situación culminó con la dimisión de Peter O'Higgins, CFO de la tecnológica.

Por si esto no fuera suficiente, Wired también publicaba una investigación sobre la cultura laboral dentro de la propia empresa. Esta noticia dejaba la figura de Storonsky, fundador de Revolut, como la de un tirano que obligaba a trabajar los fines de semana.

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